Alemania y España, una rivalidad que marcó la última década

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Alemania y España, una rivalidad que marcó la última década

Alemania y España, las dos últimas selecciones campeonas del mundo, protagonizan una rivalidad que, más allá de altibajos, marcó el fútbol internacional en la última década.

Banderas de Alemania y España

La cita de este viernes en Düsseldorf, en un duelo amistoso que servirá como ensayo para la Copa del Mundo de Rusia 2018, supone el reencuentro de dos de las grandes candidatas a volver a conquistar el trofeo y también el de una rivalidad forjada en la última década a base de intensos duelos en fases finales.

Todo comenzó en el año 2008, durante la Eurocopa celebrada en Austria y Suiza. Antes de eso, el fútbol español nunca se había podido comparar por éxitos con el alemán, claramente superior a nivel de selecciones. Sin embargo, en la final del torneo continental la balanza empezó a tornarse hacia el lado de la «Roja» por primera vez.

Un recordado gol de Fernando Torres sirvió para sentenciar el partido por 1-0, dándole a los españoles su primera gran alegría internacional en varias generaciones y no sólo eso: puso la primera piedra de lo que terminaría siendo la época dorada de su selección nacional. El seleccionador alemán Joachim Löw ya estaba allí para verlo.

El destino volvió a cruzar a la «Mannschaft» con España en las semifinales de Sudáfrica 2010. El resultado fue el mismo (1-0 favorable a los españoles, que terminarían conquistando su primer Mundial) pero el significado fue mucho mayor: el encuentro dejó constancia de la superioridad del nuevo juego de toque español, una versión mejorada de lo que por aquel entonces Josep Guardiola ya estaba poniendo en práctica en el Barcelona y que unos años después llevaría a la Liga alemana a través del Bayern Múnich.

Aquel día los Xavi Hernández, Carles Puyol, David Villa y compañía se encontraron con un rival joven y noble que a diferencia de los anteriores no propuso una respuesta física y dura para anularlos, por lo que terminaron disfrutando del partido más controlado de todo el torneo. Aquella lección no sólo la aprendería bien Löw, sino también algunos de los referentes alemanes de hoy que entonces estaban dando sus primeros pasos en un Mundial: Manuel Neuer, Toni Kroos, Sami Khedira, Mesut Özil y Jerome Boateng, entre otros.

El seleccionador alemán buscó a partir de entonces imprimir un estilo de juego más basado en el dominio y control de la posesión de la pelota, tomando una de las máximas del estilo español: «Mientras yo domine el balón nunca me podrán hacer gol». De hecho, Löw nunca ha escondido su admiración por dicho estilo, como explicó en una entrevista en el diario «El País» en 2012.

«Puedo decir con rotundidad que España me encanta. Hay entrenadores que prefieren el fútbol inglés, otros se inclinan por otros países… A mí me gusta España. El fútbol que se juega allí lo siento como algo próximo. ¿Qué admiro? La soltura. Estamos trabajando durísimo por conseguirla», dijo entonces.

Löw logró integrar esas ideas con los tradicionales valores del fútbol alemán, potencia y eficacia, y el resultado fue un equipo que arrasó en Brasil 2014, logrando su cuarto título mundial con autoridad y buen juego. Por contra, ese mismo torneo terminó siendo el epílogo de la generación dorada de España, que tras conquistar también la Eurocopa de 2012 tuvo una sorprendente, temprana y amarga eliminación en la fase de grupos.

La Eurocopa de 2016 puso de manifiesto uno de los defectos que comparten ambas selecciones: la dificultad para anotar y para encontrar un delantero centro efectivo y regular. Alemania cayó en semifinales ante Francia por 2-0, el mismo resultado con el que Italia eliminó a España en octavos de final.

Alemanes y españoles vuelven a ser favoritos para triunfar en Rusia 2018, donde afrontarán el reto de mantenerse en la cima del fútbol mundial tras una década repartiéndosela entre ellos. Y qué mejor manera de prepararse para ello que viéndose las caras de nuevo.

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