Cataluña: Volver a empezar

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Cataluña: Volver a empezar

Parece imprescindible que las dos partes empiecen a volver a la realidad y muestren la voluntad de entenderse.

Parlament de Catalunya

El conflicto catalán es un sinfín que cuando parece que ya ha entrado en vías de solución vuelve al punto de partida con la misma inercia. El resultado de las elecciones del jueves deja en claro muchas cosas que los políticos tienen que tener en cuenta con urgencia para encontrarle solución al problema. Quizás lo primero es que los líderes soberanistas dejen ya de manejarse con mentiras, como siguieron haciendo durante la noche electoral, y asuman la realidad; una realidad que se resume en la mayoría clara de ciudadanos que no están por la independencia, en que las elecciones no las ganó Puigdemont sino Inés Arrimadas y que el principal grupo en el nuevo Parlament es el de Ciudadanos. Junto a estas verdades negadas reiteradamente o hábilmente soslayadas por los líderes soberanistas tampoco es menos cierto que la suma de los escaños de los tres partidos que propugnan el secesionismo es mayoritaria y que si se logran poner de acuerdo entre sí son quienes podrán nombrar al President de la Generalitat. Todo lo demás es verborrea explicable al final de una jornada electoral pero que no contribuirá en absoluto a que la situación se normalice: es decir, a que se restaure la convivencia, que se frene la degradación de la economía y que las leyes de todos se cumplan y muy especialmente desde el poder que se constituya.

Mientras tanto, es decir desde ya, parece imprescindible que se ponga manos a la obra de encontrarle salida al túnel tapiado en que el conflicto se halla metido y que las dos partes empiecen a volver a la realidad y muestren la voluntad de entenderse que hasta ahora no han demostrado. No será fácil si al panorama se añade la comprometida situación ante la Justicia en que se encuentran algunos protagonistas así como la debilidad en que del otro lado ha caído el Gobierno después del descalabro sin precedente de su partido. Mal va a poder argumentar Mariano Rajoy cuando la representación con que cuenta en la Comunidad Autónoma es insignificante.

Se impone una negociación muy difícil como para dejarla en manos de dos líderes –Rajoy y Puigdemont– que ya han fracasado en el intento y que, si esta experiencia fuese insuficiente, uno ha salido indirectamente muy debilitado de las urnas y el otro se halla fuera intentando evadirse de la responsabilidad que los tribunales le atribuyen en su reiterado intento de sedición. Para empezar sería necesario que el nuevo Govern sin renunciar a sus ideas se apreste a volver a acatar las leyes.

Pero también que desde el Gobierno central se deje en la reserva la siempre posible aplicación del Artículo 155 y se propicie un estatus quo que permita que los ánimos se relajen y se pueda empezar a buscarle el encaje a Cataluña y a todos los catalanes en el conjunto de España. En política las posturas más rígidas siempre son susceptibles de flexibilizarse y existen elementos para conseguirlo. Entre los partidos constitucionalistas se contemplan alternativas como federalismo y reforma de la Constitución. El secesionismo que sabe que la independencia es imposible y el propio Puigdemont asumió recientemente que la independencia no es la única salida. Pues la conclusión es sencilla: búsquese otra.

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