Sánchez se convierte en una marioneta en manos de Rajoy

Detrás de la cortina

Sánchez se convierte en una marioneta en manos de Rajoy

Rafael Alba

El secretario general de los socialistas necesita desesperadamente una victoria en la negociación de la investidura para mantener el cargo.
Hace tiempo que los conspiradores habituales de la Villa y Corte que tejen sus redes entre las mesas y los manteles de los restaurantes madrileños han cuadrado el círculo y encontrado la solución mágica que permitiría a Mariano Rajoy salir triunfante de las actuales negociaciones previas a la investidura. Hasta aseguran, como siempre sin preocuparse de aportar prueba alguna que corrobores sus afirmaciones, que hace ya tiempo que se producen intensas negociaciones en la sombra, que todo está dispuesto y bien dispuesto y que ahora sólo hace falta que empiecen a producirse la secuencia de acontecimientos esperada para que la coyuntura sea lo más propicia posible. Y hasta osan decir que los promotores de la operación sólo esperan que llegue la señal para ponerla en marcha.

Es, por supuesto, un nuevo cuento de hadas forjado por mentes ociosas y calenturientas. Pero si uno escucha a estos narradores referirlo, lo cierto es que todo parece endemoniadamente fácil. Y casi todo ‘cuadra’, además, gracias a la simpleza de unas argumentaciones tan obvias como eficaces, aunque dudosamente reales. La clave del espinoso asunto sería que el presidente en funciones no debe, en realidad, preocuparse de otra cosa que de firmar un seguro de vida política para Pedro Sánchez, haciendo las concesiones necesarias en la negociación para proporcionar al actual secretario general del PSOE la munición necesaria para derrotar a la contestación interna y frenar en seco los movimientos que los viejos ‘zapateristas’ y los restos del rancio ‘felipismo’ encabezado por la incansable presidenta de la Junta de Andalucía Susana Díaz realizan desde hace meses para desalojarle del poder en el próximo congreso del partido.

El cuento chino es, más o menos, como sigue: a estas alturas del partido no queda ninguna duda de que el PSOE se abstendrá en la segunda votación del próximo debate de investidura y permitirá que Rajoy continúe instalado en La Moncloa. Por lo menos un par de años más, con o sin moción de confianza de por medio. El burdo discurso del ‘a día de hoy’, pronunciado por Sánchez hace unos días, tras su entrevista institucional con Rajoy ha disipado cualquier incertidumbre que los mejor pensados y bienintencionados militantes o simpatizantes socialistas pudieran tener aún. Y no sólo por los parecidos históricos con aquel famoso ‘OTAN, de entrada no’, que constituyó la primera gran decepción de la izquierda con Felipe González, también porque se trata, obviamente, de un cambio cualitativo de discurso tras la reiteración del ‘no es no’, tantas veces pronunciado en el pasado por el líder socialista al referirse a la posibilidad de que se forjase un acuerdo, por activa o por pasiva, entre el PSOE y el PP que facilitara la formación de un nuevo gobierno en España.

Así que lo único que está ahora en cuestión es el precio que los socialistas le ponen a esa abstención anunciada. Y, por supuesto, en cualquier caso, tiene que ser bastante mayor que un simple maquillaje del programa electoral del PP para incluir evanescentes medidas de regeneración democrática o anémicas partidas presupuestarias para impulsar políticas de inclusión social. Tiene que haber variaciones de calado en el rumbo de la política económica y que sean perfectamente perceptibles por los sectores situados a la izquierda del PSOE para que el ‘enjuage’ pueda realizarse. Y tiene que ser así, por mucho que desde Bruselas y Berlín se mantenga la amenaza de las posibles sanciones por a España por los incumplimientos de los objetivos de déficit como un salvavidas tendido hacia Rajoy porque, inevitablemente, pone límites a las posibles concesiones que pueden hacerse en una eventual negociación sin dejar de cumplir los compromisos contraídos con Europa.

Y también, por supuesto, de quién es el mérito de que esas concesiones que, inevitablemente van a llegar, se hayan producido finalmente. Esa es una medalla que tiene que ‘colgarse’ Sánchez de forma inequívoca. Y su metal ha de ser tan brillante que sirva para demostrar que la estrategia ‘entreguista’ y de cheques en blanco que han mantenido los barones alineados con Susana Díaz en la batalla por el liderazgo socialista hubiera sido una estrategia fallida. De modo que, antes de que esas concesiones ‘in extremis’, que supondrían en la práctica la derogación completa de la última reforma laboral y una reforma fiscal de cierto calado, lleguen, es necesario que el hervor del cocido socialista alcance temperaturas de auténtico peligro. Incluso que la posibilidad, siempre sobre la mesa, en cualquier caso, de que el PSOE se divida en dos mitades vuelva a convertirse en una amenaza real.

