El banquero navegante

Emilio Saracho

El banquero navegante

Banco Popular

Tras la salida del anterior presidente del Popular, Ángel Ron, Emilio Saracho tiene por delante una travesía que no estará exenta de momentos críticos. En el ámbito marítimo hay multitud de dichos que se refieren a la vida a bordo, buena parte de ellos, a los patrones, a la mar y a los barcos. De hecho hay uno que describe a la perfección la íntima relación entre un buen navegante y el estado de la mar: a piloto diestro, no hay mar siniestro. 
 
Emilio Saracho Rodríguez de Torres accede hoy, oficialmente, a la presidencia del Banco Popular, una entidad, que si hubiera que definirla en términos náuticos, se podría calificar como un barco muy marinero. Algo que resume cualidades como manejabilidad, flotabilidad, con poca superficie de rozamiento, de timón dócil, ágil en las cernidas y con auténticos lobos de mar entre su marinería. 
 
Saracho, que, además de haber desarrollado una de las carreras profesionales en banca más brillantes de los últimos años (está considerado como el ejecutivo español que ha alcanzado el nivel más alto de la banca internacional), es, por puro deleite, un amante de la náutica y podrá aprovechar la experiencia que adquirió hace algunos años cuando se tomó un periodo de reflexión en su carrera como banquero, para otear su horizonte vital y lo hizo a bordo de un velero, a fin de dilucidar si en su futuro habría más banca, mar abierto o una jubilación dorada. 
 
Al parecer lo que el futuro inmediato le depara es más banca. Al menos de momento. Aunque tampoco parece descartado que, a medio plazo vuelva a embarcarse en una nueva singladura marinera. Esa nueva etapa bancaria la vivirá al frente de una de las entidades financieras más enraizadas en la sociedad española: Banco Popular. 
 
Tras la salida del anterior presidente del Popular, Ángel Ron, Emilio Saracho tiene por delante una travesía que no estará exenta de momentos críticos. En los mercados se considera que uno de ellos es si el ‘buque’ Popular puede mantener su viaje en solitario o si necesitará apoyarse en otras entidades. 
 
Pero, cualquier timonel que haya patroneado un velero sabe que la primera exigencia del capitán es mantener el barco indemne y a flote y, por lo tanto, independiente. Sin embargo, esa independencia pasa a segundo plano cuando, por cualquier tipo de circunstancia (tormentas, fallos en las máquinas, accidente) existe la posibilidad de que el barco no se mantenga a flote. 
 
Y, ante esa eventualidad, hay un buen número de posibles soluciones. La del Titanic: pedir ayuda a los que navegan cerca, a pesar de que eso no garantiza la viabilidad. La de los barcos que llegan a puerto remolcados. E incluso, los que deciden hundir el propio navío para evitar males mayores. 
 
Lo que se le supone al nuevo presidente del Popular es una dilatada experiencia bancaria que, sin duda, le servirá para tomar una decisión acorde con los recursos de que disponga en el buque y con los objetivos que pretenda alcanzar. Pero junto a esa experiencia, adquirida en el ámbito financiero internacional, Saracho deberá echar la navegación.
 
Afrontar las tormentas 
 
Saracho deberá calzarse la gorra de patrón antes de tomar ninguna decisión y ver si el velero es capaz de, por sus propios medios, de afrontar las tormentas, los riesgos de zozobrar por el oleaje que causan otras embarcaciones de mayor tamaño, las posibles averías en las máquinas del Popular. Y todo ello, con el nítido objetivo, fijado en las cartas de navegación por los acuerdos de Basilea III sobre necesidades de capital y asunción de riesgos. 
 
Pero, en ocasiones, el rumbo no depende, al menos en toda su extensión, del piloto, si no, de una figura que, aunque no viaja siempre en el barco, tiene el mayor peso específico: el armador, que es quien, en definitiva, ha puesto el dinero para que el barco exista y esté diseñado como un buque de carga, como un catamarán, como un balandro deportivo o como un simple yate. 
 
Es el armador, o mejor dicho, los armadores (accionistas) del Popular, quienes fijarán el rumbo, aunque, Saracho, como piloto, tendrá que trazarlo y ver si ese periplo es posible con los medios (recursos propios, requisitos de capital, riesgos por activos, competencia, etcétera) de que dispone en el balance del banco. 
 
Al igual que a Ulises, al navegar por mares desconocidos, Saracho deberá echar mano de toda su astucia e inteligencia, algo de lo que, las personas que le conocen dicen que está dotado, y no hacer caso de los cantos de sirena que le puedan llegar desde las cercanas ‘islas de la competncia’ bancaria. 
 
Pero, más allá de este símil entre las dos pasiones de Saracho, la banca y la navegación, Banco Popular va a iniciar una nueva etapa, apasionante, en su casi nonagenaria vida que le llevará a afrontar su próximo centenario como una de las entidades más relevantes del panorama bancario o, por el contrario, a buscar el refugio de otras entidades mayores, ante la tormenta que se está cebando con el mercado financiero europeo y que lo cambiará para siempre. 
 
Todas esas experiencias, junto con las que acumula en su larga vida como banquero, adquiridas en sus años en la City de Londres, en J.P. Morgan Chase, Goldman Sachs o en las divisiones internacionales de Banco Santander, servirán, sin duda a Saracho para capear el temporal financiero. 
 
Kavafis, como Homero en la antigüedad, aprovechó un periplo marítimo (de Ulises/Odiseo, en el caso de Homero) para explicar cómo el hombre se mide en el camino y el camino mide al hombre. Y, así como hace Kavafis en su poema Ítaca, Saracho puede recrear ese momento en que tras capear tormentas y superar todo tipo de adversidades, el piloto entra triunfante en puerto. 
 
Lo que está claro es que, el nuevo presidente del Popular, al igual que en el poema, Viaje a Ítaca, de Kavafis, deberá tener siempre a Ítaca en la mente y pedir que la singladura del Popular sea larga y esté llena de aventuras y de experiencias y conocimiento.

Más información