El glifosato, el herbicida más utilizado en la agricultura

Agricultura

El glifosato, el herbicida más utilizado en la agricultura

Fue comercializado por primera vez por la empresa estadounidense Monsanto con el nombre de Roundup en la década de 1970.

Herbicida

El glifosato es la sustancia más utilizada en el mundo para eliminar la vegetación no deseada en los cultivos agrícolas y también en jardinería. Se trata de un herbicida de amplio espectro, es decir que afecta a todas las plantas verdes.

Las plantas absorben el glifosato a través de sus hojas y otras partes verdes y la sustancia interfiere con la producción enzimática de ciertos aminoácidos esenciales para el crecimiento de la planta.

Se trata de una enzima que sólo existe en plantas, hongos y bacterias, por lo que no se lo considera tóxico para los animales. Donde se utiliza glifosato ya no crece la hierba, de modo de que las superficies agrícolas pueden ser limpiadas de maleza antes o poco después de la siembra o tras la cosecha.

Fue comercializado por primera vez por la empresa estadounidense Monsanto con el nombre de Roundup en la década de 1970. La patente caducó en 2000, por lo que hoy numerosas compañías producen el herbicida, muchas veces combinado con otras sustancias que según el Instituto Federal de Análisis de Riesgos (BfR) de Alemania pueden ser más tóxicas que el propio glifosato.

Este herbicida ha sido calificado en algunos estudios como cancerígeno, pero otros expertos alegan que en las pequeñas cantidades ingeridas a través de los alimentos no representa un peligro.

En 1996, Monsanto empezó a comercializar semillas genéticamente modificadas para ser resistentes al glifosato. Entre ellas hay semillas de soja, maíz, variedades de algodón, alfalfa y remolacha azucarera.

Se estima que en 2014 el glifosato se utilizaba en un 90 por ciento con fines agrícolas en todo el mundo. Los agricultores que lo utilizan alegan que no hay alternativa, ya que es barato y eficaz, y advierten que una prohibición de su uso podría disparar el precio de los alimentos.

Expertos alemanes sobre glifosato: ¿peligroso o relativamente inocuo?

Por Annett Stein (dpa)
Tras meses de discusiones, los países de la Unión Europea (UE) aprobaron finalmente hoy prolongar por otros cinco años la licencia para el uso del polémico herbicida glifosato.

La decisión llega después de meses de bloqueo, sobre todo ante la preocupación de que pueda ser un producto cancerígeno, es decir, peligroso para la salud de personas, animales y ecosistemas. El glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo y mueve miles de millones.

¿Por qué se ha debatido de forma tan intensa sobre el glifosato?

«El glifosato es un símbolo», explica Horst-Henning Steinmann, de la Universidad de Gotinga. «Como el herbicida más usado del mundo, representa una forma de producción agrícola que tiene muchos críticos». Otro factor es el hecho de que se ofrece en un paquete en muchos países por empresas como Monsanto junto con plantas modificadas genéticamente. «De esa manera, el glifosato representa de forma indirecta también la modificación genética». Y a todo eso se suma el miedo a que se siente un precedente: «El temor de los fabricantes y agricultores es que la prohibición del glifosato sólo sea la primera decisión a la que sigan muchas otras».

¿Existe una prohibición en otras partes?

Sí. El Salvador, las Islas Bermudas y Sri Lanka han prohibido su uso, señala Thoralf Küchler, portavoz del Grupo Especial de Trabajo sobre Glifosato (GTF, por sus siglas en inglés), una asociación que reúne a varias empresas productoras del herbicida. En Holanda no se permite su uso a nivel municipal, es decir, en calles públicas o en los ayuntamientos. Las únicas excepciones son las vías de ferrocarril y pistas de aterrizaje.

El glifosato se usa desde hace 40 años, ¿por qué surgieron ahora las objeciones?

«El glifosato tiene tanto éxito precisamente porque durante mucho tiempo se lo consideraba no problemático», señala Silvia Pieper, de la Oficina Federal de Medio Ambiente (UBA) de Alemania. Por ejemplo, se lo encuentra poco en las aguas subterráneas porque es absorbido por las partículas del suelo. Sin embargo, tiene que pasar bastante tiempo hasta que desaparece del terreno: se tarda más de un año hasta que el 90 por ciento de la sustancia se degrada. En los sedimentos puede permanecer durante mucho tiempo. Algunos expertos en agricultura creen que podría tener efectos negativos en la biodiversidad del suelo, la vida acuática y para las personas.

Los efectos tóxicos para los animales fueron considerados en los estudios como relativamente bajos, porque la enzima que afecta la sustancia, la EPSPS, solamente está presente en plantas, hongos y microorganismos. Algunos estudios, entre otros en ratas y ratones, probaron, sin embargo, que en grandes dosis el glifosato puede ser cancerígeno.

La Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC), que forma parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), catalogó el herbicida a causa de ello como «probablemente cancerígeno» en marzo de 2015, coincidiendo con el momento en el que en Europa se debía prolongar el permiso de uso.

Otras agencias como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) no consideran en cambio que haya riesgos. La Agencia europea de los productos químicos (ECHA) concluyó en 2017 que «en base a la información disponible no hay evidencias para vincular el glifosato al cáncer en humanos». Además consideró que el glifosato «no debería ser clasificado como sustancia que causa daños genéticos» o afecta a la reproducción.

¿Por qué se produce esta contradicción?

No es en verdad una contradicción. La IARC analiza el riesgo de cáncer, es decir, la posibilidad general de que el glifosato cause cáncer. En el análisis de otras agencias, este riesgo ya se tiene en cuenta. La EFSA considera insignificante el riesgo de cáncer que existe por la ingesta del glifosato a través de los alimentos que consume una persona.

¿Y qué pasa con aquellos que siempre están en contacto con el glifosato?

Desde hace años hay denuncias de la existencia de una relación entre el glifosato y ciertas enfermedades, entre ellas cáncer, por parte de campesinos de Sri Lanka o Argentina. Sin embargo, no hay datos seguros. En los países afectados se usan además combinaciones y cantidades distintas de herbicidas a los aplicados en Europa.

¿Por qué las autoridades de la UE basan sus decisiones en estudios del fabricante que además no son accesibles a la opinión pública?

«Rige el principio de que quien solicita el permiso debe financiar los estudios para probar que la sustancia es inofensiva», explica Pieper, de la UBA. La información es secreta para la opinión pública por motivos de competencia. «Muchos estudios son realmente difíciles y, por tanto, caros, los datos son un bien muy valioso para el peticionario», indica Pieper. «Nosotros apoyaríamos un mayor acceso a esa información».

¿Una prohibición del glifosato ayudaría al medio ambiente?

Existen sustancias con un perfil de mayor riesgo que el glifosato que en la actualidad son usadas aunque en cantidades pequeñas, alerta Pieper. De prohibirse el glifosato, es probable que se añadan otros productos, teme esta experta. «En vez de prohibir una sustancia en concreto, lo que habría que hacer es reducir en general el uso de herbicidas», opina.

No será sencillo sustituir el glifosato, pero al final se haría, y por eso Pieper cree que una simple sustitución no es la solución. «Se trata de reducir claramente la cantidad de herbicidas y otros pesticidas utilizados y compensar sus efectos mediante superficies ecológicas», asegura.

También el profesor y experto en temas agrícolas Steinmann considera que «el glifosato ya es un herbicida moderno cuyo efecto sobre el medio ambiente es, comparativamente, reducido. Si se lo sustituye sencillamente por sustancias más antiguas, el medio ambiente no gana nada».

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