«Hay que invertir para evitar la ‘japonización’ de Europa»

Entrevista a Emilio Ontiveros, presidente de AFI

«Hay que invertir para evitar la ‘japonización’ de Europa»

Emilio Ontiveros, fundador de Afi, cree que Europa “no lo puede hace peor” y pide poner controles al sistema financiero.

Emilio Ontiveros

Emilio Ontiveros, presidente y fundador de AFI (Analistas Financieros Internacionales) presenta en EL BOLETÍN su nuevo libro ‘Excesos: Amenazas a la prosperidad global’ (Editorial Planeta), un recorrido por todo lo que se ha de evitar para repetir los perjuicios del pasado.

Una regulación fuerte que supere a los “papanatas ideológicos” que abogan por la falta de normas. Un sistema económico que respete tanto a los ciudadanos como al medio ambiente y al que las empresas parecen sumarse “porque le han empezado a ver las orejas al lobo”.

Desde que nacemos siempre se nos ha dicho que ‘todo en exceso es malo’. ¿Algún exceso positivo?

No. La única dimensión positiva de los excesos es la del aprendizaje. Saber a posteriori que los excesos y las disfunciones del sistema económico te enseñan a saber lo que no tienes que hacer.

Está mal trabajar demasiado, está mal desregular demasiado, está mal la desigualdad. No sé si hay algún exceso económico positivo.

Uno de los pecados del exceso de financiación que condujo a la crisis fue la presunción de que la autorregulación era buena

Quizá en otros campos de la vida.

Quizá, pero si ya lo calificamos como exceso, mal asunto.

En la economía, ¿dónde comienza el exceso?

Es el momento donde empieza a experimentar rendimientos decrecientes. Tú tienes utilidad cuando consumes o disfrutas de algo, ahí la utilidad es creciente. Sin embargo, si llegas a un punto en el que empiezas a no disfrutar tanto, se ha producido el exceso.

En cualquier caso, el concepto de excesos que manejo en el libro tiene que ver con disfuncionalidades, con estirar demasiado las costuras del sistema económico, por la desregulación y desprotección excesiva. Tiene que ver con la financiarización de la economía, con el cambio climático o con la creciente desigualdad.

El vómito de todos esos excesos fue la crisis del 2008.

Leyendo el libro da la sensación de que la globalización sin control está en la base de casi todos los problemas que vivimos en los países desarrollados.

Sí señor, sin control y sin gobierno. A los mercados no se les puede dejar solos. Si queremos que haya una libre circulación de bienes y de servicios es importante que primero haya un conocimiento de lo que ocurre en el mundo real y una regulación.

Uno de los pecados del exceso de financiación que condujo a la crisis fue la presunción de que la autorregulación era buena. Es una tesis que llegaron a defender autoridades de Estados Unidos y no solo de allí.

Es como si dices que no estás de acuerdo con el código de circulación y que vamos a confiar en la responsabilidad de cada conductor y cada peatón. Mire usted, mejor no.

Cuando un Estado o político quiere regular algunos aspectos de la economía se le acusa de interventor o filocomunista, como si fuera un enemigo del mercado.

Eso es una tontería, porque precisamente son los excesos, la concentración de empresas, lo que mina la propia esencia del sistema capitalista.

En el libro menciona a los “papanatas ideológicos” en relación a la globalización. ¿Quiénes son?

Esta pregunta nos remite a una consecuencia positiva de los excesos, que es que ya no son los que eran. Normalmente es gente que no está directamente en los mercados, porque los propios operadores son conscientes de que hay que limitar.

Son algunos académicos, por ejemplo, aunque es cierto que cada vez son menos. La crisis fue una lección.

¿Hemos aprendido algo de ella, más allá de la teoría?

Creo que sí, otra cosa es que sea suficiente. Quizá haya una falta de simetría entre lo que hemos aprendido de la crisis y lo que estamos aplicando. En cualquier caso, la crisis fue una clase práctica brutal.

A base de sufrimiento.

Sin duda, pero los bancos centrales, por ejemplo, han aprendido lecciones y han reforzado la regulación. La han compactado y clarificado. Ningún banco central hace las cosas hoy como las hacía antes de la crisis, sobre todo en términos de supervisión financiera.

El propio BCE, la primera conclusión que sacó de la crisis fue crear la unión bancaria en 2012. Hoy estamos mejor gracias a que Mario Draghi viera que el euro se fragmentaba, y no por la deuda pública de España, Italia o Portugal. Se iba porque los bancos se empezaban a hundir.

De hecho, los propios bancos han aprendido mucho de aquello y ahora son más prudentes.

Sí, ¿pero la banca en la sombra no es un riesgo cada vez mayor?

