De la Bolsa de ‘papeles’ a la unión de mercados en Europa

Especial 25 aniversario

De la Bolsa de ‘papeles’ a la unión de mercados en Europa

Ticker de cotizaciones de la Bolsa de Madrid

El frenesí del parqué de la Plaza de la Lealtad se ha trasladado a las tripas de robots informáticos que son los que ahora marcan la negociación en Bolsa española. El último cuarto de siglo ha sido protagonista de la transformación más radical de la Bolsa española en sus más de 180 años de historia. De la negociación de acciones en papeles, a la digitalización de un parqué donde los robots de inversión tienen cada vez más poder y que avanza ahora hacia la uniformidad con sus vecinos europeos.
 
Los primeros grandes cambios de los muchos que estaban por venir en el mercado bursátil español creado por Fernando VI en 1831, llegaron en 1988, con la nueva Ley del Mercado de Valores que abría definitivamente los cuatro parqués españoles -Madrid, Barcelona, Bilbao y Valencia- hacia su pleno desarrollo potencial. Sólo tres años después de haber entrado España en la Comunidad Económica Europea (CEE), precursora de la actual Unión Europea, se establece la creación del nuevo supervisor, la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), las antiguas juntas sindicales dejan paso a sociedades rectoras de cada plaza bursátil, se implanta un nuevo sistema de contratación que será complementado con el nuevo sistema de liquidación y anotación en cuenta de valores y surgen los agentes de Cambio y Bolsa como nuevos garantes del buen funcionamiento de sus operaciones.
 
A los pocos meses de que la primera edición de EL BOLETÍN saliese a las calles de Madrid como diario vespertino, los entonces directivos y asesores de la Bolsa española crearon la que desde el 14 de enero de 1992 ha sido su marca de referencia: el Ibex 35. Un índice que, en su composición, ha reflejado los cambios del tejido empresarial español y en las tendencias productivas y de inversión de cada momento. En sus 24 años de vida, ha evolucionado desde una composición más basada en valores industriales hacia aquellos ubicados dentro del sector servicios. Desde el ladrillo de las inmobiliarias, hasta las grandes compañías semipúblicas nacionales, sin olvidar el sello distintivo del mismo frente a sus vecinos europeos y síntoma del peso de estos en la economía española: la preponderancia de la banca.
 
Los años 90 han sido hasta la fecha, los de la década de mayores cambios en la Bolsa de Madrid. El método CATS de contratación desarrollado por la Bolsa de Toronto fue sustituyendo poco a poco la negociación en corros por la electrónica a través de agencias de valores hasta que fue sustituido en 1995 por el SIBE usado aún hoy. Un novedoso sistema de interconexión bursátil desarrollado por el propio parqué madrileño que permitía por vez primera el intercambio de acciones en tiempo real entre las cuatro Bolsas españolas, sin necesidad ya de contar con los papelitos físicos acreditativos de la tenencia de valores en cartera.
 
La implantación de este sistema, exportado ya a varios países de Latinoamérica, ha permitido desde entonces un flujo creciente de operaciones diario a consecuencia de un cada vez mayor interés de los inversores extranjeros por las cotizadas españolas, así como de las propias familias y pequeños inversores. Los grandes gestores de bandera distinta de la nacional toman ya parte en un 70% de las operaciones que se celebran, según datos aportados por Bolsas y Mercados Españoles (BME), que este mismo año ha celebrado su décimo aniversario como cotizada. “La Bolsa sale a Bolsa”, decía el lema de aquella operación que cumple ya una década.
 
Los nuevos mercados y las plataformas alternativas
 
Al final de la década última del siglo XX, el estallido de las tecnológicas marcó un antes y un después en el interés por las cotizadas, un hecho que se consumó con la creación de un índice a semejanza del neoyorquino Nasdaq: el Ibex Nuevo Mercado. Este índice desapareció en 2007 a causa de la explosión de la ‘burbuja tecnológica’ y del trasvase de la negociación hacia otros mercados como el de derivados (futuros, opciones, ‘warrants’, seguros sobre el clima) y el de los fondos cotizados (ETF, por sus siglas en inglés). El primero, establecido en el año 19991, los segundos cada vez más numerosos, complejos y de más diferentes estrategias.
 
