Lula Gómez, periodista y escritora

Entrevista

Lula Gómez, periodista y escritora

Lula Gómez recoge en “Mujeres al frente” siete testimonios que ponen rostro al primer proceso de paz que escucha específicamente a las mujeres.

Lula Gómez.

«Si hubiese más políticas feministas en el conflicto catalán estaríamos mucho mejor»

Patricia levantó la Ciudad de las Mujeres y solo dejó entrar a los hombres que rechazaran la violencia, Nelly estuvo acogiendo a las campesinas que huían de las balas perdiéndolo todo y Luz Marina cargaba con los juguetes de un hijo asesinado por 60 euros hasta todas las puertas que no esperaban a una mujer pobre pidiendo justicia un día tras otro. Se cansaron de las balas, de las violaciones, de parir hijos para la guerra y de que nadie las tuviera en cuenta. Dijeron basta mientras se sentaban a hacer política, feminismo y reconciliación en el primer laboratorio de género en un proceso de paz: Colombia.

La periodista Lula Gómez ha recogido en «Mujeres al frente» sus testimonios y las de otras cuatro líderes que se empoderaron como única alternativa a la guerra, los desplazamientos forzosos, el robo de tierras y la miseria que emana del medio siglo de conflicto armado en el país. “Las mujeres constituyen el 51% de las víctimas del desplazamiento forzado, el 47% de las de homicidio, el 82% de las de la violencia sexual”.

Como ocurre en cualquier otra guerra durante la historia de la Humanidad. Solo que esta vez, las que ya trabajaban por el alto el fuego antes de que los hombres decidieran dejar de matarse, exigieron ser parte de las negociaciones entre el Gobierno y las FARC hasta convertir a Colombia en el “mejor ejemplo de una participación significativa y consistente de las mujeres en un proceso de paz”, según la ONU.

Hablamos con la periodista el día en que se presenta su libro en Madrid para tratar de conectar la experiencia de estas “mujeres sabias” con el enfoque de género en cualquier otro conflicto político y social. Porque sus relatos son universales: hablan de “la paz como construcción de abajo a arriba” y de un futuro que no puede permitirse obviar el medio ambiente y la sostenibilidad; creen que la verdadera historia no es sino “la memoria de todos” y que “el campo es la despensa y nosotras, las mujeres, alimentamos al mundo”.

“No es retórica”, defiende Nelly Velandia, líder de la Asociación Nacional de Mujeres Campesinas Negras e Indígenas de Colombia. “Según la FAO, el 70% de la canasta básica son alimentos producidos por las mujeres rurales”. Sin embargo, hasta 1988 en su país de origen todos los títulos de tierras estaban a nombre del varón, “ni siquiera de la pareja, tampoco de las mujeres cabeza de familia”. Con la herida latente de un patriarcado cruel, estas mujeres “se unieron para hablar de un final de la contienda diferente”.

¿Qué puede enseñar Colombia como primera experiencia de un proceso de paz con un enfoque de género reconocido sobre el papel?

Creo que muchas cosas, porque es alucinante que hasta hoy, en el 2017, no se haya tenido en cuenta la voz de las mujeres que sufrimos la guerra tanto como los hombres. Jamás se las había tenido en cuenta para construir de nuevo la paz y un nuevo país.

Además hay hechos, Naciones Unidas lo constata, que prueban que la paz cuando está hecha por mujeres es más sostenible en el tiempo. Eso sería un argumento, pero otro es que somos el 51% de la sociedad, no somos un colectivo, no se puede construir democracia ni una sociedad sin nosotras.

Lo interesante es que por fin se haya incorporado esa perspectiva de género y ojalá ese proceso continúe.

Los testimonios engarzan con reclamaciones como que la paz debe ir de abajo a arriba o con proclamas anticapitalistas. ¿Crees que la presencia de mujeres en los procesos de paz los dota de mayor horizontalidad social?

Sí, la mirada de las mujeres que retrato es absolutamente feminista, y el feminismo habla de eso, de la igualdad, pero no sólo entre hombres y mujeres. Porque no se trata solo del poder de hombres sobre mujeres: también del poder del rico sobre el pobre, del poder del blanco sobre el negro.

Y habla de cómo para revertir la desigualdad que hay en Colombia hace falta pan, como dice una de las protagonistas: “Si tú repites muchas veces paz, paz paz, al final acabas diciendo pan, pan pan”.

Hace falta una serie de reformas estructurales que le den la vuelta al sistema capitalista, a la ley del más fuerte y al imperio de la violencia para tener una sociedad más justa, más igualitaria y ajena al horror de la violencia que ha vivido Colombia durante tantos años.

