Trump no pierde tiempo

Donald Trump

Trump no pierde tiempo

Diego Carcedo

A Donald Trump se le puede criticar por muchas cosas pero no por perder el tiempo reflexionando sobre sus decisiones ni por olvidarse de sus promesas electorales A Donald Trump se le puede criticar por muchas cosas pero no por perder el tiempo reflexionando sobre sus decisiones ni por olvidarse de sus promesas electorales. Apenas entro en el Despacho Oval de la Casa Blanca con su firma convertida en el mayor poder ejecutivo del mundo, puso manos a la obra de desguazar la herencia asumida. Para empezar, antes de emprender nada nuevo que pueda mejorar la vida de sus conciudadanos, se ha lanzado  a liquidar lo que había conseguido su predecesor e incluso  lo que estaba institucionalizado por varias generaciones.
 
El viernes, antes seguramente de pasar por el servicio a refrescarse un poco después del acalorado discurso que acababa de pronunciar en su toma de posesión, quizás para que no se le olvidase, rubricó la Orden Ejecutiva – más o menos el Real Decreto nuestro – para empezar a desmantelar el servicio público de salud que con tantas dificultades había comenzado a poner en marcha Barack Obama. Alrededor de 22 millones de personas, empezarán muy pronto a sufrir las consecuencias en sus necesidades de atención sanitaria. 
                  
Mientras él y la primera dama acudían a los bailes y festejos con que siempre se estrena una Presidencia, algunos de sus colaboradores más eficientes se sentaron ante la página Web de la Casa Blanca y empezaron a borrar con la rapidez con que de niños borrábamos las pizarras todo lo que allí aparecía en contradicción con sus promesas y amenazas. Parece, dicen ahora, que no era una supresión sino un cambio. Veremos. La alusión al cambio climático también  desapareció de la pantalla oficial con la misma urgencia con que se anularán las medidas para paliarlo.
                  
El trabajo se le amontona. Nadie se explica cómo encuentra tiempo para leerse todo lo que firma. Tampoco se ha olvidado de sus intenciones ultra proteccionistas y ya decretó la salida de los Estados Unidos del Tratado comercial Transpacífico con 12 países emergentes de Asia, la renegociación del NAFTA, el que existe desde hace más veinte años con Méjico y Canadá, el recorte de varias ayudas sociales   y hasta detalles como la prohibición de que se importen limones argentinos. La guerra a la globalización bien puede decirse que ha estallado.

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