Resumen de un 2017 movido en la sanidad madrileña

Sanidad

Resumen de un 2017 movido en la sanidad madrileña

Amenazas de huelga, colapsos en urgencias, desperfectos en centros, cambio de consejero, movilizaciones para defender hospitales…han sido protagonistas en este año.

Cristina Cifuentes y Jesús Sánchez Martos

No se puede decir que ha sido un 2017 tranquilo en la sanidad pública madrileña. Pese a no acumularse niveles de intensidad como cuando la Marea Blanca inundaba las calles por los planes privatizadores de la Comunidad de Madrid, las alertas y las noticias han estado muy presentes. De hecho, se podría haber llegado a final de año con la sanidad privada y la pública ‘paralizadas’ por huelgas. Finalmente, los conflictos laborales se desencallaron aunque en el horizonte se avecinan futuros choques.

El inicio de 2017 estuvo protagonizado por el estado de los hospitales. Bajo un presupuesto que recortaba a los hospitales públicos el doble de lo que se iba a dedicar en este año para arreglarlos, los incidentes empezaron a sucederse. Techos caídos, tuberías que estallaban, salas inundadas… Incluso la propia Cristina Cifuentes reconocía el mal estado de los grandes centros de la región. La antigüedad de estos pasaban una mala jugada; la privatización del mantenimiento, según se denunció, también. Ante esta situación, el Gobierno regional anunció un Plan de Infraestructuras. Pese a ello, los desperfectos y la críticas no se han detenido con el paso de los días.

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La entrada del nuevo año no fue inmune a la gripe y las denuncias de colapso tampoco. Casi 365 días después, la saturación de los servicios es uno de los aspectos que más veces toca a la puerta de la Consejería de Sanidad. Es más, las urgencias del Hospital La Paz se han convertido en todo un foco de lucha después de que los profesionales han estallado, a través de fotos (pixeladas) en redes sociales y denuncias en los juzgados así como en canales internos, ante el día a día que viven.

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Pero antes de que La Paz se transformarse en el foco de indignación, los tambores de privatización volvieron a sonar en la sanidad madrileña. Concretamente en Móstoles. El último consejero de Sanidad, Jesús Sánchez Martos, puso la mirada sobre el Hospital Universitario de Móstoles avanzando que se podrían convertir 130 camas en unidades de media y larga instancia. La ciudad y las asociaciones respondieron con movilizaciones, protestas y recogidas de firmas. Y es que, según alertaron, abrazar esta idea sería dejar morir al centro para potenciar al Hospital Rey Juan Carlos de Móstoles, cuya gestión corre a cargo de Quirón Salud.

En ese momento, los recuerdos inundaron la mente del defensor de la sanidad pública: un proyecto parecido se intentó hacer en el Hospital La Princesa y eso dio el pistoletazo de salida a la Marea Blanca y a las frondosas manifestaciones. El consejero de Sanidad tuvo que dar marcha atrás a su intención. Quizá fuese esa una de las piedras más pesadas que puso sobre su cargo. La reprobación y el cese como dirigente vendrían poco después. Antes, la polémica sí que abrazó a Sánchez Martos.

Los abanicos del consejero

“Dobla, dobla y dobla…”. De esta manera, el máximo responsable de la Consejería de Sanidad comenzaba una de sus frases más controvertidas. Hacer un abanico de papel fue su gran recomendación para que los niños y niñas madrileñas hiciesen frente a la ola de calor del verano. Varios alumnos tuvieron que ser hasta hospitalizados. Sánchez Martos se convertía en el gran protagonista del caluroso inicio veraniego. Fue la gota que colmó el vaso. La Asamblea de Madrid le llamó al ‘orden’ ganándose la reprobación –impulsada por Podemos- de toda la oposición de Cifuentes y el título de primer consejero reprobado de la historia de la Comunidad de Madrid (el PP siempre tuvo mayoría absoluta).

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Los rumores de cambio de dirección en Sanidad comenzaron a sonar con mayor fuerza. La maldición de los consejeros de Sanidad parecía volver a repetirse. Y la verdad es que Sánchez Martos hizo méritos de sobra: tenía en contra a todos los sindicatos sanitarios por no cumplir lo pactado en la Mesa Sectorial –con sus respectivas peticiones de dimisión-, cargaba con dureza contra la Marea Blanca y la oposición, las protestas por proyecto en el Hospital Universitario de Móstoles, las salidas de tono en las redes sociales, sus famosas reuniones que hacían llorar a los invitados, el despido, de una enferma por pedir vacunas los desperfectos, la baja inversión…

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Aun así, la presidenta madrileña le defendió hasta el final de sus días como consejero de Sanidad hasta que Enrique Ruiz Escudero, viceconsejero de Justicia, asumía su cargo. Todavía quedaba un último guiño para Sánchez Martos: era removido a presidir una fundación de la Comunidad de Madrid. Mientras, el Plan de Choque contra las Listas de Espera y los Pactos de Gestión -sus dos grandes apuestas- no terminaban de responder: los números hablaban y el rechazo de los profesionales a las ‘peonadas’ retumbaba.