También se relacionan con un discurso en defensa del medio ambiente y la sostenibilidad.

Sin duda, si quieres podría ser un ecofeminismo, además también apela a la responsabilidad internacional. Porque no podemos pensar que la paz a Colombia va a llegar si siguen las mismas políticas extractivistas de las grandes multinacionales, que dejan siempre de lado al campesino, que es el que siempre está olvidado en Colombia. Al campesino y a la campesina, porque si ellos están olvidados, ellas lo están doblemente.

Piden contabilizar el trabajo de cuidados que hacen las mujeres en los sistemas económicos nacionales. ¿Crees que se está avanzando por esa vía, en Colombia y fuera?

En Colombia falta mucho y aquí también falta mucho. El problema del feminismo es que plantea que los hombres deben renunciar a una serie de privilegios que han tenido históricamente. Y claro, eso va a costar, aquí y allá.

Estamos diciéndoles a los hombres que nosotras no podemos participar en la sociedad de una forma plena y la carga del hogar cae sobre nosotras de una forma íntegra. Hace falta no conciliación sino corresponsabilidad por parte de los hombres, de las empresas, de los estados.

Y falta para eso, lamentablemente. Es más, nos insultan por hablar de estas cosas y nos llaman feminazis.

Una de las entrevistadas, preguntada sobre colaborar con los hombres a construir nuevas masculinidades acaba diciendo: “¡Que hagan algo, que se miren a sí mismos! No me fastidien, nosotras más no podemos”. ¿Está cundiendo también este debate, el de que la pedagogía de las mujeres no es infinita?

(Risas) Sí, es Patricia Guerrero, que es pura fuerza y pasión. Porque otras de las mujeres cuando les pregunto me dicen que sí que están haciendo talleres y cursos de nuevas masculinidades pero Patricia dice “que hagan ellos algo, no puedo más”. Y claro, es una decisión que cada una toma como puede. Pero sí, como dice el último libro de Nuria Valera, que se titula precisamente “Cansadas”, estamos agotadas de hacer pedagogía todos los días, saliendo a las calles y hablando de justicia de género, y sí, puede llegar a ser cansino.

(En este vídeo, el fragmento que recoge el testimonio de Guerrero, abogada y fundadora de la Ciudad de las Mujeres).

¿Tuviste algún problema al realizar las entrevistas, por ser periodista y mujer, en un entorno tan violento como el que rodea a estas mujeres?

No, no he tenido ningún problema, el problema lo tienen ellas. Porque yo soy una privilegiada, una extranjera que llega allí unos días, también protegida por la comunidad internacional, por ser occidental, europea… Las que siguen recibiendo amenazas de muerte a día de hoy son las protagonistas del libro.

¿Todos los proyectos de estas mujeres perviven y siguen adelante?

Sí, todos siguen adelante, algunos han cambiado como en el caso de Vera Grabe, excombatiente del M-19. Hubo un tiempo en que empuñó las armas, luego fue senadora y ahora dirige el Observatorio por la Paz. O sea que sigue siendo activista y defensora de los DDHH.

Y yo creo que deberían ser presidentas o ministras. Son mujeres sabias, da gusto escucharlas.

¿Cómo podríamos relacionar este libro con nuestro día a día aquí?

Pues por traerlo un poco a España, ojalá estas mujeres tan sabias y lo que cuentan lo pudiésemos trasladar a nuestra política. Ahora mismo con el enfrentamiento que hay entre Gobierno y Cataluña: hace falta dialogar, hablar, ser generoso y buscar la empatía del otro. Ojalá aprendiésemos con las víctimas que han sufrido el terrorismo de ETA, ojalá mirarse entre víctimas y verdugos y decir: caminemos juntos.

A mí me gusta traerlo aquí y con el tema de Cataluña es muy fácil porque ojalá hubiese más mujeres dialogando entre Cataluña y el Gobierno central porque sobre todo si fuesen mujeres feministas creo que las cosas irían mucho mejor.

¿Crees que una mayor presencia de mujeres en esta crisis mejoraría el conflicto?

Sí, pero ojo, deben ser mujeres feministas. No mujeres que adoptan los roles de la política tradicional masculina para darse codazos entre sí. Sino de apoyar historias de las que hablan estas mujeres: de una democracia participativa, una democracia real, desde abajo, igualitaria. Y todo eso es muy distinto a repetir lo que están haciendo los hombres.

Pero sí, si hubiese políticas feministas creo que estaríamos mucho mejor.

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