Mariano Rajoy, el mejor aliado de Susana Díaz contra Pedro Sánchez

Detrás de la cortina

Mariano Rajoy, el mejor aliado de Susana Díaz contra Pedro Sánchez

Rafael Alba

PP y PSOE ponen en marcha su ‘agenda’ oculta para restaurar el bipartidismo y frenar el renacimiento de la izquierda. Prepárense. En las próximas semanas, o meses, vamos a vivir un espejismo político en el que se simularán supuesto desencuentros entre los dos grandes partidos españoles, el PP y el PSOE, que se cerrarán rápido, sin embargo, con acuerdos en apariencia sorprendentes, como el que han alcanzado ya está semana en el que se compatibilizaron la subida del Salario Mínimo Interprofesional y la fijación de un nuevo techo de gasto. Dos medidas, en cualquier caso, de las que, evidentemente, habría que felicitarse moderadamente, como han recordado en estos días algunos tertulianos de poca fe que aconsejan no confundir derechos con conquistas.
 
Para ese grupo de socialistas que quiere dejar atrás a Pedro Sánchez y dirige una gestora que se olvida de que su único cometido real debería ser convocar rápidamente un congreso de su partido, estas fotos de pactos que mejoran la ‘vida de la gente’, conseguidos gracias al ejercicio de una negociación realista son oro puro. Más aún, en una semana en la que su líder de hecho, la dirigente andaluza Susana Díaz ha empezado a escenificar su posible candidatura a la secretaria general del partido, con viajes por Europa, conversaciones con Miquel Iceta, el jefe de los díscolos catalanes y otras acciones promocionales evidentes.
 
A Mariano Rajoy y los suyos también les conviene una narrativa que, como es tradicional en él, hace de la necesidad virtud y pone de manifiesto la evidencia de que siempre tuvo razón, que lo mejor para España era el entendimiento entre los dos grandes partidos y la reinstauración del bipartidismo herido. Y no sólo porque el palafrenero Albert Rivera y sus Ciudadanos queden en un rincón. También porque hay otras muchas recompensas posibles y, con un Podemos mucho menos dividido de lo que intentan hacernos creer, la lenta pero inexorable marcha de la justicia sobre los cientos de casos de corrupción política pendientes y la necesidad de colocar a los ‘amigos’ en buenos puestos para agradecerles los servicios prestados, no conviene en absoluto mantener en el primer plano, ni la narración de las derrotas parlamentarias constantes, ni la imagen de un Gobierno insumiso que desobedece al poder legislativo emanado de las urnas.
 
Y esta no es la única ventaja que espera obtener Rajoy con este buen ambiente que parece haberse instalado en las relaciones entre populares y socialistas. Hay otras rentabilidades también posibles que emanan de la neutralidad, o incluso el apoyo tácito de algunos medios de comunicación de importancia estratégica a ciertos puntos importantes en la agenda actual del PP en los que, además, pueden coincidir algunos prohombres socialistas bastante cercanos al grupo Prisa como, por supuesto, los jefes reales de Díaz, entre los que destaca, claro, Felipe González, el gran amigo histórico de Juan Luis Cebrián.
 
Hoy mismo tienen una buena prueba de esta coincidencia de intereses. Lean el fantástico editorial de ‘El País’, sobre las puertas giratorias que, miren ustedes por donde, aparece justo en la semana en que tenemos noticia de que otro antiguo padre de la patria, en este caso el ‘gran’ Alberto Ruiz Gallardón, se ha pasado a la empresa privada una vez transcurrido el tiempo que marca la Ley tras su salida del Gobierno. El texto que ha escrito el editorialista de Prisa no La conclusión es, poco más o menos, que eso de las puertas giratorias es un invento de los ‘populistas’, maravillosa palabra que sirve para todo. Y que, en caso de tener alguna justificación sólo sería cuando afecte a determinados jueces que entren y salgan de la política. ¿Nos referimos quizá a la pérfida Margarita Robles a la que tanto se jaleó cuando algunas malas lenguas relacionaban a esta magistrada con la operación de acoso y derribo de Baltasar Garzón?
 
