Orden global

Tribuna

Orden global

Asumo este artículo desde la ciudadanía global. Desde una de sus parcelas relegadas; pero, asumiéndome parte activa del mundo.

Bola del mundo hundiéndose

Asumo este artículo desde la ciudadanía global. Desde una de sus parcelas relegadas; pero, asumiéndome parte activa del mundo. Sin duda, influido por el largo tiempo de acercamientos profesionales a los «asuntos públicos» en casi todos sus niveles y canales; pero, sobre todo, con base en una aproximación ciudadana, forzosamente proactiva.

Hoy, la comarca de todos es el mundo. Nuestra normalidad pueblerina o citadina depende de centros de poder mundial. Ya no son dos. Ya no es uno. Hay más agentes; pero, no más orden. La chocante asunción de Fukuyama de hace unos pocos años, sobre un supuesto fin de la historia -de una cierta dialéctica global, más bien- dio paso a una recomposición en la cual, el descuido de unos y una maldita perversión del poder nos trajeron a los riesgos actuales.

Como ciudadano de la parcela latinoamericana del tercer mundo, no acepto, ni el descuido, ni la perversión, ni los riesgos. Y lo asumo como asunto global. El mundo debe ser recompuesto -menuda utopía- y puede serlo desde cualquier rincón. Lo importante es saber que siempre habrá un orden global y que son miles los caminos que conducen a su acomodo.

Mi utopía es, no simplista, sino sencilla. En cualquier reunión o ante cualquier institución ligada a los afanes globales, o por esta «Tribuna», planteamos colegiar el mundo. Y veámoslo como un ejercicio ético, de apertura, participación, organización e institucionalización.

El orden global no puede ser una puja competitiva, en un mundo con tantos riesgos. Tiene que ser cooperativo. No debe ser solo de Washington, Moscú, Pekín y otras nacionalidades emergentes, sino de una trama honestamente global, intencional y consciente. No solo de propósito material, sino de supervivencia. No solo de supremacías, sino de plena y permanentes convivencia, gobernabilidad y bienestar económico.

Alegra la multipolaridad reciente; pero, no debe dar pie a la competitividad salvaje. Ella -la multipolaridad- debe ser un fin explícito; pero, sobre reglas, condiciones, recursos y procesos intencionalmente dirigidos a la perpetuidad y a la realización de todos. Material -económica- y espiritual. A cada quien según sus necesidades y capacidades; pero, con las estructuras y canales para lograrlo.

Mi parcela, América Latina, no está haciendo su tarea. Sus dos polos principales se van a los extremos políticos. Riesgosos, por cierto. Los esfuerzos integracionistas pasados han sido meras iniciativas vacuas. La presencia o entidad global no se asume. Ahora, parece haber una esperanza en la Alianza del Pacífico; pero, está por demostrarse su viabilidad como opción regional integradora. El orden mundial no lo asumimos. La trama global intencional y consciente no ha sido nuestro reto. No creemos en el «Efecto Mariposa».

América Latina debe asumirse como agente global y asumir el mundo como reto. Deng Xioaoping pudo hace unos cuarenta años. La India lo hace ahora. El que fue un país emergente cuando nuestra región colonial hispana ya acumulaba más de un siglo de historia, hoy es la potencia mundial. Los viejos imperialismos europeos, exitosos o fallidos, hoy están disminuidos y con el Brexit, algunos pretenden avanzar retrocediendo. Bailan como Michael Jackson. O caminan como el cangrejo.

Asumamos el mundo, pues. Sea en el Foro Económico Mundial (el WEF), sea en la Asamblea General de la ONU, sea en la OCDE, Banco Mundial, FMI, sea en todos los foros de proyección supranacional. O en todas las múltiples modestas columnas de opinión de todos los rincones del mundo, como esta. Un reto debe ser planteado: la aspiración de un nuevo orden mundial intencional y consciente, con América Latina como actor de valor.

Orden mundial tan completo como posible. Con una imagen-objetivo clara. Y con un buen diseño estratégico. Con sed de triunfo: focalizado en el mejor resultado material, con respeto a las restricciones ambientales, sociales, políticas, militares y otras. Montado sobre una trama institucional también focal y con base en una organización plenamente participativa. ¡Ah! Y con base ética. Sí se puede. Espero que al despertar de este sueño, me encuentre con otras utopías como la expuesta.

***Santiago J. Guevara G., es economista venezolano, experto en Prospectiva, Estrategia y Gestión. Profesor universitario jubilado. Ejerce la Coordinación Adjunta de la Materia Interescuelas de FACES-UC (Universidad de Carabobo) en «Gerencia y Finanzas de Criptomonedas y Criptoactivos». Es líder promotor del «Grupo de Deontología de la Criptoeconomía», basado en la Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad de Carabobo e impulsa otras esferas del campo y relacionados

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