De la Caelia a la «Artesana»

Cerveza

De la Caelia a la «Artesana»

La cerveza conviviría con el vino durante las Edades Media y Moderna, aunque gracias un clima más amable para el cultivo de la Vid la producción de vino fue mucho mayor que de cerveza.

Cerveza

España siempre fue un país cervecero. La Historia cuenta que antes de que los Romanos extendieran el vino por la Península, los Íberos ya elaboraban «Caelia«, una suerte de bebida hecha a base de cereales fermentados. Posteriormente, con la caída del Imperio Romano, las invasiones bárbaras, y sobre todo con el advenimiento de la corte flamenca de los Austrias, la cerveza conviviría con el vino durante las Edades Media y Moderna, aunque gracias un clima más amable para el cultivo de la Vid la producción de vino fue mucho mayor que de cerveza.

Ya en el XIX se produce un hecho importante, y que diferenciaría a España y a la producción de cerveza de los países europeos. Lo normal en el norte de Europa era que cualquier campesino tuviera en su casa una pequeña producción de cerveza artesana para consumo propio, cuando en España el consumo se limitaba a los núcleos urbanos y a las clases burguesas, mientras que el resto consumía fundamentalmente vino y derivados. Con la Revolución Industrial y los estudios de Pasteur comienzan las primeras industrias cerveceras, muy ligadas a la producción de «frío» industrial, y algunos visionarios extranjeros como el francés Casimiro Mahou, que abre una fábrica de hielo y una cervecera en Madrid, o el Alsaciano Louis Moritz, que hace lo propio en Barcelona, asientan las bases de lo que será el mercado cervecero en España. El consumo urbano, y sobre todo la exportación, colaboran en el crecimiento industrial de estas fábricas y la aparición de otras en ciudades portuarias como Sevilla o Santander.

Con la llegada del siglo XX la evolución industrial de la cerveza se estabiliza, el emigrante retornado de México, José Rivera, funda en A Coruña Estrella Galicia en 1906, los Osborne establecen en 1904 La Cruz del Campo en Sevilla. En los años veinte se crean otras marcas como Alhambra en Granada o Cervezas Victoria en Málaga, pero tanto la producción como el consumo se ven mermados por la Guerra Civil y los primeros años del franquismo, y solo empieza a remontar de nuevo con el aperturismo y la llegada del turismo en los años sesenta. A partir de aquí el consumidor empieza a crear nuevos hábitos que favorecen su uso, como la «caña» en el aperitivo en los bares, o a nivel doméstico las botellas de un litro de capacidad conocidas popularmente como «Litrona» o «Xibeca», que afianzan una industria patria que con la entrada en la UE y la inversión extrajera, Heineken adquiere El Águila o Guinness Cruzcampo, se universaliza.

A finales del Siglo XX y principios del XXI se produce en Europa un hecho que cambia la tendencia del mercado. Las clases medias y trabajadoras europeas, especialmente en Reino Unido y países del Norte, acostumbrados a consumir grandes cantidades de cerveza, empiezan a interesarse y a consumir vino, bebida más propia de clases acomodadas. Este hecho obliga a la cerveza a competir con el vino. Miles de pequeños productores o microbrewers deciden ofrecer sus productos en bares y pubs, creando una tendencia que se expande por el continente, llegando tímidamente a España. Se fundan Micro Cerveceras, como Arriaca en Guadalajara, La Sagra en Toledo, Basqueland en País Vasco, o La Virgen en Madrid que poco a poco se han ido asentando en el mercado, gracias a un mayor conocimiento del producto por parte del consumidor, que normalmente consumía únicamente cervezas ligeras y a baja temperatura para combatir el calor.

Estilos tan dispares como las IPA (India Pale Ale,) las Imperial, o las Porter empiezan a llenar las estanterías de las tiendas especializadas o los grifos de bares, donde exclusivamente se consumen cervezas artesanas. Incluso en las cartas de algunos restaurantes más arriesgados empiezan a apostar por algunas cervezas «no industriales». La aceptación cada vez mayor de este producto ha hecho que las tradicionales marcas industriales saquen al mercado productos que buscan atraer con pequeñas «argucias» a posibles consumidores de cerveza artesana, introduciendo etiquetas con aspecto antiguo, o estilos tipo «doble malta», alejados de la tradicional Pilsen Rubia y ligera, pero sin cambiar en nada sus procesos de elaboración puramente industriales.

Las actuales cervezas artesanas, con marcas que arriesgan como Salvaje en La Mancha o La Real en Valladolid, se diferencian de las industriales en que en sus procesos de elaboración se intenta mantener la «esencia» de la producción casera, y el uso de los tres únicos ingredientes «puros» de la cerveza, la malta, el lúpulo y el agua, jugando a crear decenas de diferentes estilos jugando con tiempos y cantidades. No filtrar ni pasteurizar, respetar los tiempos de fermentación, bajas producciones y sobre todo una estrategia de marketing dirigida a un público de «entendidos» son sus claves. Algo deben estar haciendo bien cuando las grandes marcas están reaccionando. Lo que esperamos es que el consumo se afiance y a los que nos gustan podamos seguir disfrutando de buenos productos cerca de casa.

Gonzalo de Leyva, Spainiswine

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