Dawn Richards renueva la música baile y el r&b en ‘Redemption’

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Dawn Richards renueva la música baile y el r&b en ‘Redemption’

Dawn Richards, Redemption

La artista de Nueva Orleans publica su tercer disco en solitario y cierra una etapa marcada por la evolución artística y personal. Que me perdonen los defensores de lo políticamente correcto si acaso meto la pata en esta reseña, porque está lejos de mi intención herir la sensibilidad de nadie, pero a falta de una etiqueta mejor, no me queda más remedio que integrar en el amplio cajón de sastre de la ‘música negra’ este estupendo álbum, titulado ‘Redemption’ del que vamos a ocuparnos hoy.
 
 
La responsable del disco es una joven artista de Nueva Orleans, llamada Dawn Richard, a quien podría calificar sin problemas de auténtica debilidad personal. La ‘música negra’, lamento insistir con el término, vive en esta segunda década del siglo XXI una nueva edad dorada que supone, además, la continuación lógica de un arco estílistico de gran influencia que arrancó en los años 50 con los pioneros del rock and roll y, de una u otra forma ha seguido una trayectoria creciente hasta hoy.
 
 
Ustedes mismos van a poder comprobarlo cuando echen el obligado vistazo a las listas de los mejores discos del año. Seguro que no faltan claro ni algunos ilustres fallecidos como David Bowie o Leonard Cohen, ni hombres obsesionados con las historias tristes como el bueno de Nick Cave. Pero apostamos macetas contra fincas de regadío a que el equipo más nutrido es el formado por, y ya es la tercera vez que lo digo, los nuevos ases de la ‘música negra’.
 

 
 
No faltarán ni Frank Ocean, ni Beyonce, ni Kanye West, ni Solange, ni Miguel, ni Anderson Paak ni Blood Orange y, probablemente, ni la misma Dawn Richard, cuyo disco ha salido un poco tarde, pueda hacerse un hueco. Nos guste más o menos, yo, ya les digo, estoy en la primera opción, ese nuevo r&b que ha incorporado plenamente los hallazgos del hip hop y la música electrónica, mientras mantiene con fuerza la grandeza vocal del soul y la belleza melódica de los grandes escritores de canciones del pasado, está, todavía a la cabeza de las nuevas tendencias.
 
 
Dicho esto, admitámoslo también. Las maravillosas nuevas tecnologías de grabación, los ordenadores, el autotune y otras lindezas siempre presentes en los discos que se graban hoy día, tienen como efecto secundario que muchas de las cosas que oímos se parezcan demasiado entre sí. Por muy bien que estén. De ahí que cuando aparecen obras como la que acaba de publicar Dawn Richard, o aquel añorado primer lp de FKA Twigs, resulten tan agradables a nuestras orejas como ese trago de agua fresca que golpea la garganta del sediento.
 

 
Richard tiene una gran voz, una imagen potente y funciona como repelente contra cualquier tipo de etiquetas y perfecta excepción que confirma cualquier reglas. Para empezar, tiene pedigrí porque nació en Nueva Orleans y es hija de Frank Richard, el cantante y percusionista de Chocolate/Milk y creció practicando pasos de baile en la academia que tenía su mardre en la ciudad.
 
 
Sin embargo, su éxito inicial se debe a uno de esos concursos televisivos de nuevos talentos que lo invaden todo sin dejar espacio para nada más. En este caso fue Making The Band, en su tercera edición y ya saben lo que suele pasar con este tipo de artistas, aunque sólo sea por la larga sombra de las estrellas nacidas de aquel primer Operación Triunfo hispano, cuyo aniversario no nos ha quedado más remedio que celebrar a todos por culpa de una maldita cobra.
 
 
Pero Richard ha machacado el estereotipo. Ha entrado y salido un par de veces de Danity Kane, un grupo femenino de éxito en el que se consolidó como artista emergente tras su efímero estrellato televisivo y en todo momento ha estado pendiente de sacar adelante su proyecto personal más importante, una trilogía formada por tres obras independientes entre sí que giran en torno a los problemas y los placeres que proporcionan las relaciones humanas.
 
 
Y así llegamos a ‘Redemption’, el álbum que cierra el círculo iniciado con ‘Goldenheart’ y ‘Blackheart’, sus obras anteriores. Un disco que tiene varios puntos en común con sus antecesores aunque lleva un poco más lejos la definición del estilo de esta singular artista. Nos movemos otra vez, en cualquier caso, en un entorno instrumental en el que se fusiona con maestría lo analógico con lo electrónico y el ritmo gana siempre la partida.
 
 
Pero el nuevo productor Machinedrum ha coloreado un poco más los temas y dejado más espacio a las melodías, lo que aporta más dulzura de lo habitual, quizá, pero consigue también que reluzca la materia prima. Esas canciones, como ‘Renegades’, mi tema favorito del disco por el momento, en las que se ve perfectamente ese regusto clásico del que hablaba antes cuando argumentaba que en la ‘música negra’, y van cuatro lo siento de veras, hay una línea estilística constante que puede seguirse después de 70 años de canciones que se han convertido en éxitos globales.
 
 
Ese es uno de los cambios más importantes que podemos detectar en esos 47 minutos de música que se extienden a lo largo de 15 canciones, porque ni Druski, el productor del primer álbum de la chica, ni Noisecastle III, que trabajó en el segundo y aquí se encarga de dos canciones, parecían preocuparse demasiado de la línea melódica. O por lo menos en apariencia ese asunto no era, en absoluto su prioridad.
 
 
Claro que también hay que tener en cuenta que a lo largo de estos tres trabajos, Richard ha evolucionado mucho y ahora parece saber lo que quiere mucho mejor que antes. Sus letras han ganado peso y se han introducido en territorios muy poco habituales en la música de baile. Parafraseando a los críticos de Pichtfork que, lo siento, parecen ser los mas ‘puestos’ en estos asuntos, Dawn ha introducido la reflexión vital en unas canciones pensadas para promover el baile, algo, desde luego, muy poco visto hasta ahora.
 
 
Ya saben hay muchos, y muy buenos, temas de amor. Otros políticos, alguna canción protesta, mucha reivindicación de la ‘negritud’, pero para encontrar textos parecidos a los que ha incluido Richard aquí, tenemos que tener paciencia y buscar mucho. Y las novedades, tan escasas, ya digo, siempre son bienvenidas. Cuidado, no es que Dawn sea Wal Whitman, desde luego, ni que se vaya a ganar la vida con la poesía (bueno leídos algunos bestsellers escritos por cantautores españoles de ahora, cualquiera sabe). Pero tiene ganas de decir cosas y trascender en la medida de lo posible.
 
 
Pero lo mejor es su voz. Claro. Más dulce y menos desgarrada que lo que marcan los cánones clásicos. Más cerca de Dionne Warwick que de Aretha Franklin y muy lejos del virtuosismo cirquense actualmente de moda sobre el que no voy a extenderme porque no merece la pena. Richard canta bien, siente lo que canta, y transmite mucho, porque maneja con maestría varios registros y jamás se la juega a la carta del virtuosismo cuando tiene que defender una canción. ¿Les parece poco?

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