El año del choque de trenes

Tribuna Especial 26 Aniversario

El año del choque de trenes

La cuestión catalana ha ocupado con enorme intensidad la vida política española durante este año 2017.

Carles Campuzano

La cuestión catalana ha ocupado con enorme intensidad la vida política española durante este año 2017. Las instituciones del Estado y la sociedad en su conjunto han afrontado el reto político más trascendente desde la muerte de Franco y ciertamente la democracia española ha fallado.

El desenlace ha sido trágico; el autogobierno de Catalunya ha sido suspendido, el President de la Generalitat y algunos de sus consellers han buscado protección en Bélgica, la mitad de los miembros del Govern están en las prisiones de Estremera y Alcala-Meco, los líderes de las dos grandes organizaciones de la sociedad civil catalanista que han protagonizado las masivas, persistentes y pacíficas movilizaciones en favor del derecho a decidir y en defensa de un Estado para Catalunya también han sido encarcelados, y la violencia policial marcó la jornada electoral del 1 de octubre. La desconexión y la desafección de cerca de la mitad de la población catalana con el proyecto español se han consolidado. La política ha fracaso en su función de buscar soluciones políticas a los problemas políticos. La opción del Gobierno del PP durante estos años por el conflicto competencial y la represión penal y policial nunca han resuelto una cuestión democrática como ésta que ha planteando la sociedad catalana. El panorama para 2018 viene cargado de nubarrones e interrogantes a la espera de los resultados del próximo 21 de diciembre.

Durante años, el factor catalán aportó estabilidad y gobernabilidad a la política española. Y durante años Catalunya fue un activo agente modernizador del conjunto de la sociedad española. Y eso fue posible con un desarrollo fuerte y sólido del autogobierno catalán y una consolidación de la identidad nacional de Catalunya. De alguna manera el equilibro empezó a romperse en los primeros años 2000 con la mayoría absoluta de Aznar y el despliegue de un proyecto político recentralizador y uniformizador de claro corte nacionalista español. Y la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut de verano del 2010 y el estadillo de la crisis desencadenó un movimiento de fondo de la sociedad catalana a favor de la propuesta de un Estado propio para Catalunya basado en el derecho a decidir de los catalanes a su futuro político. Una propuesta, la soberanista, que asociaba el Estado propio y el derecho a decidir a los principios de reconocimiento y justicia.

La política española en su conjunto ha sido incapaz de formular propuesta política alguna ante la demanda democrática catalana. El tancredismo de los primeros años mutó en represión y conflicto y el tan anunciado choque de trenes se produjo. Y la democracia española no ha quedado indemne. Las personas encarceladas de manera injusta por la Audiencia Nacional y la dura represión durante la jornada del 1 de octubre han herido en profundidad a la sociedad catalana pero también han evidenciado los límites y las debilidades de la democracia española. Se han forzado leyes y procedimientos, se han vulnerado derechos fundamentales y no se ha amparado a cientos de miles de ciudadanos.

Una democracia fuerte y vigorosa que hiciese suyos los principios democráticos del pluralismo nacional necesariamente debe de encontrar formulas políticas que permiten encauzar las demandas catalanas. En el Canadá y en el Reino Unido se ha demostrado que esa aspiración es posible.

Cerramos pues este año con enorme tristeza y con la esperanza que la política democrática sea de nuevo la fórmula que permita resolver el conflicto y restaurar el paisaje devastado por el choque de trenes.

Carles Campuzano, portavoz del PDECAT en el Congreso de los Diputados.

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