Redes y arpones para «pescar» basura espacial

Basura espacial

Redes y arpones para «pescar» basura espacial

La chatarra en torno a la Tierra está formada por fases de cohetes desechadas, satélites rotos o herramientas perdidas por los astronautas.

Basura espacial

La órbita baja de la Tierra es como una montaña de basura en la que flotan unos 166 millones de pequeños y grandes desechos espaciales… y cada vez son más. Un proyecto propone redes y arpones para hacer limpieza.

Un pequeño trozo de chatarra zumba por el espacio. Una red con forma de estrella se le acerca, lo rodea y se cierra en torno a él gracias a los seis motores que lleva en cada una de sus puntas, tal como se puede ver en un video demostrativo de la misión «RemoveDEBRIS». «De esa manera, el pez que ha sido pescado ya no puede escaparse», explica el director de proyecto, Ingo Retat, del consorcio aeronáutico Airbus Defence and Space en la ciudad alemana de Bremen.

Él y sus compañeros acaban de probar por primera vez con éxito la red en el espacio. De esa forma, los satélites podrían ir en el futuro a la caza de basura espacial, convirtiéndose en una especie de basureros cósmicos.

La chatarra en torno a la Tierra está formada por fases de cohetes desechadas, satélites rotos o herramientas perdidas por los astronautas, señala la Agencia Espacial Europea (ESA). Estados Unidos vigila en la actualidad 21.000 fragmentos con un diámetro de al menos diez centímetros. «El debate sobre cómo deshacerse de esa basura se ha intensificado», dice el experto de la ESA Holger Krag. «Hay que aceptar que en el futuro habrá regulaciones que obliguen a recoger la basura espacial».

Cómo podría organizarse esta tarea es algo que estudia la misión «RemoveDEBRIS», dirigida por la Universidad de Surrey en Reino Unido y que en junio fue probada desde la Estación Espacial Internacional (ISS). Inspirándose en la pesca, un satélite lanzado desde la ISS se dedicó a cazar objetos con una red. Los expertos de Airbus probaron antes durante seis años la red en el laboratorio y en vuelos con ausencian de gravedad.

El experimento en el espacio demostró que funciona, pero después de eso la red simplemente se alejó flotando en el espacio infinito, y en una auténtica misión habría que recuperar la chatarra mediante una cuerda. El año próximo se empezará a usar además un arpón también diseñado por Airbus, que es más preciso que la red pero no es tan adecuado para objetos que rotan o los que llevan tanques de combustible, por el peligro de explosión.

Entre dos y tres veces por año, los satélites se ven obligados a esquivar la basura espacial. También la ISS tuvo que cambiar por esa causa ya varias veces la altura de su órbita. «El peligro de la chatarra espacial no es muy grande por ahora», dice Manuel Metz, del Centro Alemán de Navegación Aérea y Aeroespacial. «Pero esto puede cambiar en el futuro con la comercialización de los viajes espaciales».

Y el desarrollo de la tecnología para encargarse de la basura apenas está en sus inicios. «El objetivo principal serán los objetos grandes y hay que ser capaces de recuperar varios de ellos de una vez, porque si no sería muy caro», pronostica Metz.

Investigadores japoneses y australianos trabajan actualmente también en otro método para frenar la chatarra industrial con ayuda de un rayo de plasma. Con un rayo proyectado desde un satélite conseguirían empujar la basura de modo de que entre más rápido en la atmósfera terrestre, donde se desintegra.

El problema es que al emitir el rayo, el satélite se ve a su vez impulsado en la dirección opuesta, por lo que se requiere un segundo impulso que lo mantenga estable. Los investigadores liderados por Kazunori Takahashi, de la Universidad de Tohoku, diseñaron un sistema con dos rayos opuestos. «Nuestro descubrimiento hará un aporte importante a la sostenibilidad del espacio», dice Takahashi, pero añade que aún no sabe cuándo estará operativo.

Por eso, lo más importante es evitar que se genere más basura. Hace 15 años, 13 agencias espaciales acordaron una serie de reglas sobre lo que debe ocurrir con los satélites al final de su vida útil, que establecen que los que están en la órbita baja tienen que entrar en la atmósfera para desintegrarse a más tardar en 25 años. Los satélites de comunicaciones y televisión, que están comparativamente en órbitas geoestacionarias más elevadas, tienen que ser llevados a una «órbita cementerio», a al menos 235 kilómetros de altura. «Pero se trata solo de directrices», recuerda Mezt. «No hay leyes mundiales ni ninguna sanción».

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