España sufre los peores atentados desde el 11M

Especial 26 Aniversario

España sufre los peores atentados desde el 11M

Los atentados que tuvieron lugar en Barcelona y Cambrils dejaron 22 muertos —incluidos seis de los terroristas— y más de un centenar de heridos.

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2017 se recordará como el año que el yihadismo –trece años después del 11-M– volvió a poner a España en la diana del terror, con los atentados que tuvieron lugar en Barcelona y Cambrils (Tarragona), que dejaron 22 muertos —incluidos seis de los terroristas— y más de un centenar de heridos.

La tragedia se inició el 17 de agosto de 2017 en el paseo de Las Ramblas de Barcelona, una de las principales arterias de la ciudad y centro neurálgico de la capital catalana, donde sobre las cinco de la tarde se cometió un atropellamiento masivo con una furgoneta blanca que, a gran velocidad, recorrió más de 500 metros atropellando mortalmente a 13 personas e hiriendo a más de 120 de una treintena de nacionalidades.

Horas después del ataque de Barcelona, en la noche del 17 al 18, a la 1:15 de la madrugada, se produjo otro atentado en Cambrils, donde cinco presuntos terroristas fueron abatidos tras intentar saltarse un control policial de los Mozos de Escuadra y atropellar a seis personas, tres de ellas mozos.

El presunto autor material del atropello masivo en Barcelona, Younes Abouyaaqoub, un joven marroquí de 22 años, fue abatido por la policía autonómica catalana en la localidad de Subirats cuatro días después del atentado terrorista tras ser localizado gracias a la colaboración ciudadana.

Las investigaciones concluyeron que el grupo terrorista preparaba, desde hacía meses, un gran atentado con artefactos explosivos en algún lugar emblemático de Barcelona e incluso se barajó que el objetivo fuera La Sagrada Familia. Un plan que, supuestamente, se frustró por la explosión fortuita la víspera de los atentados de unas bombonas de butano en un chalet de Alcanar (Tarragona), una explosión que en un primer momento no se vinculó con los ataques terroristas pero que los investigadores consideran que pudo provocar que los yihadistas cambiaran su modus operandi y se decidieran actuar al día siguiente.

También los investigadores constataron el papel que desempeñó el imán de Ripoll (Girona) Abdelbaki Es Satty, que murió en la explosión del chalé de Alcanar, ya que se cree que fue quien actuó como reclutador y radicalizador de los jóvenes.

Bronca política

Durante los días que siguieron a los atentados hubo críticas de falta de prevención hacia el Ayuntamiento de Barcelona debido a que el Consistorio prescindió de los bolardos y decidió aumentar la vigilancia policial, así como acusaciones de descoordinación policial de los Mossos con la Policía Nacional y la Guardia Civil, que provocaron episodios de enfrentamiento entre las distintas administraciones, una tensión que se vio alimentada por el clima político en Cataluña y los preparativos del 1-O.

También se habló mucho durante estas fechas del hecho de que un imán con antecedentes, Abdelbaki Es Satty, y por el que se había interesado el Gobierno de Bélgica, pudiera moverse libremente y sin levantar sospechas en una casa con más de un centenar de bombonas de butano y 500 litros de acetona y también hubo controversia por los reproches de asociaciones de la Guardia Civil de que los Mossos no dejaron investigar a agentes del Instituto Armado lo ocurrido en el chalet de Alcanar, una explosión que se achacó en un primer momento a la deflagración de un laboratorio de drogas.

Igualmente generaron mucha polémica las versiones contradictorias que dieron los Mossos sobre el supuesto aviso de una fuente de Inteligencia, que según el Gobierno central era la CIA, que de que se iba a cometer un atentado en Las Ramblas.

La política se diluyó paulatinamente pero, sin embargo, el tiempo transcurrido no ha logrado quitar ni un ápice de brillo al comportamiento ejemplar los barceloneses que horas después de los atentados salieron a la calle de forma espontánea para gritar No Tinc por’ (no tengo miedo). El grito se convirtió en el lema no solo de Cataluña sino de España entera y después en el lema de manifestación multitudinaria contra el terrorismo que se celebró en la capital catalana una semana después de los ataques. La cabecera no estuvo reservada para el rey Felipe VI, ni para Mariano Rajoy y otros altos cargos asistentes a la marcha, sino que estuvo protagonizada por 75 representantes de todos los cuerpos de seguridad -Mossos, Policía Nacional, Guardia Civil y policías locales- y de emergencias, así como de entidades ciudadanas que tuvieron un papel destacado tras la matanza.

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