Por supuesto ese clima de peligro inminente también es necesario para que Rajoy pueda traicionar por enésima vez los presuntos principios de su partido para fraguar el pacto que le permita mantenerse al frente del Gobierno. Para el líder conservador la mejor materialización de la amenaza sería, dicen estas lenguas viperinas, que un sector del PSOE empezará a defender, incluso con la boca pequeña, la viabilidad de un pacto de gobierno entre los socialistas, Podemos, los soberanistas catalanes y el PNV que abriera una negociación efectiva sobre la reforma constitucional pendiente y el derecho a decidir.

Y miren ustedes por donde en los últimos días se han producido algunos movimientos, especialmente en Cataluña, que apuntan hacia un horizonte donde podrían converger estas dos circunstancias. Primero están, los inesperados movimientos de Susana Díaz en Cataluña, con la presidenta en persona dispuesta a viajar hacia esa autonomía para intervenir en una suerte de ‘pachanga’ con alcaldes del PSC han puesto muy nervioso a Miquel Iceta, el actual ‘jefe’ del socialismo catalán que es, a la vez, uno de los principales apoyos actuales de Pedro Sánchez y una suerte de equilibrista que, a pesar de estar teóricamente lejos del ‘derecho a decidir’ ha defendido más de una vez la necesidad de abrir la puerta, aunque sea tímidamente, a una solución a la canadiense para Cataluña. O sea, con su referéndum independentista pactado.

Y luego la cada vez más intensa presión a la que ciertos sectores de la élite catalana, sobre todo muchos sectores moderados, estarían sometiendo a ERC y lo que queda de Convergencia para que ‘aprovechen’ el escándalo político que les ha servido en bandeja el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, con esas grabaciones en las que se demuestra el uso partidista y contrario al ‘soberanismo’ catalán que ha realizado siempre el PP sin mayores problemas de las instituciones del Estado español. Ahí habría, dicen, materia suficiente para justificar un ajuste del objetivo prioritario y poner por delante, por ahora, la necesidad de sacar al partido de Rajoy del poder de la consecución inmediata de ese sueño independentista que, en cualquier caso, la necesidad de contar con la CUP ya les había puesto muy cuesta arriba.

Así que si una parte del PSC empieza a alinearse con estos postulados, y hay muchos dirigentes del socialismo catalán que verían con muy buenos ojos tomar distancia del ‘bloque españolista’ y sacarse de encima la presión que ejercen sobre ellos ahora en la región tanto el PP como los Ciudadanos de Albert Rivera, la necesidad de ‘salvar al soldado Sánchez’ para preservar la unidad de España y la continuidad del bipartidismo echando una mano al PSOE para impedir su división, podría justificar, incluso en Bruselas, que Rajoy hiciera muchas concesiones inesperadas ahora que permitieran al actual secretario general de los socialistas ‘vender’ tanto en clave interna, como de cara a ese electorado que se mantiene a la fuga esa, aparentemente, inevitable abstención socialista que se produciría, como hemos dicho antes, en la segunda votación del debate de investidura.

Lo que no tienen tan claro esos conspiradores de los que les hablaba al principio es como conseguirá Sánchez, una vez disipado el efecto de su triunfante negociación, mantener amordazados a sus críticos. Por la derecha y por la izquierda. En estos días se beneficia de la estrategia de silencio que la prensa en general mantiene sobre casi todo lo relacionado con los casos de corrupción que mantienen infectado al PP y que habrían inhabilitado a su actual dirección para seguir al frente del partido en cualquier otro país. Con o sin respaldo electoral. Pero eso no puede durar siempre. Y, aunque, a los votantes del PP no les importe demasiado, a todos los demás sí.

Y no es seguro que, al final, facilitar la permanencia de Rajoy al frente del Gobierno no le pase una factura al PSOE tan cuantiosa que sea imposible de pagar. Por si acaso, en las redes sociales, Podemos mantiene la presión sobre este asunto. Y ya sabemos el partido que siempre le sacan los morados a esta estrategia. Mucho más, cuando la coyuntura les aleja de cualquier posibilidad de acercarse al poder y se mueven, por lo tanto, en ese territorio en el que es posible hacer oposición sin cortapisas. Al fin y al cabo, son muchos, y no sólo están en el bando ‘podemita’, quienes están seguros de que, como dijo Iñigo Errejón, los morados van a ‘heredar’ este país. Es una simple cuestión de tiempo y un imponderable generacional.

Más información