El PP aprende a navegar

Primarias en el PP

El PP aprende a navegar

En las primarias el sigilo y la hipocresía, que la disciplina partidaria impone a sus miembros, se altera, saltan a la vista los odios acumulados, las discrepancias silenciadas y la pérdida del miedo a hablar.

Soraya Sáenz de Santamaría junto a Pablo Casado

El Partido Popular está aprendiendo a navegar en democracia. Y la verdad es que ya era hora de que se lo tomase en serio. Llevaba más de cuarenta años aferrado a los tics franquistas que a veces le dieron buenos resultados, pero nunca buena imagen. Sólo para los más afines que no tenían problema en asumir que su partido estaba convirtiéndose en un anacronismo en la política occidental era aceptable.

Le costó asumir la vía de las primarias — que tanto criticó cuando otros la implantaron –, para elegir a sus órganos de dirección y ahora que la está ensayando se estará dando cuenta de que no es pan comido ni carente de riesgo. Abrirse a las opiniones y deseos mayoritarios sin renunciar al respeto a las minorías tiene sus dificultades. Es más cómodo, qué duda cabe, la verticalidad de la orden superior.

Unas primarias implican competición y en la competición se ponen a prueba múltiples factores: de inteligencia, resistencia, capacidad de comunicación, imagen, ideas y, por supuesto, facilidad o proclividad para establecer acuerdos o formar alianzas tácticas o estratégicas. Sin descartar nunca el golpe bajo del adversario, el buzoneo del dossier secreto, revelando alguna de las miserias que la lucha por el poder suele aflorar.

La fórmula elegida por los “populares”, el recurso al balotaje, además obliga a los candidatos a virar en otra dirección cuando se supera la primera ronda. Unos tienen que acomodar su mensaje y renunciar a sus críticas a otro para conseguir ahora su respaldo en tanto que otros tienen que amoldarse a aceptar el éxito del ganador para poderse colocar a su vera a la hora de las pedreas políticas que permiten a los profesionales de la política seguir manteniendo empleo y voz.

En las primarias el sigilo y la hipocresía, que la disciplina partidaria impone a sus miembros, se altera, saltan a la vista los odios acumulados, las discrepancias silenciadas y la pérdida del miedo a hablar. Luchar por algo siempre implica utilizar recursos que con frecuencia rebasen las normas más laxas de la cortesía. Y eso en el PP de Fraga, Aznar y Rajoy es nuevo. Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado tendrán que ponerlo en práctica si quieren ganar.

Entre tanto está el riesgo de que el enfrentamiento no se quede sólo en la campaña y acabe fracturando al partido para algún tiempo. Y más cuando todavía se lame las heridas de la pérdida del Gobierno y el poder que queda para repartir entre tantos aspirantes es limitado. El vencedor saldrá con la aureola democrática que sus predecesores no se ganaron en las urnas internas, pero no por eso va a tenerlo fácil.

Para estrenarse tendrá que empezar a arbitrar en las guerras por las candidaturas de toda España ante las elecciones autonómicas, municipales y europeas que tienen que celebrarse en el próximo año. Entonces será más que probable que las ambiciones y deseos saquen a flote las heridas que salgan mal saturadas del Congreso precipitado de los días 21 y 22 y sobre ello tendrá que volcarse.

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