Más allá del indicador por antonomasia de la Bolsa española, en este tiempo ha aparecido también el Latibex, un mercado cotizado en euros para compañías Latinoamericanas nacido en el año 1999. Con este índice, la Bolsa de Madrid ha reafirmado el papel de la economía española como puente entre Europa y América, con cerca de una treintena de compañías cotizadas en la actualidad entre las que destacan las sociedades brasileñas, las del Cono Sur y las de países del área continental del Caribe.
 
Antes de la entrada en tercer milenio, la Bolsa española ya había registrado otro buen número de cambios que contribuyeron a su progresiva modernización y, por extensión, a su mejora de percepción entre inversores y analistas internacionales de las cotizadas españolas. Primeramente, el último reducto de la negociación física de papeles, la de los bonos corporativos de renta fija quedó obligatoriamente transferido a las operaciones electrónicas. Después, la oleada de privatizaciones impuesta por la liberalización de mercados y el fin de monopolios estatales, provoca un aluvión de estrenos bursátiles como en muy pocos momentos se recuerda.
 
Mucho más reciente es la irrupción del Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF), la plataforma diseñada por la sociedad rectora de los parqués nacionales para la emisión de bonos y otros instrumentos de deuda por parte de pymes y empresas de envergadura menor. Un mercado que en los últimos meses ha registrado una actividad inusitada ante las facilidades para la emisión de deuda corporativa.
 
Fue en el año 2013 cuando surgió este como paso complementario al establecimiento de un nuevo segmento de empresas al Mercado Alternativo Bursátil (MAB), un segmento de mercado que vino a sumarse al de sociedades de inversión de capital variable (sicav), que lo venían haciendo desde 2006, y mucho más reciente el tramo destinado a sociedades cotizadas de inversión inmobiliaria (socimi), que en los últimos tiempos han sido protagonistas de una gran expansión al verse reflejada la mejoría del ladrillo español en las estadísticas macro del país.
 
Por lo que se refiere a la visibilidad internacional de la Bolsa española, más allá de los rumores que siempre la sitúan en el disparadero de posibles operaciones corporativas cuando se producen acercamientos entre otros actores del sector, Latinoamérica es clave. La división de desarrollo y consultoría del grupo presta servicios a buena parte de los parqués de la región, donde los volúmenes de negociación y número de empresas y activos cotizados son cada vez mayores.
 
El reto de la integración en Europa también pasa por la Bolsa
 
Sin embargo, en este capítulo, un proyecto de relativa novedad es la que supone el mayor desafío actual para el parqué nacional: la convergencia con Europa. La idea de la Unión del Mercado de Capitales (UMC) en Europa, hacia la que se ha avanzado con decisión mediante iniciativas de regulación comunitaria como las dos Directivas sobre Mercados de Instrumentos Financieros (MiFID y MiFID II) y la norma sobre derivados y poscontratación EMIR.
 
Esta integración normativa consiste en un plan de acción que la Comisión Europea ha lanzado con decisión desde hace solo un año, después de un discurso de su presidente Jean-Claude Juncker en el que habló con determinación de la necesidad de recalibrar el sistema financiero de la Unión Europea más allá del rol de la banca. Aunque no es una cuestión nuevo, los recientes vaivenes de las Bolsas de la región ante los focos de volatilidad surgidos en los últimos tiempos y el castigo inversor hacia unos mercados europeos en los que muchas materias siguen sin contar con una regulación uniforme a pesar de los avances producidos en cuestiones como la transparencia y la poscontratación.
 
Los expertos consideran que mientras que la regulación en papel es abundante y ha sentado ya sobradamente las bases iniciales del proyecto, mientras no se avance en su aplicación en los sistemas de cada país miembro, estos textos quedarán más en papel mojado que en garantes de una integración estratégica que, de otro modo y hasta la fecha, se ha revelado frágil y proclive a desmoronarse ante la aparición de cualquier tensión de ámbito nacional, comunitario o incluso exógena. Un proceso en el que la Autoridad Europea de Valores y Mercados (ESMA, por sus siglas en inglés) debería ser piedra angular.
 
A pesar de estos retos pendientes, es cierto que en estos 25 años la participación de inversores extranjeros no ha hecho más que engordar. Estos son hoy titulares de más del 42% del valor de las acciones de las empresas cotizadas españolas. Estas sociedades forman parte de la cartera de casi 9.000 fondos internacionales entre los que figuran grandes nombres de Wall Street y otros más modestos de Europa, América y Asia, en este orden de importancia.

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