Lo que puedes sugerir es que parte de los riesgos que antes acarreaban los bancos se ha desplazado a otros sitios, y es verdad. De hecho, el Fondo Monetario Internacional ha advertido sobre ello, ‘cuidado, que los mayores riesgos del marcado quizá ya no están en los balances de los bancos y te los puedes encontrar en fondos de financiación crediticia’.

O incluso en algunos fondos de pensiones y compañías de seguros. Por tanto, ¿hay riesgo en el sistema financiero internacional? Sí. ¿Son de la misma cuantía que los de 2007? Yo creo que no. ¿Va a haber una nueva crisis económica? Sí.

¿Sería capaz de ponerle fecha a esa crisis?

Incapaz. De hecho, no te fíes de los que lo hagan.

No se puede tolerar que haya un impuesto de sociedades a las grandes empresas inferior a las medianas o pequeñas empresas

¿Y los motivos de la crisis?

Hay factores de riesgo, como el que has señalado de la banca en la sombra, o los tipos de interés. Que sean tan bajos invitan al alcoholismo. Posiblemente provoquen que haya muchas empresas zombies, que no son capaces de generar los beneficios suficientes para pagar los intereses.

Empresas que en condiciones normales de mercado no tendrían acceso al crédito, pero ahora, con la balsa de liquidez que hay, pues se lanzan.

¿Qué otros factores de riesgo observa?

Hay seguros de vida, no en España, que tienen obligaciones con sus clientes de asegurarles una rentabilidad vitalicia, imagínate, al 4%. Hace 12 años, empiezas a pensar en tu jubilación y te abres una pensión de este estilo en un banco alemán. Claro, en esa época el bono alemán estaba al 4,5 o al 5%, y las aseguradoras creían que podrían sostenerlo.

A pesar de la bolsa de liquidez, Europa está en proceso de ‘japonizarse’.

Es una paradoja cruel. El crecimiento es del 1%, no hay inflación. En algunos países casi más cerca de la deflación. La productividad está quieta, la producción industrial se está hundiendo, y la inversión industrial insensible a un coste de capital de cero o negativo. Todo eso es común con Japón.

El último elemento que cuadra con el país asiático es la evolución demográfica. Europa va camino de ser un parque temático. Países muy envejecidos y discursos haciendo ascos a la inmigración.

¿Qué debe hacer Europa?

Dos transiciones que tiene pendientes. Una, cumplir los Acuerdos de París de 2015. Eso exige invertir mucho en energías renovables, en eficiencia energética, en tecnología, etc. 180.000 millones de euros al año en eso. ¿Por qué no se invierte?, ¿por qué no lo hace el Banco Europeo de Inversiones, que tiene el triple A?

Está siendo el sector privado quien más está invirtiendo en ese sentido.

Sí, pero es que la inversión privada en Europa también se está agarrotando. La Comisión Europea o el BEI deberían actuar como liebre para desinhibir la inversión.

¿Cuál es la otra transición que tenemos pendiente?

La tecnológica. Nos estamos quedando atrás de esa pugna que está habiendo, y que es lo que realmente hay detrás de lo de China y Estados Unidos. No son los aranceles sobre las lavadoras, lo que hay es una pugna por la automatización.

Tres cuartas partes de los futuros herederos de las principales compañías de EEUU son ecologistas. Piensan en sostenibilidad

Las empresas estadounidenses destinan sus ingresos principalmente a recomprar sus propias acciones e inflar su cotización en vez de a la inversión. ¿Qué consecuencias tiene?

Eso es algo que les digo siempre a mis alumnos. ¿Qué pensáis de una empresa que se endeuda, o bien para recomprar acciones o bien para pagar dividendos, en vez de concretar inversiones de futuro?, ¿cuál es la calidad de ese empresario?

Es una perversión. Una cosa es que lo hagas de una forma episódica, pero que lo hagas por sistema para maximizar momentáneamente el valor de la acción es un suicidio.

En España, las empresas vemos cómo cada vez tienen menos peso en la recaudación fiscal del Estado – pese a haber aumentado sus beneficios – mientras que crece el de las rentas de trabajo. ¿A qué sociedad nos lleva unos impuestos bajos en Sociedades y patrimonio?

Mala. Mal asunto. No lo digo yo, lo dice también Warren Buffet. La fiscalidad tiene que reequilibrar los desajustes que genera el sistema económico. Esto lo cuestionan papanatas ideológicos o gente muy cortoplacistas.

Es que ni siquiera en el corto plazo es rentable jugar a desmantelar el sistema tributario. No se puede tolerar que haya un impuesto de sociedades a las grandes empresas inferior a las medianas o pequeñas empresas.

