Solange planta cara a Beyonce en ‘A Seat At The Table’

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Solange planta cara a Beyonce en ‘A Seat At The Table’

Solange

La hermanísima de la diva demuestra en su nuevo que tiene unas cuantas ideas propias y que sabe lo que quiere. Voy a caer en el tópico. Lo sé. Y también que no seré ni el primero ni el último que lo haga. La verdad es que a la hora de escribir algo sobre Solange Knowles, resulta prácticamente imposible no mencionar a su hermana Beyonce. Y también, por supuesto, no hacer referencia alguna al incidente que la buena de Solange tuvo hace un tiempo con su cuñado Jay Z en un ascensor.
 
Los detalles, reales o no, del famoso altercado dieron la vuelta al mundo. En teoría, Solange estaba molesta por la presunta infidelidad del marido de su hermana Beyonce, de la que luego esta última hablaría largo y tendido en ‘Lemonade’, su último álbum y un firme candidato a encabezar algunas de las listas que empezaran a elaborarse de aquí a nada con los mejores discos publicados en el año.
 
Y, desde hace unos años, de Solange se han sabido pocas cosas más. Porque su producción de música, o al menos de trabajos firmados con su nombre, ha sido escasa. No es, o no parece una artista especialmente prolífica. O, cuando menos, se piensa muy mucho la parte de su producción que finalmente va a llegar al público. Lo que puede ser una virtud, a fin y al cabo.
 

 
La hermanísima de Beyonce cae bien, o me cae bien si quieren, porque no es una de esas estrellas omnipresentes que estén ahí para venderlo todo, desde su perfume al ‘tupper’ de diseño propio en el que sus sobrinos y sus vecinos llevan la merienda al ‘cole’. Para eso ya están los demás miembros de su familia, aparentemente, ella, en cambio, se dedica, sobre todo, a la música.
 
Y ese quizá sea el motivo por el que en su ‘magra’ discografía hay muchas buenas canciones, algunas ideas brillantes y una calidad media por encima del notable alto. Canta sobre todo, como mandan los cánones del r&b clásico, y su susurros cabalgan unas melodías que no están al alcance de muchos. Así que, al menos para quienes como yo sienten debilidad por las cantantes femeninas, Solange es siempre un nombre a tener en cuenta.
 
Esas sensaciones se han vuelto a confirmar con este ‘A Seat At The Table’ del que nos ocupamos hoy. Un buen disco que, también debería estar en esas listas de lo mejor del año en las que no faltará su hermana, de las que hemos hablado antes. Incluso, si me apuran, colocado por encima del multilaureado ‘Lemonade’. O muy poco por debajo, por lo menos.
 
Sólo por un ‘temazo’ como ‘Cranes In The Sky’, mi canción favorita del disco por el momento, Solange ya se habría ganado unos cuantos galones. Y, de nuevo, lamento no ser original, pero, en este caso coincido con los críticos de Jenesaispop.com, en que se traga de un tema redondo con una de esas melodías en las que puede apreciarse la esencia más pura del mejor pop de todos los tiempos.
 
Habrá quien diga que Solange no es original y que en esta colección de 21 canciones que se extienden a lo largo de 51 minutos de música, hay ecos de otros muchos artistas de su cuerda, ya digo el r&b moderno, desde Miguel a Lauryn Hill, por lo que esta muy lejos de haber inventado nada nuevo. Y tendrán razón, tal vez. No seré yo quien lo niegue.
 
Pero sucede que, en parte, esa es probablemente, la característica de esta artista que más me gusta de ella. Porque su música evoca en mi algunas, muchas sensaciones gratas que he tenido mientras escuchaba a favoritos personales como Diana Ross, Bobby Womack o Ashford & Simpson.
 

 
A mi me interesa algo menos la otra vertiente de este trabajo, quizá también notable, en la que Solange reivindica la negritud, su condición femenina critica con dureza el racismo e inscribe su obra dentro del registro de esa fascinante nueva canción protesta que protagoniza una nueva generación de renovadores del género, cuyo impulso parece haber cambiado para bien, el ritmo creativo de los tiempos.
 
Se tratan artistas tan importantes para orientar la bruja estilística del momento como D’Angelo o Kendrick Lamar, que se baten el cobre en este EEUU donde Donald Trump acaba de ganar las elecciones presidenciales, con sus mensajes racistas y machistas. El problema es que, desde mi punto de vista, su mensaje, tal vez, sea excesivamente ‘americano’ para que consiga atraparme del todo.
 
Tampoco me acaba de gustar esa costumbre, también casi generalizada, de introducir interludios entre las canciones. Piececitas de corta duración que funcionan, según yo lo veo, como una suerte de entremeses con mensaje, que acaban por distraerme y me impiden concentrarme como me gustaría en la escucha.
 
Aquí hay música robusta, bien arreglada y con pretensiones de perdurar. Y algo del mérito corresponde seguro a Raphael Saadiq, un fino multiisntrumentista que ejerce de coproductor y que si ha demostrado algo hasta ahora es la particular elegancia con la que consigue, aparentemente sin esfuerzo, que las canciones ‘caminen’.
 
De modo que, una semana más, termino estas reflexiones musicales, con una recomendación. Me parece que en este disco Solange ha vuelto a demostrar que se trata de una artista en periodo de crecimiento, que tiene un camino propio y que, sí amigos, no es únicamente la hermana pequeña de Beyonce. Pero mejor escuchénlo ustedes mismos y ya me dicen.

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