Junior Boys renuevan su arsenal melódico y bailable con ‘Big Black Coat’

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Junior Boys renuevan su arsenal melódico y bailable con ‘Big Black Coat’

Junior boys

La banda de Ontario publica su primer disco en cinco años y confirma su apuesta por la mezcla de melodías pop y bases electrónicas potentes. Cuando nadie esperaba ya tener noticias de ellos, el cantante y compositor de Ontario Jeremy Greenspan se puso en contacto con su compañero de fatigas histórico, el productor e ingeniero de sonido Matt Didemus y ambos decidieron resucitar a Junior Boys, el proyecto de música electrónica centrado en el formato canción, que ambos han mantenido en pie durante 17 años y cuatro discos y que llevaba un lustro en la reserva.

Cierto que nunca se habían separado oficialmente, pero los augurios de la parroquia no eran demasiado buenos. Sobre todo, porque Greenspan el responsable de la creación de la mayor parte del repertorio propio del grupo, parecía centrado en otros proyectos, algunos bastante lucrativos, en apariencia, que ocupaban la mayor parte de su tiempo, como el trabajo de producción y, casi, creación compartida que todavía lleva a cabo con la artista emergente Jessy Lanza, o el apoyo que ha prestado a los muy bailables Caribou.

Sin embargo, se ve que todas esas colaboraciones y esos trabajos, más o menos, mercenarios no llenaban por completo la ansiedad creativa y vital de Jeremy. O, a lo mejor, simplemente, es que, tras cinco años de silencio, Greenspan se había encontrado con un buen puñado de temas escritos que no le había podido colocar a nadie. Sea como fuere, un buen día Didemus y él volvieron al estudio y se pusieron manos a la obra para resucitar su proyecto conjunto.

El resultado de este, suponemos feliz reencuentro está ya a disposición del público. Es ‘Big Black Coat’, el quinto álbum de Junior Boys, un dúo al que no se puede considerar excesivamente prolífico a tenor de los datos objetivos sobre su productividad, pero que ha abierto caminos de encuentro entre el techno duro que inundó las pistas de baile a finales del pasado siglo y las melodías pop, de carácter pegajoso y suavemente melancólico que caracterizaron al tecno-pop de la década de los ochenta.

Y, más o menos, en eso siguen, porque este nuevo trabajo de Junior Boys del que nos ocupamos hoy, es una colección de 11 canciones que se extiende a lo largo de 49 minutos, en la que Greenspan y Didemus mantienen las constantes vitales de su estilo que es, al fin y al cabo lo que todos, y en especial los ‘fans’ que está banda ha conservado, a pesar del ya mencionado lustro de silencio, esperaban de ellos.

Pero, como el tiempo no pasa en balde y el poso que dejan los proyectos individuales, siempre acaba por filtrase de una u otra manera y dictar algunos cambios en la forma habitual de trabajar de los componentes de cualquier grupo, estos renovados Junior Boys también han incorporado a su sonido algunos elementos nuevos y se han decidido a transitar caminos que, a pesar de algún que otro escarceo previo no habían transitado en exceso hasta ahora.

Y así en esta nueva entrega de sus aventuras musicales los Junior Boys nos sorprenden con algunos trucos nuevos, mayormente relacionados con las viejas texturas de la electrónica primigenia que se pusieron de moda en la ciudad de Detroit, cuando alguno disc-jockeys avispados mezclaron la música disco setentera con las estructuras más repetitivas y pesadas del Kraut Rock alemán y su mezcla dominó las pistas en los noventa.

Aunque estas no son las únicas referencias visibles y, más o menos, de nueva incorporación al sonido ‘junior’ que han encontrado los críticos ‘modernos’y que podemos leer en las reseñas que ya se han publicado de esta grabación. Hay quién ha citado al genio del funk recientemente fallecido Prince, cuya mención se ha vuelto casi obligatoria últimamente.

Y también se menciona en estos textos a otros artistas añorados en las pistas de baile, como la Yellow Magic Orchesta, aquel maravilloso trío de techno-pop ochentero nipón en el que militaba Ryuichi Sakamoto, o el ‘house’ experimental que practicaba Richie Hawtin, cuando se convertía en Plastikman, y hasta a especialistas en la fabricación de éxitos inmortales como los añorados 10cc.

Una conexión setentera, sobre todo visible en la costumbre de Greenspan de componer, ya lo hemos dicho, melodías pegajosas y memorables, por aquello de que lo cortés no quita lo valiente, y que a estos muchachos tan vanguardistas y electrónicos siempre les ha gustado el pop elegante. Incluso cuando se presenta en la forma más teóricamente alejada de su universo, como esos ‘baladones’ que interpretan cantantes engominados al frente de orquestas compuestas por músicos vestidos con smoking y pajarita.

Una querencia, o un placer culpable si así lo prefieren, que siempre ha acompañado a este par de rudos canadienses adictos a las zapatillas de deporte y que en este disco en concreto queda patente también gracias a la versión-homenaje, que Junior Boys realizan de ‘What You Won’t Do For Love‘, la canción de que compuso el elegante ‘crooner’ crooner’ Bobby Caldwell junto a Alfons Kettner y que fue un éxito global, allá por 1978.

Pero que nadie se asuste, porque Junior Boys siguen, ya digo, inmersos en su estilo de siempre. Ese pop electrónico, elegante, sí, pero contundente por el que casi todo el mundo les recuerda. Y tampoco faltan los ‘singles’ poderosos y de cosecha propia como ‘Over It’, mi canción favorita del disco por el momento. A la que convendría sumar algunos otros aciertos, que también se mueven entre lo experimental sin estridencias y el zambombazo de toda la vida como ‘Baby Give Up On It’, ‘Baby Don’t Hurt Me’, ‘And It’s Forever’ o ‘No One’s Business’.

Y que quieren que les diga. Aunque este disco no va a ser ni de lejos uno de los que más escuche este año, es probable que ocupe mi equipo de sonido alguna que otra vez, porque hay aquí hay materia para la diversión y buenas canciones que es de lo que se trata. Y lo que sí es seguro, será que me voy a llevar un alegrón cada vez que caiga por ahí y suene en una de esas discotecas infernales en las que el reggaetón de cuarta categoría campa por sus respetos.

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