Steve Gunn hace oposiciones a ‘guitar hero’ en ‘Eyes On The Lines’

El tocadiscos

Steve Gunn hace oposiciones a ‘guitar hero’ en ‘Eyes On The Lines’

Eyes On The Lines

El artista de Brooklyn juega fuerte para convertirse en el nuevo guitarrista de cabecera del público español. Recuerden lo que pasó aquí con Mark Knopfler. En España, con y sin sus no siempre fabulososDire Straits, este guitarrista virtuoso que también era capaz de cantar y hacer algunas canciones decentes, adquirió muy pronto la consideración de ídolo. Y ahí sigue, en la cumbre, sin que un montón de obras intrascendentes hayan minado la credibilidad conseguida con los tres maravillosos discos iniciales de aquel grupo, ya mencionado, que capitaneó en la década de los ochenta.

Y seguro que, a cualquiera de ustedes, sobre todo aquellos que ya son ‘talluditos’ y peinan canas de vinilo, se les ocurre algún que otro nombre más, hasta configurar una lista, más o menos larga, de guitarristas cantarines amados por el público español en la que muy de vez en cuando se cuela alguna que otra novedad del estilo de Richard Hawley. Porque sí, por aquí encandila la figura del ‘crooner’ canalla con guitarra, un poco como Bob Dylan y un mucho como Eric Clapton. ¿Joaquín Sabina y Fito Cabrales?. Por ahí también van los tiros, a veces.

¿Podría Stve Gunn subirse también a ese carro en los próximos meses? No es factible saberlo con certeza, pero no queda más remedio que constatar que, posibilidades no le faltan. Y más aún tras haber escuchado con atención su nuevo disco, ’Eyes On The Lines’, el álbum del que nos ocupamos hoy, que contiene sólo nueve canciones, pero muy bien aprovechadas, con las que el artista proporciona al oyente 46 minutos de música guitarrera y elegante.

El bueno de Steve es de ese tipo de artistas que trabaja la vestimenta de sus canciones con la paciencia de un orfebre y la pericia de un artesano laureado. Por eso aquí nos encontramos con buenos riffs, ya sean sensibles o poderosos, arpegios cristalinos que envuelven al oyente con la precisión de cualquier tela de araña, pero más terrenales que etéreos y algún que otro sólo de esos que se quedan mucho tiempo en la memoria, después de haber erizado unas cuántas pieles.

Gunn frecuenta, además, en ese estilo compuesto casi a partes iguales por elementos rockeros y destilados sónicos tomados del viejo folk americano, que tanto gusta por aquí, desde siempre. Y, por si le faltaban méritos, ha empezado, con éxito, a picar piedra por la zona con actuaciones, más o menos, anuales, en las que no hace ascos a los clubs con capacidad media, donde se arriesga al escrutinio directo de su público incipiente.

Cierto que Gunn no es el único nuevo practicante de este género que se renueva periódicamente incluso en este inicio del siglo XXI, en que la música electrónica parece capaz de devorarlo todo. Comparte, por ejemplo, su consideración de joven maestro de las seis cuerdas y mago del ‘fingerpicking’ con tipos de dedos ágiles del estilo de Ryley Walker y milita en el mismo que equipo que bandas ya bendecidas por el éxito como los War on Drugs de Adam Granduciel.

De hecho, Steve comparte muchos modismos estilísticos con todos estos artistas, entre otros motivos porque buena parte de lo que sabe lo ha aprendido gracias al trabajo realizado en The Violators, la banda de acompañamiento del simpático Kurt Vile, otra lumbrera del género que, precisamente, formó parte de la formación original de War on Drugs, hasta que el grupo se convirtió en un espacio creativo incapaz de soportar la competencia entre sus dos líderes.

Además ha trabajado mucho y ha participado en muchos proyectos conjuntos con unos cuántos músicos con los que mantiene buenas relaciones y que siempre parecen dispuestos a echarle una mano cuando resulta necesario. La experiencia le ha permitido a Gunn en este disco, prescindir, al menos en los créditos de la figura omnipotente del típico productor musical, sustituida aquí por una sana circulación de energía colaborativa, en cuya generación han participado unos cuantos músicos y dos ingenieros de sonido: Nicolas Vernhes y Jeff Zeigler.

A la hora de grabar este disco Steve ha confiado para casi todo en The Outliners, la banda que ahora le acompaña en directo y que está formada por el guitarrista James Elkington, el bajista Jason Meagher y el batería Nathan Bowles. Un grupo solvente que se basta y sobra para dotar a Gunn de la potencia y la sutileza necesarias para vestir adecuadamente sus canciones en cualquier situación.

Pero también han participado en la grabación, ya digo, sus viejos amigos y colaboradores como el bajista y teclista Justin Tripp, que le produjo su disco anterior o el batería John Truscinski, con quien ha grabado algunos buenos álbumes a dúo. Y junto a ellos, algunos otros músicos adicionales como, el guitarrista Paul Sukena, el teclista Hans Chew o la arpista Mary Lattimore.

Todos ellos contribuyen a elevar hasta las alturas la calidad instrumental de un disco muy bien ‘tocado’, de gran profesionalidad y en el que las canciones de Gunn resultan más asequibles y ‘comerciales’ que nunca, siempre en el buen sentido de la palabra, por supuesto. Hay unos cuantos estribillos pegajosos, muchas ocasiones de mover el pie al ritmo de la música y, como he dicho antes, un trabajo de guitarra exquisito que es quizá lo más relevante de todo.

Hay mil ejemplos a lo largo y ancho de los nueve temas que componen el álbum, aunque a la hora de escoger uno sólo, me quedo con las armonías que envuelven ‘The Drop’, mi canción favorita del álbum por el momento. Un medio tiempo con reminiscencias ‘stonianas’, en el que brilla muy especialmente el gran trabajo de los distintos guitarristas que han intervenido en la grabación.

Lo cierto es que este Gunn cae bien, es pundonoroso, y sabe lo que se trae entre manos. Características todas ellas que hacen que uno mire con simpatía su trabajo y pueda disfrutar con sus discos. Sin embargo, todavía, parece faltarle algo. Quizá la consolidación de un verdadero estilo propio que le haga destacar por sí mismo en esa peligrosa ‘jungla de las seis cuerdas’ que tan bien ha descrito en sus libros Salvador Domínguez, el guitar-hero español por excelencia.

O a lo mejor no es eso. A lo mejor solo le falta dar con esa canción mágica que abre todas las puertas, las del corazón de los oyentes y las de las listas de éxitos que todavía se publican en estos tiempos duros para la venta de copias físicas de los discos. Pero, seguro que todo llegará. Steve lo está rondando una y otra vez, es trabajador y ambicioso y parece ser listo para ser la próxima guitarrista americano ‘favorito’ del público. Como siempre, amigo mío, sólo el tiempo nos dirá si lo consigue.

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