Rajoy, el gran ‘dolor de cabeza’ del Ibex 35

Detrás de la cortina

Rajoy, el gran ‘dolor de cabeza’ del Ibex 35

La obstinación del presidente del Gobierno en funciones complica el pacto PSOE-Ciudadanos que anhelan los grandes empresarios. Ya era complicado antes. Ahora, hasta los más optimistas lo consideran imposible. Las últimas revelaciones sobre el entramado de corrupción instalado en el PP, con todos sus matices y variantes han desbordado cualquier expectativa razonable de hacer compatible la regeneración de este partido con su permanencia en el poder.

Sucede que los protagonistas de las tramas valenciana y Púnica, las últimas en ocupar el escenario por riguroso orden de aparición, presuntamente habrían seguido explotando sus estructuras extractivas, sus esquemas para enriquecerse a costa del dinero público, cuando ya habían estallado, entre otros, el ‘caso Gürtel’ o el lío de los papeles de Bárcenas.

Pero aún si quedara un mínimo atisbo de posibilidad de armar un gobierno, incluso para un periodo de, digamos, dos años, presidido o participado por los populares, la opción desaparecería inmediatamente si el actual presidente en funciones, ese tozudo político gallego llamado Mariano Rajoy se mantiene al frente del partido azul.

A estas alturas, hasta los empresarios más recalcitrantes, y los militantes del PSOE que más empeñaron su reputación y su capital político en la defensa de la ‘gran coalición han dado un paso atrás. Y unos y otros empiezan a entender a Pedro Sánchez y su resistencia numantina a ir de la mano de la actual dirección del PP a cualquier pacto.

Además, al final, lo único verdaderamente intolerable para la mayor parte de los componentes de estas asociaciones de intereses creados es que Podemos toque poder. En cualquiera de los posibles formatos que aún están sobre la mesa.

Ya sea como parte de un Gobierno presidido por Sánchez, en el que Pablo Iglesias obtuviera la vicepresidencia y el control de las áreas de poder sensible que desea obtener, según los documentos que ha presentado este partido como base para negociar, o como cómplice necesario en la sombra, dispuesto a facilitar la investidura del político socialista con una abstención estratégica.

De hecho, esta segunda posibilidad aun gusta menos que la primera, porque permitiría a los ‘morados’ mantener viva la llama de su pujanza durante cuatro largos años, en los que podrían poner precio constantemente a su apoyo tácito y sacar adelante medidas, de carácter económico, que sirvieran para desmontar el cepo ideológico y sesgado hacia la defensa de los intereses de los grandes grupos de presión empresariales que instaló con tanto mimo Mariano Rajoy durante los últimos cuatro años.

Así que ese sigue siendo el principal objetivo, la premisa básica que se antepone a cualquier otra. Hay que establecer un cordón sanitario y mantener viva la ‘orden de alejamiento’ que sitúa a Pablo Iglesias bien lejos de La Moncloa.

Por eso, un posible Gobierno presidido por Sánchez, en el que Ciudadanos tuviera un papel destacado empieza a sonar a música celestial en algunos entornos de la Villa y Corte. Y ahí vuelve a estar en la alineación titular un Albert Rivera que parecía desahuciado tras el batacazo electoral de la ‘bisagra naranja’ que montó a toda velocidad, con importantes apoyos externos, para cerrarle el paso a los ‘podemitas’.

Con este partido como socio prioritario de gobierno, las posibilidades de salvar buena parte del cuerpo doctrinario trasladado a las leyes laborales y económicas por el PP en los últimos años del que hablábamos antes, crecen de modo exponencial. Ese ‘cerrojo’ para blindar la austeridad que algunos eufemísticamente llaman ‘las reformas’ y que, en teoría, apoyan Bruselas y Berlín seguiría en funcionamiento.

Bien es cierto, sin embargo, que en Europa, y más con la seria amenaza de nueva recesión que se cierne sobre la economía del Viejo Continente y las renovadas sospechas que afectan a la reputación de los bancos alemanes, italianos y franceses, ya no están tanto por la labor de apretar a los países sureños, como demuestra la neutralidad que han exhibido hasta ahora las fuerzas vivas de la UE con respecto al nuevo Gobierno portugués.

Mantienen, eso sí, la línea roja del cumplimiento del déficit. Pero no van a insistir tanto como antes en que el ‘ajuste’ se haga a costa de las rentas salariales. Unas buenas subidas de impuestos también pasarían el corte.

