Xenia Rubinos inventa el sonido del futuro en ‘Black Terry Cat’

El tocadiscos

Xenia Rubinos inventa el sonido del futuro en ‘Black Terry Cat’

Xenia Rubinos

La artista de Brooklyn presenta un segundo disco innovador y cargado de ácidos mensajes de crítica social. ¿Recuerdan a Xenia Rubinos? Quiza sí, pero dejen que, por si acaso, les refresque la memoria. Xenia era esa joven, simpática y más que bien preparada artista de Brooklyn, con raíces cubanas y portorriqueñas, que algún diario español definió como “un híbrido entre Björk y Celia Cruz”, cuando ella estuvo unos cuantos días por aquí para promocionar ‘Magic Trix’, su primer disco.

Quizá la comparación fuera bastante acertada. O no. Pero, les aseguro que no resulta fácil, todavía hoy, encontrar una forma certera, sencilla y directa de describir la música que contenía aquella sorprendente tarjeta de presentación. Excepto quizá recurrir al típico tópico y hablar de la aparición en escena de una artista única y personal, empeñada en encontrar su sonido. Pues de eso es de lo que se trataba, poco más o menos.

Y por ahí seguimos, afortunadamente. Aunque también es cierto que, tras escuchar su segundo álbum, este ‘Black Terry Cat’ del que nos ocupamos hoy, contamos con algunas pistas adicionales a la hora de buscar las etiquetas correspondientes. Lo malo, sin embargo, es que al enfrentarse con el trabajo de Xenia Rubinos, las clasificaciones fallan y los catálogos no disponen de las categorías adecuadas. Por lo menos, por ahora.

A diferencia de muchos otros artistas contemporáneos, en la música de Xenia hay un claro compromiso político, presente en especial en unas letras duras y poco complacientes, en las que señala sin contemplaciones las contradicciones del sistema y se muestra orgullosa de su ‘negritud’ y su ‘latinidad’, a la par que rechaza el papel subalterno que la América blanca, anglosajona y protestante en la que vive, asigna a las personas de distintas razas o diferentes procedencias.

Un asunto este, que los teóricos han denominado ‘desigualdad horizontal’, y que, según algunos teóricos de fuste como el premio Nobel de Economía, va a resultar decisivo para que Hillary Clinton consiga finalmente derrotar a Donald Trump en las próximas elecciones presidenciales estadounidenses del mes de noviembre, a pesar de lo ajustado de los pronósticos y de las espeluznantes posibilidades de incierto futuro que se desprenden de unas encuestas más que ajustadas.

Porque junto a la tradicional división entre los de ‘arriba y los de abajo’, a la que recurren siempre afilados polítólogos como Iñigo Errejón, sin duda la gran cabeza ‘pensante’ de Podemos, parece que existen otras, absolutamente incrustadas en el tejido social, que tienen que ver con la raza y la condición sexual, mucho más que con la pobreza y la riqueza. Y esa realidad late en el fondo del tipo de ‘canción protesta’ que compone Xenia Rubinos.

Podemos encontrar mucha indignación y mucha rabia en esta colección de 14 canciones que se extiende a lo largo de 43 minutos repletos de música estimulante y de alta calidad. A veces más evidente como en Mexican Chef, uno de los temas más alabados por la crítica, en general, y otras menos, como en ’Lonley Lover’, mi canción favorita del disco, por el momento, pero siempre como un elemento director y determinante en el conjunto.

La verdad es que no molesta, en absoluto esta opción personal, adoptada en un momento en que cierto pop de éxito parece intentar vivir una cómoda existencia aislado en una burbuja hasta la que no llegan los ecos de lo que sucede. Aunque también es verdad que, desde que Kendrick Lamar demostrará a una industria atónita que la canción política también puede ser rentable, muchos advenedizos han empezado a subirse al carro.

Y puede que haya mucho ‘postureo’ en algunos discos recién aparecidos en los que se intenta compatibilizar el feminismo combativo y la reivindicación racial con la venta a destajo de líneas de ropa y cosméticos. Aunque tampoco vamos a rasgarnos las vestiduras ahora. De algo hay que vivir y pagar todos los meses a los chóferes, las secretarias, los mayordomos y las amas de llaves siempre es complicado.

No parece que ese sea el problema de Xenia, por lo menos todavía. Y el modo en el que se ha grabado este disco lo demuestra. Esto no es una superproducción con cientos de compositores, miles de estudios, toneladas de ‘samplers’ y millones de profesionales involucrados. Para nada. A lo mejor todo es producto de la necesidad de cuadrar un presupuesto escaso, pero lo que ha hecho esta artista es rodearse de un equipo bastante reducido de músicos de su máxima confianza. Y tirar para adelante con lo puesto.

Ella misma se ha encargado de las voces, los teclados y de la mayor parte de los bajos. Y luego están, Marco Buccelli, que ejerce como productor, programador, guitarrista y batería; el ingeniero de sonido Jeremy Loucas, que también ha tocado el contrabajo y el saxofonista Frasier Campbell, que también ha soplado algún que otro clarinete cuando le tocaba por las exigencias del guion.

Hay, no obstante, algunos colaboradores más. Y todos han sido llamados por la ‘jefa’ para tocar el bajo. Como si Rubinos, una instrumentista más que hábil en esta misma disciplina, aún no hubiera encontrado al músico que está buscando para que ejerza como bajista fija en su banda. Aunque es probable que cualquiera de los que han tocado en el álbum, Sasha Frere-Jones, Jordan Scanella y Julian Smith, pudiera realizar el trabajo con solvencia.

Algunos críticos han relacionado el sonido elegante y aderezado con una pulsación rítmica de carácter ‘funky’ que caracateriza este segundo disco de Rubinos con su inmersión en las sedosas oleadas sonoras del ‘soul’ elegante y moderno de la incombustible Erykah Badu, una fuente de inspiración inagotable para los músicos actuales, cuyo trabajo parece haberse visto revalorizado en el presente, tras unos años complicados en los que se había mantenido en un relativo segundo plano.

También los hay capaces de relacionar la música contenida en ‘Black Terry Cat’ con los trabajos recientes de algunas jóvenes instrumentistas virtuosas, como la propia Xenia, y también dotadas de sensibilidad pop con las que compartiría legítimas aspiraciones comunes de escribir la banda sonora del futuro. Divas del presente del estilo de la genial bajista Esperanza Spalding, o la imaginativa guitarrista Annie Clark, más conocida como St. Vincent.

Pero todas estas coordenadas sólo sirven para explicar en parte, la experiencia sonora intensa y estimulante que supone escuchar a Xenia Rubinos. Así que no se dejen desalentar por la foto de la portada, toda una declaración de principios en sí misma, y acérquense a conocer la música de esta artista. Es, probablemente, lo más parecido al sonido del futuro que pueden encontrar ahora mismo por las Redes. Y les va a merecer la pena ponerse al día.

Más información