¿Conspiración contra Cifuentes?

Máster de Cifuentes

¿Conspiración contra Cifuentes?

E muy malo que al frente de las instituciones que tienen que gobernar, legislar o juzgar estén personas cuya imagen se halle comprometida por la duda.

Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid

Una trampita de tres al cuarto comparado con tantas corrupciones como estamos presenciando, probablemente ha acabado con la prometedora carrera política de Cristina Cifuentes, presidenta de Madrid todavía. En todo el embrollo sobre el máster que oficialmente y, por lo que se intuye, tan chanchulleramente tiene, hay muchas dudas sobre sus cualidades personales; tantas casi como sobre las incongruencias y falsedades que ofrece su currículum académico. La principal es si además de lista, que es algo que se le reconoce desde antiguo, se habrá pasado de lista o si, por el contrario, ha sido su deslealtad consigo misma la que la ha traicionado.

Cifuentes lleva mucho tiempo presumiendo de honradez, algo que no todos los dirigentes de su partido pueden hacer, y de transparente. Y ahora, esta presunción se le vuelve en contra: en un momento delicado para su imagen no ha regateado subterfugios para intentar hacernos creer a todos -es decir, engañarnos- que el master lo consiguió de forma normal, en las mismas condiciones que los demás colegas de su promoción. Pero probablemente mientras de lista se pasó unos cuantos pueblos, en cambio de ingenua pecó más que una colegiala. Aunque lleva más de un cuarto de siglo en política, no aprendió que la verdad suele resplandecer cuando los medios de comunicación la ponen en duda.

Hubiese quedado relativamente bien habiendo reconocido que, bueno… en la Universidad Rey Juan Carlos, cuya imagen no gana para disgustos, le echaron unas cuantas manos, hicieron la vista gorda ante sus ausencias en clase, falsificaron firmas, en fin, para qué seguir. Si lo hubiese admitido antes de llegar tan lejos, por lo menos habría sido valorada entre los ciudadanos la sinceridad que tanto escasea en la vida pública y, lo más importante, no hubiese emponzoñado tanto a una Universidad, que debería ser ejemplo de seriedad, como a la institución universitaria en general. La sospecha de delito ya en poder de la Fiscalía a cuantas personas ¿no se le plantearán dudas si lo de la presidenta madrileña ha sido un caso único o son más los graduados, licenciados o doctores igualmente fraudulentos que andan por ahí tan campantes?

Tampoco Cristina Cifuentes fue hábil al sacudirse las culpas con el tópico de que se trata de una conspiración ni ha sido consecuente con lo que venía propugnando incluso para la redención de su partido, el Popular por si alguien no relaciona, que es, ante la duda, dimitir. Ya se sabe, por supuesto, que la presunción de inocencia rige hasta que haya una sentencia en firme pero en la política esta norma no es tan aceptable como en otras causas. No es bueno, qué digo no es bueno, es muy malo que al frente de las instituciones que tienen que gobernar, legislar o juzgar estén personas cuya imagen se halle comprometida por la duda.

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