Fuegos y víctimas colaterales aparte, ese buen entendimiento entre PP y PSOE pone sobre todo en valor, como he dicho antes, la estrategia de oposición que defiende Susana Díaz y a la que parecen dispuestos a sumarse con entusiasmo los actuales dirigentes de esas dos organizaciones fantasmas en las que se han convertido UGT y CCOO, aquellos grandes sindicatos de antaño que hace mucho que ya no pintan nada en ningún sitio, como ha vuelto a quedar patente esta semana en su ‘tancredo’ alrededor del salario mínimo. Y eso que antes de la escenificación del pacto tuvimos, según la opinión de algunos analistas de izquierdas, un estupendo paripé entre los socialistas y los sindicalistas, en función del cuál los segundos se comprometían a sacar adelante en el parlamento las reivindicaciones de los primeros.
 
Y, por supuesto, como música de fondo, la lluvia constante de críticas interesadas con respecto a la mala salud de Podemos. Los de Pablo Iglesias son lo peor de lo peor, en opinión de los dirigentes de estos medios de comunicación afines al buen entendimiento entre las huestes de Susana Díaz y las de Mariano Rajoy, no sólo son populistas y están a palo limpio entre ellos, además son unos ineptos, o algo así, sin experiencia ninguna en la vida parlamentaria que se han quedado con un palmo de narices, porque el PSOE les ha robado la merienda y se ha convertido en la única oposición capaz de resultar útil a la mayoría de los españoles.
 
La mesa está bien puesta y el festín está servido. Lástima que como sucede siempre con los espejismos la sed difícilmente pueda saciarse con los manantiales inexistentes en los supuestos oasis que tampoco lo son en realidad. Como han podido comprobar con dureza, grandes estrategas internacionales de esa izquierda exquisita que entre nosotros han representado siempre los satélites de Prisa en el PSOE contar con el favor de los ‘paniaguados’ del partido, es decir, los miembros del aparato y los parlamentarios, no asegura la victoria. Una y otra vez, la élite laborista británica se ha dado de bruces con la realidad cuando ha intentado tumbar a Jeremy Corbyn. Aunque peor lo ha tenido todavía el Partido Demócrata estadounidense, cuando apartó a Bernie Sanders de la lucha contra Donald Trump en favor de la derrotada Hillary Clinton.
 
Las heridas infringidas por la crisis y la responsabilidad adquirida por los políticos progresistas que han colaborado con las élites financieras en estos años y contribuido al fatal desenlace son demasiado profundas para solucionarlas con un par de tiritas. Y, como ha sucedido reiteradamente, este tipo de estrategias del mal menor, están destinadas al fracaso. A un fracaso por cierto muy doloroso porque ya ha abierto la puerta a una restauración conservadora en todo el mundo con perfiles autoritarios que puede poner en peligro los cimientos mismos de esa democracia que teóricamente intentan salvar. Sanders sí hubiera derrotado a Trump, como sabían perfectamente los demócratas amigos de Wall Street que apotaron por Hillary. Pero Sanders no hubiera sido fácil de controlar si hubiera llegado a la Casa Blanca, así que el verdadero mal menor era la victoria del magnate hotelero que ya ha tomado su primera decisión importante de verdad y le ha dado el control de la economía a otro hombre de Goldman Sachs. Es decir, a otro miembro de la poderosa industria financiera que tras provocar una de las peores crisis económicas de la historia no se ha visto obligada a expiar su culpa. Al contrario. Ha aumentado su poder.
 
Lo malo es que la historia también demuestra que los pactos entre las élites económicas y los políticos populistas, los verdaderos políticos populistas suelen acabar siempre mal. Por eso la izquierda necesita rearmarse y, también por eso, incluso si Susana Díaz tumba finalmente a Pedro Sánchez y dirige al PSOE hacia el mismo triste e irrelevante lugar en el que descansan los restos del antaño gran partido socialdemócrata alemán, por cierto los mentores históricos de Felipe González, todos vamos a tener que lamentarlo.
 
Las fuerzas progresistas españolas deben encontrar de nuevo puntos de contacto y ese necesario entendimiento pasa, sin lugar a dudas, por la búsqueda de una verdadera agenda política propia con prioridades claras. Aunque para conseguirla algunos tengan que olvidarse, de momento, de algunas reivindicaciones nacionalistas que un momento tan peligroso como este jamás deberían ocupar un lugar destacado.
 

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