Algunas empresas dicen ahora que maximizar beneficios no debe ser el único motor de la economía. Que también hay que cuidar de los trabajadores. Ahora con la Cumbre del Clima parece que todas son verdes. ¿Son disfraces?

La Business Round Table de Estados Unidos, la organización empresarial más conservadora, que hasta hace poco decía que la única misión de las empresas es maximizar los beneficios de los accionistas, dice ahora que las empresas pueden tener otros propósitos complementarios.

Hay que pensar en los clientes, en la comunidad en la que actúan, en los trabajadores. ¿Eso es postureo?, ¿es marketing para tratar de restablecer esa reputación erosionada? Sí. Pero ya no hay marcha atrás. Cuando dicen eso es que le han visto las orejas al lobo.

Cuando Blackrock dice que va a guiar sus inversiones de acuerdo a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, no lo dice porque lo sienta, quizá, sino porque ha visto que hay inversores jóvenes que ya no tragan.

Con los tipos de interés tan bajo y la falta de inversión se está desafiando a los manuales de economía. Europa no lo puede hacer peor

Durante la Cumbre del Clima, muchos paneles se enfocan en medidas sustitutivas, o cambios de hábitos de los ciudadanos, pero ¿es el modelo económico lo que hay que cambiar?

No tanto eso sino establecer restricciones en los modelos de producción. Cada vez hay más compañías que están comprometiéndose a reducir las emisiones de CO2, por ejemplo Repsol. El BCE ha dicho que empezará a comprar bonos verdes en el mercado secundario.

Tres cuartas partes de los futuros herederos de las principales compañías de EEUU son ecologistas. Piensan en sostenibilidad. Seguirán siendo multimillonarios, y empezarán a invertir en verde. ¿Sabes por qué? Porque se ha puesto de manifiesto que la inversión selectiva no es menos rentable que la otra.

Este tipo de inversión acapara una gestión más cuidada. El gestor de un fondo solidario es un gestor más consciente, que presta atención.

¿La concentración empresarial y el auge de monopolios en algunos sectores (farmacéutico, tecnológico) qué consecuencias tiene sobre los ciudadanos?

Grandes, porque, entre otras cosas, no se está cumpliendo el principio de igualdad de oportunidades. Además, el exceso de concentración está erosionando la inversión. Muchas nuevas empresas, cuando pasan de la adolescencia son engullidas por otras.

Otra de las consecuencias recae directamente sobre el consumidor, que la sufre vía precios. Puede haber situaciones de concentración empresarial que no suponga precios más caros en un inicio. Sin embargo, ya lo decía Adam Smith, si yo acabo quedándome con el mercado del agua mineral, ten por seguro que en un momento dado daré peor calidad o mucho más caro.

Quien dice el agua mineral dice la movilidad.

Obvio, dice telefonía móvil, cualquier cosa.

¿Habría que tomar medidas radicales como trocear algunas gigantes, por ejemplo?

Depende, ahí sí que habría que aplicar el análisis sectorial. Soy muy poco partidario de aplicar soluciones genéricas. Pero es verdad que hay sectores, como el de Facebook, donde empieza a ser sensato plantearlo.

Pero no solo hacer eso, sino que en el ‘troceamiento’ los vínculos empresariales fueran limitados. Por eso es importante reforzar la capacidad supervisora de la competencia.

¿Qué le parece la tasa Google?

Es razonable. Es una respuesta a una enfermedad tan mala o peor que la concentración, que es la elusión fiscal. Hay compañías que se benefician de jurisdicciones de conveniencia para no pagar impuestos.

En el libro habla de mejorar la cooperación entre estados, “regulación financiera homogénea”, pero ¿es esto posible si dentro de la UE no se ponen de acuerdo, ni siquiera para esa propia tasa Google?

No es imposible. Es absolutamente necesario, la evidencia de que si no ocurre es malo para todos a largo plazo es un hecho. Es una provocación a los ciudadanos que en el seno de la UE haya paraísos fiscales. No tiene sentido que haya países que se beneficien del prejuicio a los demás.

Eso ocurre en España también, de alguna manera, entre comunidades autónomas. Las regiones acusan a Madrid de hacer una especie de dumping fiscal.

Ocurre también, sí.

Al final del libro termina con un mensaje algo optimista (‘Nada está perdido’). ¿Cuál es el camino para encontrarlo?

En cuanto a los europeos, por ejemplo, ir unidos. Además de eso, invertir para evitar la ‘japoneización’ del continente. Con los tipos de interés tan bajo y la falta de inversión se está desafiando a los manuales de economía. Europa no lo puede hacer peor.

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