Kevin Morby evoca a los grandes cantautores en ‘Singing Saw’

El tocadiscos

Kevin Morby evoca a los grandes cantautores en ‘Singing Saw’

El cantante texano depura su estética ‘vintage’ y de despega de la alargada sombra de Bob Dylan y Leonard Cohen. Uno de los peligros de la muchas veces estimulante moda ‘retro’ que nos invade es que se imponga la repetición, más o menos fiel, de patrones ya inventados por los grandes artistas que sí realizaron aportaciones innovadores en las distintas épocas que les tocó vivir.

Hay ahora, ya lo saben, un gusto tal vez excesivo por la rememoración y las llamadas estéticas ‘vintage’ quizá por culpa de YouTube y la profusión de herramientas de almacenamiento tecnológico en línea de contenidos de todas las etapas de la historia de la música de las que se conserva material grabado.

Y claro que es maravilloso y que ningún artista en su sano juicio renunciaría a estudiar esos modelos para afianzar su estilo. Ni debería hacerlo. Hay siempre mucho que aprender de los grandes, que mayoritariamente no lo fueron por casualidad, por supuesto.

Incluso puede resultar interesante también analizar, con la perspectiva que da el tiempo, los motivos por los que algunos artistas o algunas canciones alcanzaron en su momentos descomunales éxitos globales que, a nuestro modesto entender, quizá no merecieron nunca. Y no hace falta dar nombres.

Pero todo tiene sus límites. Uno de ellos, en mi opinión, son los ‘sampleos’ indiscriminados de riff que convierten, a veces, a los editores de sonido, en armas perfectas para el robo indiscriminado, o como mínimo en recursos recurrentes para los creadores más vagos y diletantes.

Tampoco me resulta interesante, más allá de la anécdota puntual, el auge que experimentan hoy por hoy los grupos de ‘covers’, algunos capaces de superar en pericia instrumental a los originales, o de los musicales estilo ‘juke box’ que aprovechan la popularidad de ciertas canciones para unirlas con un entramado dramático pobre, por lo general, y hacer caja con el público que añora una época, un estilo o un artista.

Por todo esto y hasta ahora, el trabajo en solitario de Kevin Morby no me había interesado demasiado. No es que lo hiciera mal, al contrario, canta bien, toca la guitarra con elegancia y se preocupa de los textos y las melodías.

Morby, además tenía un buen curriculum previo. Tocaba el bajo con buen estilo en Woods, una banda curiosa y aseada en la que se mantuvo activo hasta que empezó su carrera en solitario en 2013. Y había impulsado The Babies, un proyecto interesantes que compartió ocon su entonces compañera de piso Cassie Ramone de Vivian Girls.

Pero como solista no conseguí engancharme a su propuesta, a pesar de haber contado en sus dos primeros álbumes con el concurso de Rob Barbato, con quién había colaborado en los mencionados The Babies. Sin embargo, todo me sonaba demasiado conocido y puestos a elegir me parecía más interesante volver a oír los viejos discos de Bob Dylan o Leonard Cohen, antes que perder mi tiempo con un admirador jovencito y entusiasmo por mucho que no estuviera mal del todo.

Y así era más o menos hasta que, por indicación de un amigo en cuyos gustos musicales confío, he decidido poner un rato la oreja en este ‘Singing Saw’, del que nos ocupamos hoy. El tercer y muy interesante disco de Morby, en el que, desde mi punto de vista, por fin consigue partir de todas esas influencias, que desde luego siguen ahí, y configurar una oferta sonora propia.

Aunque curiosamente, una vez más parece que haya sido su atento estudio de los sonidos históricos de la música americana, más o menos ‘folk’ los que le han permitido conseguir este interesante resultado. Más en concreto su participación en en The Complete Last Waltz,un espectáculo en el que se recrea el último concierto de The Band.

Allí se encontró con Sam Cohen, ex de Apollo Sunshine que ha producido esta colección de nueve canciones que se extiende a lo largo de 48 minutos y toca guitarras, bajo, batería y teclados en el disco. Gracias a este nuevo colaborador Morby parece haber encontrado su propio camino.

Son canciones largas ya digo, con buenas melodías y múltiples vericuetos instrumentales que se muestran orgullosas de su origen en la tradición de los grandes cantautores, pero van un poco más allá, al introducir giros instrumentales y melódicos inéditos en ese corpus canónico y doctrinal.

Quizá gracias al respaldo de Cohen, Morby se muestra por primera vez seguro de lo que hace y hasta se permite el lujo de evocar a Lou Reed en ‘Dorothy’, un rock and roll acelerado y simpaticón que es mi canción favorita del álbum, por el momento.

Pero no es el único hallazgo con el que solazarnos. Suena bien y su punto justo de dramatismo ‘gospel‘ la estupenda balada ‘Ferris Wheel’, gracias a una combinación minimalista de voz y piano, del que se encarga aquí Marco Benevetto, que aporta ese ambiente de solemnidad y dulzura que requiere este tipo de temas.

Otros puntos fuertes del álbum son los ajustados arreglos de cuerda y viento y la presencia adecuada y revitalizadora de un potente coro de grandes voces formado por Hannah Cohen, Lauren Balthrop y Alecia Chakor. Sin olvidarnos, por supuesto de los pasajes en los que adquiere protagonismo el ‘Singing Saw’ (serrucho musical), instrumento cuyo nombre sirve de título al álbum del que se encarga John Andrews, componente de Quilt.

En definitiva, un disco sosegado y muy bien hecho, en el que ya no molestan las influencias evidentes porque su existencia no impide a Morby explorar nuevos e interesantes caminos que, por cierto, pueden servir para abrir una puerta a esas carreteras polvorientas bien conocidas de todos que están en la raíz de la gran música estadounidense.

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