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Lo que sí iba dándose salida era a la autoorganización en los hospitales madrileños. Se constituían nuevas plataformas en defensa de los centros, se convocaban encierros, se firmaban cartas multitudinarias entre el personal protestando por la situación de los complejos hospitalarios, se exigían reuniones directas con Cifuentes (nunca recibió a los médicos) y los domingos continuaban siendo de la Marea Blanca.

Los desperfectos y los incidentes también eran un compañero más en muchos de los hospitales de la red pública al tiempo que los centros de gestión privada aumentaban sus cifras positivas. Tampoco ha pasado por alto la proliferación de los expedientes en el Colegio de Enfermería de Madrid y los múltiples escándalos en este organismo. Incluso las sanciones a enfermeras críticas con esta Dirección llegaron hasta el Congreso de los Diputados.

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Lo que estaba claro es que el paso de los meses de 2017 mantenía vivo el movimiento en la sanidad madrileña. Pero una llamada a la puerta aceleraba el ritmo a los defensores de la sanidad pública. La Fundación IDIS –lobby de la sanidad privada- reclamaba un total de 1.500 millones de euros a las comunidades autónomaspara dejar a cero unas listas de espera quirúrgicas que no frenaban su ascensión. La reacción en Madrid (y en Andalucía, por ejemplo) no se hizo esperar: “Que los 1.500 millones que pide la privada nos lo den a la pública, verás como sacamos la lista de espera”.

La sanidad privada y pública encuentran conflictos laborales

Mientras tanto, en las entrañas de la sanidad privada de Madrid se empezaba a gestar uno de los conflictos laborales más importantes de los últimos tiempos en un sector donde el crecimiento económico no se ha detenido ejercicio tras ejercicio (con la complicidad de la Administración). Durante todo el año, las protestas de estos trabajadores han pivotado con fuerza. Los sindicatos estaban a punto de la ruptura con la patronal. La falta de negociación para redactar un nuevo convenio colectivo que dejase atrás las “miserias” laborales en el sector era el gran culpable. La cuerda se tensaba.

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Y en un momento lo que eran movilizaciones mensuales pasó a ser en una convocatoria de huelga indefinida para mediados de noviembre. Todo estaba evocado al choque inminente. Hasta que, a pocos días del inicio de los paros, una reunión a tres bandas entre el nuevo consejero de Sanidad, sindicatos y patronal puso fin al conflicto laboral. La calma parecía llegar a la sanidad madrileña… pero únicamente era eso: apariencia. Ahora el turno era para la pública.

Las relaciones con Sánchez Martos dejaban en el ambiente una amenaza de ruptura total entre organizaciones sindicales y la Consejería de Sanidad. La salida del polémico político abría una nueva oportunidad hasta que los Presupuestos de la Comunidad de Madrid para 2018 la tumbaron. Ciudadanos y PP no incluían el pago de la Carrera Profesional. El arrebato de los sindicatos sí que fue total: convocatoria de dos días de paros (coincidían con la huelga indefinida en la sanidad privada que aún estaba por resolver) y manifestaciones frente a sedes de la Comunidad de Madrid y de la formación naranja. Los partidos le vieron la boca al lobo.

Rápidamente, Ciudadanos presentó una enmienda a los presupuestos que había pactado con Cifuentes. El PP hacía lo mismo. Algunas de las acciones de los sindicatos ya se estaban llevando a cabo con la huelga en la sanidad pública en el horizonte. El acuerdo entre las dos formaciones para incluir parte del pago de la Carrera Profesional sirvió para desconvocar las medidas de presión. No corrió la misma suerte las enmiendas de Podemos y PSOE.

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De esta manera, Ruiz Escudero se estrenaba con dos amenazas de huelga que paralizarían la sanidad madrileña. El fin de año ha sido tranquilo… menos en las urgencias de La Paz y en el balance de las listas de espera (un 30% más de usuarios). Aun así, el consejero de Sanidad llegaba con un gran anuncio bajo el brazo: una OPE “histórica” para la sanidad pública de Madrid, aunque con cierta trampa. La Asamblea de Madrid también tenía su protagonismo: se acordaba que los gerentes de los hospitales fuesen escogidos por concurso público.

Hasta Cifuentes estaba de enhorabuena gracias al galardón que la Cámara de Comercio le entregaba por “su destacada gestión en la sanidad madrileña”. Así, la Comunidad de Madrid parece haber conseguido revertir un 2017 de grandes choques. Fin a las huelgas, premios para la presidenta, grandes anuncios… Pero la sanidad pública no descansa y en 2018 se volverán a escuchar las mismas reivindicaciones: la plantilla del SERMAS sigue lejos de las cifras que tenía antes de la crisis, los niveles de privatización se mantienen altos, la precariedad y la temporalidad (valga la redundancia) no se termina de reducir y el gasto por habitante continúa a la cola de España.

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