La economía como juez electoral: el voto económico

Análisis

La economía como juez electoral: el voto económico

Urna electoral - Foto: Raúl Fernández

La economía es ya capaz de poner o quitar Gobiernos, de impulsar o hundir a partidos. Todo ello a través de su principal herramienta: el voto económico. Estamos en un momento en el que la economía ha logrado trascender sus fronteras. Hoy en día lo invade todo, la educación, la sanidad, la sociedad y por supuesto, la política, y lo hace a tal escala que ya no se puede poner en duda que se ha convertido en un verdadero juez electoral.

Esta es una tendencia que no es nueva, pero que ha logrado un importante impulso desde el estallido de la crisis económica que aún golpea a España. Temas como el paro, la prima de riesgo, los mercados financieros, los fondos golondrina o la Troika han entrado a formar parte del vocabulario cotidiano de una gran parte de la población, una jerga que no hace sino confirmar la capacidad de la economía de permear en los distintos ámbitos sociales.

Pero si hay una esfera en la que ha logrado penetrar completamente, es en el campo político. Actualmente no se puede pensar un debate, un mitin o cualquier intervención pública de un gobernante en la que no se haga visible el componente económico. La cuestión es ¿cómo es capaz la economía de influir hasta tal punto en la política? Ya no es descabellado pensar que la economía es capaz de poner o quitar Gobiernos, de impulsar o hundir a partidos políticos, y todo ello a través de su principal herramienta: el voto económico.

El concepto de voto económico tampoco es algo nuevo, sino que ha generado una gran corriente de estudio en las últimas décadas. Anthony Downs en su obra Teoría económica de la democracia (1973) ya estableció unas pautas en las que afirma que los ciudadanos son capaces de valorar la gestión del Gobierno y de correlacionar los indicadores macroeconómicos a las políticas emprendidas por este.

Pero fue Vladimer Orlando Key uno de los primeros en acotar el concepto del voto económico. Según su hipótesis del premio/castigo, daba a entender que los ciudadanos de un país ‘premian’ con su voto si perciben que la situación económica es positiva o si la gestión realizada es buena, mientras que se encargarán de castigar votando a la oposición o simplemente no votando a aquel político que no haya hecho un buen manejo.

Este concepto se ha ido desarrollando y aunque conserva las bases que expusieron los autores clásicos, hoy incluye nuevas variables que sirven de ‘juicio’ para la política. Se mantiene la idea de que los ciudadanos se fijan en la situación de la economía y en la percepción de la gestión del Gobierno al votar, sin embargo, no se ha quedado ahí: factores como la percepción de la gestión que hace la oposición, las políticas sociales que anuncie cada uno o la atribución de responsabilidad de los políticos sobre los problemas económicos, hacen que el voto económico no se conforme simplemente con premiar o castigar a los políticos por lo hecho durante la legislatura, sino que van más allá y añaden factores a futuro en la decisión del voto.

Una vez que ya se ha expuesto la teoría relacionada con el voto económico, es importante identificar la influencia de la economía en los resultados de 2011, que llevaron al PSOE a perder los comicios, entregándole al Partido Popular la mayoría absoluta.

Así pues, tomamos como referencia el barómetro preelectoral del CIS realizado en octubre de 2011 y al cruzar las cifras de intención directa de voto con la percepción de la economía, se observa que de manera general, los que declararon votar al Gobierno, es decir, al PSOE, veían mejor la marcha de la economía. Así, cuatro votantes socialistas la veían como muy buena por dos votantes del Partido Popular, 57 del PSOE la consideran buena por los 23 del PP, 539 regular contra 285 y por último, 1.223 de los que votarían al Partido Socialista creía que era muy mala, cifra que aumenta hasta 4.375 en el caso de la formación conservadora.

En las elecciones de 2011, sí que se pudo ver una gran influencia del voto económicoDe igual forma, al fijarnos en la gestión que realiza el PSOE en sus cuatro años de legislatura, las diferencias son mayores. Al tratarse de los que iban a votar al Partido Socialista, la percepción de que había sido muy buena la compartían 49 y buena 563, por 11 y 39 entre los votantes del Partido Popular. Igualmente, del primer grupo 517 creen que fue mala y 143 que fue muy mala, contra los 1.769 que consideran mala y 2.740, muy mala del PP.

