Partidos de propiedad privada

Podemos

Partidos de propiedad privada

Diego Carcedo

Hay políticos por desgracia que mantienen un sentido patrimonial sobre sus partidos. Lo estamos viendo, y no sin preocupación, todos los días. Hay políticos por desgracia que mantienen un sentido patrimonial sobre sus partidos. Lo estamos viendo, y no sin preocupación, todos los días, tanto en actitudes de partidos tradicionales como emergentes. Incluso a veces se escucha la barbaridad de “el partido es lo primero” olvidando que detrás de un partido debe estar siempre la sociedad. Los partidos personalistas que se olvidan de que son instrumentos sociales con el objetivo de conseguir lo mejor para todos son deleznables y deberían perder la legitimidad democrática que en apariencia les justifica.
 
El caso de Podemos no es ni el primero ni el único que conocemos, pero estos días precongresuales en que nos viene torturando con sus deprimentes peleas internas resulta especialmente paradigmático. Podemos surgió de una protesta callejera contra los recortes que impuso la crisis y los amantes de la paz social y la búsqueda de soluciones pacíficas tendríamos que agradecerle haber evitado las rupturas de escaparates canalizando las reivindicaciones populares por cauces democráticos. Expresado este reconocimiento, la realidad es que su ejemplaridad está tocando fondo.
 
Quienes esperaban que aportase a la vida política española la nueva bocanada de oxígeno que necesitaba, seguramente estarán sintiéndose estos días especialmente frustrados. Los líderes de Podemos, jóvenes e inteligentes en su mayor parte, están dando el triste espectáculo que ellos criticaban y pretendían cambiar cuando eran sus predecesores los protagonistas. Lejos de luchar contra la casta, expresión que convirtieron en slogan afortunado, han acabado transformándose en otra casta del mismo corte donde sólo parecen interesar el poder y las ambiciones personales.
 
Que un partido con tan escasa solidez, tan carente de bases organizativas firmes e ideas programáticas tan dispersas como Podemos, tendría que pasar por vicisitudes diversas era de esperar pero sorprende que sus crisis hayan estallado tan pronto y con tanta virulencia, cuando todavía tanto sus líderes como los seguidores tendrían que estar celebrando los éxitos conseguidos que no han sido pocos. Sorprende que personas tan inteligentes, y de entrada bien avenidos, hayan empezado a la greña antes de tener algo para repartir que no sea el descontrol del partido.
 
Las cosas que se escuchan en este debate previo al Congreso que celebrarán en los próximos días, son de aurora boreal. Resulta deprimente, además de aburrido, que a unos políticos vocacionales y por jóvenes aparentemente desinteresados de prebendas personales, les hayan vencido las ambiciones particulares en tan poco tiempo. Podemos es una extraña coalición de coaliciones que cuenta con decenas de organizaciones imposibles de avenir a un proyecto común. Y más después de este espectáculo que sus dos aspirantes a líderes, Iglesias y Errejón, están ofreciendo a la opinión pública.
 
Resulta penoso observar que esta formación política joven que tanto criticó a los partidos ya existentes lleve meses y meses debatiendo cuestiones estrictamente personales, reducidas a su control, sin ninguna aportación ideológica digna de ser tenida en cuenta, sin la más mínima respuesta a un futuro tan cambiante, sin planes para resolver los múltiples problemas que enfrenta la sociedad española y sin más concesión a la legitimidad democrática que la que se desprende de un desliz de Pablo Iglesias cuando refiriéndose a su adversario anticipó: “Si gana, el partido será suyo”. Le faltó añadir, y si no gana, será mío.

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