Hamilton Leithauser/Rostam se alían en ‘I Had A Dream That You Were Mine’

El tocadiscos

Hamilton Leithauser/Rostam se alían en ‘I Had A Dream That You Were Mine’

Hamilton Leithauser/Rostam

El dúo formado por el antiguo líder de The Walkmen y el componente de Vampire Weekend publican una interesante colección de canciones. Se veía venir, según parece. Ya en 2014, cuando Hamilton Leitthauser publicó ‘Black Hours’ su primer disco en solitario tras el parón indefinido decretado en su grupo de siempre The Walkmen, el cantante había colaborado en algunas canciones con Rostam Batmaglij, uno de los máximos responsables del sonido de Vampire Weekend, la banda de la que todo el mundo hablaba hace un par de años.
 
Por lo visto, Rostam también andaba descontento con los derroteros por los que transitaba su grupo, a pesar del éxito obtenido y ya por entonces, cuando le echó una mano a Hamilton, tenía, más o menos pensado, cambiar de aires. Así que esta alianza que acaba de presentarse en sociedad era, al menos según las crónicas de la prensa especializada, más o menos predecible.
 
Lo que ya no está tan claro es que la música que han perpetrado juntos al componer y grabar este ‘I Had A Dream That You Were Mine’ del que nos ocupamos hoy, responda, al menos exactamente, a lo que la mayoría de los fans de sus antiguos proyectos hubieran esperado de ellos. Pero eso, probablemente, sea otra historia.
 
Tomada sin referencias previas ni especulaciones, esta colección de diez canciones que se extienden a lo largo de 40 minutos es entretenida, está bien grabada y resulta bastante agradable de escuchar. Aunque quizá, sólo quizá, le sobren un par de puntos de laboratorio y le falte un poquito de corazón para alcanzar esa cima artística y expresiva que todo el mundo busca cuando compone canciones.
 
Esa, sin embargo, es sólo mi opinión por supuesto. Y también tiene matices. Las canciones son buenas, en general e incluso, alguna, como ‘In A Blackout’, mi favorita del disco por el momento, está bastante por encima de la media, con ese arpegio recurrente que lo envuelve todo y esos coros espectrales de fondo que ilustran perfectamente la angustia y la desolación presentes en el texto.


 
Lástima que un ‘baladón’ tan excelso y reforzado por unos interesantes ecos que sitúan su melodía en territorios anejos a los de Bob Dylan y Leonard Cohen, se vea perjudicado, al menos desde mi punto de vista, por el hecho de haber sido incluido en un anuncio del I Phone 7 de Apple, lo que seguro es una excelente noticia para la cuenta corriente de sus autores y una buena plataforma para asegurar su popularidad, pero no deja de depreciarla por exceso de uso.
 
Hay alguna que otra canción más con esas querencias ‘folkies’ incorporadas, interesantes también, pero tal vez no tan redondas, como ‘Peaceful Morning’ o ‘You Ain’t That Young Kid’, con su riff de ármonica, por ejemplo. Y otras muchas cosas también, porque Hamilton y Rostam parecen haber tirado de ‘librería’ cuando les ha parecido bien y utilizado sin remilgos toda la sabiduría que atesoran como atentos degustadores de lo mejor del pop de todos los tiempos.
 
Otros temas destacables son, evidentemente, ese cántico desesperado de amor imposible titulado ‘A 100 times’ que abre el álbum e incluye la larga frase que el dúo ha elegido para titular este trabajo o ‘1959’ donde destaca la voz femenina invitada de la magnífica Angel Deradoorian, una de mis artistas jóvenes favoritas, de cuya interesante carrera en solitario ya hemos hablado aquí.
 
También tiene su gracia el ambiente ‘retro’ del tema ‘Rough Going (I Won´t Let Up)’, con esos simpáticos coros ‘doo woop’ como elemento diferenciador. Y así, un montón de detalles reconocibles fáciles de apreciar en unos arreglos que, por lo demás, y, a pesar de ese uso de recursos conocidos, no caen en ningún momento en la fotocopia.
 
Y tal vez esa sea la mayor virtud y a la vez el mayor problema de un disco, de un buen disco, donde las instrumentaciones y la interpretación se encuentran siempre unos cuantos puntos por encima de las canciones, que son, como todo el mundo sabe, la materia prima fundamental del pop.
 
Probablemente por eso, todo resulta un poco más frío de lo conveniente, como ya decía antes, demasiado doctoral y académico. Hasta el punto de que, en algunos momentos, el peso de tanta sabiduría acumulada nos hace distanciarnos de las historias que nos cuentan los temas y tendemos a estar más pendientes de los bellos fondos musicales que de las historias, a veces terribles, que nos cuentan las canciones.
 

 
Hamilton, además, canta bien. Muy bien, con mucha convicción y capacidad interpretativa, lo que aún pone más de manifiesto el desfase del que venimos hablando. Y es una pena porque la cosa prometía mucho y, por lo mismo, cuando el disco deja de sonar por los altavoces no podemos evitar sentir una cierta desazón.
 
Pero también convendría tener en cuenta que, por muy veteranos que sean los dos componentes de este dúo, este disco no deja de ser su debut. Así que quizá no sea tan mala noticia que haya mucho espacio para la mejora. Algo que podría conseguirse con suma facilidad en el futuro inmediato si el Rostam productor y el Hamilton cantante se muestran un poco menos complacientes con los Hamilton y Rostam compositores.
 
Aún así, quiero terminar este texto recomendándoles la escucha de este álbum. Aunque sólo sea porque su bella factura y la inteligencia con la que ha sido grabado y producido pueden convertir en tendencia algunos de los múltiples hallazgos que hemos encontrado en él. Merece la pena, de verdad.

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