En tercer lugar, introduciremos una tercera variable extensiva que es la que tiene en cuenta la percepción de cómo lo habría hecho el Partido Popular de haber estado en el Gobierno. Tan solo 36 votantes del PSOE creen que lo habría hecho mejor, por 2.888 del PP. Asimismo, 1.611 creen que lo habría hecho peor por solo 77 de los votantes conservadores. Es en una gestión igual en la que se observa la mayor paridad, 1.153 por 1.310 respuestas en cada uno de los grupos.

Es representativo considerar que en las elecciones de 2011, sí que se pudo ver una gran influencia del voto económico. Tanto al evaluar la situación económica, como la gestión, los votantes del PSOE tenían una percepción mucho más favorable y por lo tanto, exoneradora frente a su gestión o responsabilidad de la crisis. Sin embargo, los que son afines al Partido Popular, muy pocos creen que la economía va bien o que la gestión fue buena y más bien consideran que de haber estado Mariano Rajoy, lo habría hecho mejor.

Ahora, usaremos el barómetro de abril de 2015 para acercarnos a lo que podríamos encontrar en los comicios que se celebrarán a final de año. En primer lugar, tan solo 3,2% considera que la situación económica del país es buena o muy buena, mientras que esa cifra aumenta hasta 70,3% en las respuestas que la consideran mala o muy mala. Sin embargo, en las cuestiones sobre si la economía está mejor que hace un año y la expectativa de cómo estará dentro de un año, lo cierto es que cada vez son más los que tienen mayor optimismo con el futuro. 21,5% cree que es mejor que el año pasado por un 27,5% que la considera peor, al mismo tiempo que 28,8% cree que la situación será mejor en un año por 13,6% que cree que será peor. Estos datos, por si solos y teniendo en cuenta la teoría del premio/castigo, previsiblemente nos conducirían a un menor voto al Gobierno, pero quizá no tan drástico al pensar que va a mejorar a futuro, lo que reduciría la atribución de responsabilidades.

Ahora, al tomar la referencia de la percepción de gestión al Gobierno del Partido Popular, 10,8% ha respondido que le ha parecido muy buena o buena, por 62,1% que la considera que ha sido mala o muy mala, una cifra que iría en línea con un voto económico de castigo hacia el Gobierno. Pero si vamos más allá y observamos los datos que muestran si los votantes creen que el Partido Socialista Obrero Español tendría una mejor gestión, encontramos que solo 5,8% cree que la oposición ha sido buena o muy buena, mientras que 55,2% cree que ha sido mala o muy mala. Esto nos plantea una situación en la que entre los dos principales partidos, la percepción de la gestión del Gobierno es mayoritariamente negativa, lo que sin duda penalizará su intención de voto. Eso sí, al observar su principal opositor, hay incluso menos ciudadanos que valoran mejor su gestión, lo que hará que muchos no ‘castiguen’ al Gobierno por pensar que no hay una opción mejor. Hay que hacer la salvedad de que no disponemos de datos sobre la valoración de la gestión de Podemos o Ciudadanos, que podrían ser algunos de los destinos del voto de estos dos partidos.

¿Y cómo es la intención de voto hacia las distintas formaciones? Cabría esperar que los votantes vayan a penalizar tanto al Gobierno como al principal partido de la oposición. Estos tienen hoy en día una intención de voto directa de 13,5% en el caso del Partido Popular y de 15,4% en el PSOE, que ya mostraría que se está dando un menor voto al Gobierno que a la oposición. Pero al comparar los datos con los que se presentaban en el barómetro preelectoral de 2011, ambos indicadores han sufrido una severa caída, ya que el PSOE logró 17,9% y el PP, 30,5%. En este punto sí que se observa con una mayor claridad castigo que supone el voto económico: en cuatro años de legislatura, el Gobierno perdería una intención de voto de 17%, mucho mayor que la oposición que sería de 2,5%.

Así las cosas, las cifras no hacen sino confirmar que la economía, a través del voto económico ha logrado establecerse como uno de los principales factores que influencian en la decisión electoral, un poder que lejos de menguar, parece que día tras día va creciendo, llegando a un punto, como el actual, en el que realmente se puede pensar que la situación y la gestión económica son los jueves de la política.

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*Rubén López es periodista experto en comunicación política y uno de los impulsores de Politizen

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