Toca esperar

Toca esperar

El secesionismo catalán amenaza con una jornada de incertidumbre, tensión y nervios en el Parlament.

Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat

Hoy toca esperar a ver qué pasa en el Parlament de Cataluña. El secesionismo catalán amenaza con una jornada de incertidumbre, tensión y nervios. Todo podría entrar en vías de normalización democrática e institucional si el presidente del Parlament, renunciase a lo imposible cuando menos, o cuando más, en beneficio de los intereses de la sociedad catalana de la cual tanto se despreocupa. Pero de momento es poco previsible que la sensatez y el pragmatismo se acaben imponiendo a la visceralidad de un empeño que ya fracasó y que volvería a fracasar.

La pregunta del millón es qué va a pasar, sí. Pues, ¿quién lo sabe? Desde luego yo no. Se pueden desarrollar hipótesis, eso desde luego: varias, aunque bien mirado quizás queden reducidas a dos. La más sensata, ya ha quedado esbozada: que los partidos independentistas se avengan a razones, aprovechen el dictamen del Tribunal Constitucional para auto justificarse, renuncien a la cabezonería de proclamar a Puigdemont y lo reemplacen por otro candidato, entre tantos como tienen para escoger entre sus seguidores, sin implicaciones penales.

La alternativa es que si persisten en el empeño, cosa repito que bastante probable, la investidura furtiva del ex President sería inmediatamente ilegalizada – esta vez sin mucho debate – por el TC, y la Generalitat continuaría gobernada bajo la excepción del artículo 155 de la Constitución. ¿Hasta cuándo? Pues hasta que la razón vuelva a imponerse y si esto no ocurre, hasta que se agoten los plazos reglamentarios y se celebren nuevas elecciones.

Nunca antes del mes de abril según mis cálculos y, por supuesto, sin que unas nuevas elecciones resuelvan por si solas lo que los fundamentalistas del Procés se empecinan en obstaculizar. Mientras tanto, la gestión pública estará asegurada por la Administración del Estado pero la sociedad, desde su bienestar hasta su estabilidad emocional, pasando por su normalización económica, se seguiría deteriorando y fragmentando como ha venido haciendo de manera imparable desde hace varios meses.

Toca esperar, sí, por un milagro no del Más Allá, que no hay porqué mezclarlo en semejantes minucias, sino por una recuperación de la sensatez de quienes han optado por dedicarse a la actividad política pero sin ser conscientes de la responsabilidad que tienen asumida en la representación de millones de personas. Que de éstas Cataluña no va a ser una república independiente lo deberían tener bastante claro y prolongar esta situación absurda de enfrentamiento acabará pasándoles facturas, por lo menos de conciencia.

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