El campo y la pesca española, en jaque por el coronavirus

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El campo y la pesca española, en jaque por el coronavirus

El consumidor ha cambiado sus hábitos, lo que unido al cierre de fronteras está afectando a la demanda y la mano de obra.

Pesca

El comienzo de la primavera suele ser fructífero para Sergio Gómez, exportador de fresa del sur de España, pero la crisis del coronavirus ha puesto patas arriba la recogida: «¡llevamos cinco días perdiendo dinero!».

Con la población confinada desde mediados de marzo en la ‘despensa de Europa’ y casi todo el continente, numerosas fuentes consultadas por AFP comentan que el consumidor ha cambiado sus hábitos, lo que unido al cierre de fronteras está afectando a la demanda y la mano de obra.

La fresa sufre

Uno de los sectores más golpeados es la fresa de Huelva, en Andalucía, que en este momento del año copa más del 90% del mercado europeo. Según fuentes sindicales y patronales, la demanda ha caído a la mitad.

Además, debido al cierre de fronteras con Marruecos, sólo vino un tercio de los temporeros marroquíes habituales, que hacen el grueso de la recogida.

«El sector está asustadísimo», dice Sergio Gómez, que exporta el 70% de su producción a Francia, República Checa y Polonia.

Cuenta que el principal problema es la demanda, y que es una «montaña rusa»: «lo mismo tengo un pedido y tengo que echar una hora extra, que mañana me veo con las manos cruzadas».

«El consumidor ha cambiado los hábitos por completo», explica Manuel Piedra, secretario general del sindicato UPA en Huelva. Y es que ahora compra «cada cinco días, cada ocho, o incluso cada diez», lo cual «está haciendo mella en la venta de nuestros productos» perecederos.

Buscando personal local

En la provincia andaluza de Almería, los productores aguantan algo mejor, aunque con incertidumbre en esta tierra de cultivos intensivos de fruta y hortaliza bajo invernaderos.

«No sabemos cómo va a reaccionar el mercado, es una lotería», dice Juan Antonio Criado, un productor local que la semana próxima empezará a cortar sandía, destinada sobre todo a Alemania.

Adoración Blanque, jefa provincial de la patronal Asaja, asegura que «en hortaliza hemos seguido prácticamente igual» en cuanto a demanda extranjera, aunque en el campo está habiendo más absentismo por las restricciones de movimientos.

La misma preocupación expresa Ramón González en Calanda (Aragón), donde produce un melocotón amarillo que se deja madurar envuelto en papel, en el propio árbol.

Este agricultor de 62 años suele contratar temporeros rumanos, y espera en mayo empezar a seleccionar los mejores frutos. «Necesito 20 personas, que vienen de fuera. Si no me vienen el 2 de mayo, no me pueden hacer el trabajo, y es un problema grave».

El ministro de Agricultura, Luis Planas, asevera que actualmente «todos los productos alimentarios están llegando [al consumidor] en cantidad y en calidad absolutamente normales», y ante la falta de personal foráneo, aboga por la mano de obra local.

De momento, el gobierno anunció que destinará 236 millones de euros para ayudar a que los ayuntamientos contraten a unos 200.000 trabajadores del campo.

Los esquiladores uruguayos que no vinieron

El cierre de fronteras también afecta la actividad ganadera.

Gaspar González, gerente de la cooperativa FOVEX SAT, en Extremadura, esperaba como cada año una cuadrilla de trabajadores uruguayos para esquilar entre abril y junio a unas 100.000 ovejas. Pero al menos hasta mayo no podrán venir.

Una pena, pues los esquiladores uruguayos «tratan muy bien al ganado» y «dan muy buenos resultados». Por otro lado, no hay alternativa de personal local, ya que «aquí desgraciadamente ese oficio se ha abandonado».

Juan Metidieri, presidente regional de Asaja, añade que la carne de ovino está cayendo casi un 40%. Sus propios corderos «estaban operando a 77 euros, y han bajado a 50-52. Es una verdadera barbaridad».

En Galicia ya no se marisquea

Y es que tanto la carne como el pescado acusan el cierre de un cliente fundamental: los bares y restaurantes.

«Se vende todo, pero rebajando los precios», lamenta José Malvido, un pescador de Galicia que ha perdido casi la mitad de lo que suele ganar con sus lenguados y sus rodaballos.

Su mujer vende el pescado capturado en la lonja del pueblo, Bueu, pero «hay que moverse mucho» para colocarlo, vendiéndolo por ejemplo a domicilio a personas mayores.

Basilio Otero, presidente de la Federación Nacional de Cofradías de pescadores, dibuja un panorama dispar en las costas españolas.

En el Mediterráneo «más de un 90% de embarcaciones están paradas», por el miedo de la tripulación al contagio y la falta de equipos de protección, y en Galicia la explotación de marisco está estancada.

En el Cantábrico prosigue la campaña de la caballa, aunque con «un descenso brusco del precio de compra».

Javier Garat, presidente del principal sindicato pesquero europeo, Europêche, añade que el pescado capturado por buques españoles en aguas europeas (merluza, gallo, rape) está sufriendo «un bajón de precios en primera venta superior al 50%».

Y fuera de Europa, hay problemas de movilidad: «En Perú ha pasado que la flota ha ido a descargar las capturas y hacer relevo de personal, y han estado confinados 15 días en un hotel».

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