Así que aún es más urgente que antes para los sectores situados en las cercanías del poder económico evitar unas posibles nuevas elecciones que quizá, y no es seguro, dieran alguna opción más al PP pero que quizá también desbarataran cualquier posibilidad aritmética de mantener lejos del poder a Podemos que, como ya he dicho antes, es su máxima obsesión.

Por eso, la nueva estrategia de los grupos que forman ese magma desestructurado en apariencia antes conocido como ‘la casta’ es montar una nueva versión del tripartito, en la que PSOE y Ciudadanos integren el Ejecutivo y el PP se mantenga fuera, pero ejerza una labor de tutela efectiva por medio de la abstención o los acuerdos puntuales.

Eso sería casi la auténtica cuadratura del círculo, un golpe genial, al que Rivera podría prestarse encantado, si alguien, un individuo con mando en plaza, le garantiza la viabilidad del invento. Y una salida ‘honrosa’, cómoda y completamente aceptable para un Sánchez al que las crónicas de los medios afines a la conspiración, y son muchos y muy variados, vestirían con las ropas del gran estadista que desea ser en encendidos panegíricos.

Un plan perfecto, desde luego, que presenta como ventaja adicional la posibilidad de calmar las aguas aún revueltas de la indignación del sufrido ‘pueblo soberano’ y de proceder al necesario cambio de caras en el PP para que el viejo bipartidismo, con una muleta no nacionalista como apoyo, volviera a convertirse en la base del sistema político español.

Pero amigos, la utopía se aleja por momentos y las ensoñaciones se rompen. Y, curiosamente, la culpa la tiene ahora, Mariano Rajoy. El presidente en funciones se ha enrocado, sigue en sus trece y se niega a marcharse, en primer lugar y a convertirse en líder de una oposición responsable en segundo. Rajoy tiene muy claro que fuera de La Moncloa llueve mucho y también que cuando deje de ser presidente del Gobierno estará en peligro.

Porque dentro de su partido hay muchos líderes ambiciosos con los cuchillos afilados que pueden apoyarse en los pocos cuadros fuera de sospecha que quedan para proceder al desmantelamiento real del ‘aznarismo’, mandar a la generación de los noventa al ostracismo y lavarle la cara al partido.

Así que más vale que los soñadores de los grupos de presión del capital y los conspiradores de salón que especulan estos días con la nueva ‘Shangri-La’ que hemos descrito antes, tomen nota. Rajoy no tiene la más mínima intención de facilitarles las cosas y ya ha puesto fecha a la repetición de las elecciones.

Se harán en junio, según parece, y, con suerte, el PP arañará algún diputado más que permita con mayor holgura montar esa gran coalición con los socialistas y Ciudadanos que podría mantenerle a él en la presidencia. Sobre todo, si el PSOE se derrumba como podría suceder si Podemos consigue cargar a los socialistas la culpa de la imposibilidad de haber montado ese ‘Gobierno del cambio’ que los votantes de izquierdas ansían.

Ese es su horizonte y esa es su estrategia, según algunas versiones de las típicas fuentes, no siempre bien informadas, que tanto proliferan ahora. Como parece ser su costumbre Rajoy confía en que su inmovilismo, fuerce a los demás a moverse. Y en que alguien haga por él ese trabajo sucio que no puede evitarse.

¿De verdad van a arriesgarse los ‘amos del universo’ a que, al final, Podemos se abstenga, y Sánchez llegue a La Moncloa al frente de una coalición en la que se den la mano Ciudadanos, el resto de la izquierda, el PNV y los canarios? El veterano político gallego lo duda y espera que la fruta caiga sola del árbol y todos los verbos necesarios se conjuguen a tiempo, para que la situación vuelva a dar un giro favorable a sus intereses.

Y si, por ahora no fuera así, como mínimo seguiría ganando tiempo. Ya se sabe también que el presidente del Gobierno en funciones confía mucho en esta variable. Si el actual lío sigue montado y nadie deshace los nudos, España puede llegar a las próximas navidades con Rajoy todavía al mando y con tantos meses por delante y lo que tiene que llover todavía, ninguna posibilidad podría descartarse.

Ni siquiera la de que este ‘crac’ gallego que ha sobrevivido a tantos huracanes se mantenga una vez más en pie, mientras sus enemigos, sobre todos aquellos que militan en el mismo partido que él terminan por suicidarse políticamente y no puedan sostener el pulso.

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