Los trabajadores pobres de Madrid, a merced del virus y de la crisis

Estado de alarma

Los trabajadores pobres de Madrid, a merced del virus y de la crisis

Al comedor social San José llegan todos los días para recibir comida gratuita unas 450 personas, algunas con mascarillas, otras no.

Un hombre con mascarilla pasea por una calle de Madrid durante la crisis del coronavirus a 15 de marzo de 2020.

A la sombra de una iglesia de Madrid, hombres y mujeres esperan en fila una ayuda alimentaria. Cantera de mano de obra precaria, el distrito de Puente de Vallecas es el más golpeado por el coronavirus y el más expuesto a la crisis económica que comienza.

Al comedor social San José llegan todos los días para recibir comida gratuita unas 450 personas, algunas con mascarillas, otras no, pero siempre respetando la distancia entre ellas, en un momento en que el virus ya ha dejado más de 21.700 muertos en España.

Gloria Corrales cuenta una historia similar a la de muchos otros trabajadores pobres a su alrededor. La epidemia la dejó súbitamente sin empleo.

«Cuidaba a una señora de 92 años», dice esta empleada doméstica colombiana de 50 años. «Me puse enferma de una gripe, era una gripe banal, pero me dijeron que no volviese, tenían miedo a que la contaminase», recuerda.

«Tenemos muchos casos de personas a las que han despedido por miedo a que contagien», confirma Susana Hortigosa, a cargo de la comunicación de la parroquia. El teléfono no para de sonar: «Piden que les ayudemos a salir adelante», dice.

El distrito «más vulnerable»

Con 230.000 habitantes y ubicado en el sureste de la capital española, Puente de Vallecas ha sido receptor de inmigrantes desde el comienzo del siglo XX, primero de españoles llegados de otras regiones, luego de latinoamericanos, marroquíes y europeos del este.

En este distrito oficialmente catalogado como el «más desfavorecido» y «más vulnerable» de Madrid, los asalariados precarios son frecuentemente contratados y despedidos en sectores como la hostelería, los servicios o la construcción.

«Ya se está notando muchísimo la crisis económica que ha traído consigo la crisis sanitaria. La gente se queda enseguida en el paro (desempleo)», constata Hortigosa.

El Banco de España prevé en 2020 una caída «sin precedentes en la historia reciente» del PIB del país, todavía traumatizado por la crisis de 2008.

Bajando los ojos hacia sus zapatos deportivos rojos, Pedro Orán aguarda en la fila por primera vez. «Normalmente, echo una mano a un fontanero. Sin contrato. Gano 30 euros un día, otro no. Voy tirando. Pero con la pandemia, ahora nadie llama», dice este español de 53 años.

Detrás de él, una mujer que limpia «pisos vacacionales» y prefiere no dar su nombre resume en una breve frase su situación: «Al parar el turismo, se paró mi trabajo».

Hasta un repartidor de comida, que se traslada en bicicleta, se detiene en el comedor social para llenar recipientes con comida para él y su esposa.

Este venezolano de 30 años, que recibe algunos euros de una plataforma española por cada entrega, se esfuerza para poder pagar los 500 euros de la habitación que alquilan.

Según un mapa publicado el 8 de abril por la región de Madrid, Puente de Vallecas era el distrito con mayor número de casos de coronavirus confirmados en las dos semanas precedentes.

El estricto confinamiento impuesto desde el 14 de marzo ha sido difícil de aplicar para muchas personas, que viven en apartamentos pequeños y ocupan puestos de trabajo considerados «esenciales», por lo que se han visto obligados a hacer largos trayectos en transporte público.

En tan solo un minuto, decenas de personas entran y salen de la estación de metro Puente de Vallecas, entre ellas obreros de la construcción con mascarillas empolvadas.

El profesor de baile que ya no está

En el paseo arbolado de Puente de Vallecas, bautizado como El Bulevar, el centro de ocio para ancianos cerró el 7 de marzo. Ese mismo día, una pareja que daba clases de baile ingresaba infectada al hospital.

«Él daba clases de baile de salón; ella, clases de sevillanas», recuerda Asela Baraja, una antigua cocinera de 68 años. «Falleció el marido, que tenía ya 80 años, pero la verdad es que estaba fenomenal».

Desde el balcón del primer piso de un edificio modesto del Bulevar, una viuda de 55 años, Patricia Domínguez, admite tener «pánico» del virus, por lo que sale lo menos posible.

«Ganaba 700 euros mensuales como empleada de limpieza en una casa. He sido despedida», dice esta mujer que llegó de Colombia hace casi 30 años. «Mi compañera (de piso) cuidaba a una señora, pero ha sido despedida igualmente», señala.

Sus comidas son frugales, pese al bono de 30 euros que cada una recibe de la Cruz Roja para ir al supermercado y el apoyo de una asociación local. «Vivimos con un doble miedo, al virus y a la crisis», concluye Domínguez.

Más información