Israel-Palestina: cooperación trilateral para una solución binacional

Israel-Palestina

Israel-Palestina: cooperación trilateral para una solución binacional

Banderas de Palestina e Israel

Tradicionalmente el área ha sido territorio de un único país, y no parece realista pensar que cualquier partición que se haga del territorio vaya a respetar objetiva y equilibradamente las realidades socioculturales y los recursos existentes en la zona. Un análisis sobre el terreno, sosegado, realista y objetivo, del estado de actual del conflicto entre Israel y Palestina arroja apenas dos certezas. La primera, que no existe actualmente agenda política alguna para desbloquear la crisis existente. Ni siquiera parece factible un mínimo acercamiento sustancial en el corto plazo entre dos comunidades que se niegan cualquier oportunidad de mínimo entendimiento. Todo ello con Israel cada vez más aislada en lo exterior por sus vecinos y más maniatada en lo interior por el creciente poder nacionalista, sea o no ultraortodoxo. Mientras tanto, del lado palestino no se observan apoyos relevantes reales a la causa entre los Estados de la zona con potencial para desequilibrar el status quo existente.

La segunda realidad es que, sea en el medio o en el largo plazo, es impensable una solución que no pase por cierto grado de separación entre las dos comunidades irreconciliables. Una división que, comporte la coexistencia de dos Estados o cualquier otra fórmula que quiera acordarse, inevitablemente tendrá gran impacto en dos grupos de población abocados, eso sí, a convivir en un espacio tan pequeño que hace inevitable su interdependencia. Tradicionalmente el área ha sido territorio de un único país, y no parece realista pensar que cualquier partición que se haga del territorio vaya a respetar objetiva y equilibradamente las realidades socioculturales y los recursos existentes en la zona.

Por eso, más allá del proceso político para la consecución de la paz, sorprende que entre Israel y Palestina no haya apenas movimientos tendentes a buscar vías de coexistencia organizada una vez se firme un teórico acuerdo que estabilice la zona. La poca atención que se presta a la solución al conflicto se centra en la firma de un documento de paz que quedará en papel mojado si los contendientes no encuentran fórmulas que les permitan compartir recursos y solventar de manera cooperativa problemas comunes.

A fecha de hoy, y pese a las reticencias y trabas que ponen ambos gobiernos, la única vía factible de mínimo acercamiento para la paz y sobre todo para la coexistencia pasa por colaboraciones, aunque sean puntuales, entre actores de la sociedad civil -ONGs locales, universidades y centros de estudio-, y autoridades locales cuyas necesidades de desarrollo radicadas en la cooperación con el vecino de la otra comunidad sean más poderosas que los prejuicios propios o los impedimentos que a esta colaboración pongan terceros.

No se trata de hacer alta política, sino de entender que en los territorios fronterizos –sea la frontera una realidad física o psicológica- las decisiones que se toman a un lado afectan inexorablemente a los del otro. Por eso ha de transitarse de una planificación territorial hecha de espaldas al vecino hacia una cooperación técnica en cuestiones como la ordenación del territorio o la gestión de los recursos naturales. Esta cooperación tiene un objetivo evidente, que es abordar problemas concretos que requieren decisiones compartidas, pero además lleva inherente la generación de una cierta confianza entre las partes. De ese modo, en un proceso de abajo arriba, puede allanarse el camino hacia una paz estable y duradera que surja de a confluencia entre este proceso social y ciudadano y otro, de arriba abajo, de naturaleza puramente política.

En esta nueva óptica de relacionamiento intercomunitario la Unión Europea puede jugar un papel desatacado y recuperar un rol hegemónico y dinamizador perdido en el plano político que, por lógica, le corresponde. Como señalaba recientemente un veterano profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén en una de mis visitas a esta ciudad, existe una creciente toma de conciencia entre ciertos grupos en Israel de que el aliado natural en la búsqueda de soluciones al conflicto no puede ser tanto Estados Unidos y sí una Europa que está más próxima a ellos, y no sólo en lo geográfico, sino sobre todo en lo cultural, en lo humanista.

Pero más allá de esa aceptación de Europa como interlocutor de proximidad, la realidad es que la cooperación técnica no puede ser, al menos en sus primeras fases, bilateral, sino que necesita de un tercero en concordia. En primer lugar, porque Europa tiene más 60 años de experiencia en modelos de cooperación interregional en el que, en la mayoría de ocasiones, el relacionamiento entre actores de diferentes territorios se ha llevado a cabo con éxito sin que exista impulso o tutela por parte de los Estados nación, algo que de producirse la cooperación técnica ocurriría también en el área comprendida entre el Mediterráneo y el Jordán. Y lo ha logrado gracias a una serie de fórmulas y metodologías que podrían ser útiles si se aplicasen en Israel y Palestina. Seguidamente, porque la Unión Europea dispone no sólo de modelos sino también de un conocimiento técnico único en el manejo compartido de recursos. Y por último, porque la relación que existe hoy entre palestinos e israelíes es tan asimétrica que los europeos pueden ser un factor de estabilidad y equilibrio imprescindible para que colaboración entre ambas comunidades sea factible y duradera. La cooperación nace de la confianza, y ésta no puede surgir en el Israel y la Palestina actual si no existen intermediarios reconocidos por las partes.

La Unión Europea tiene pues una oportunidad única de ejercer el liderazgo en aquello por lo que es reconocida a nivel internacional, por articular fórmulas de cooperación técnica que posibiliten el entendimiento ciudadano y una estabilidad política duradera. Si la receta le sirvió a ella para acabar con siglos de enfrentamiento entre Francia y Alemania, al menos merece ser explorada la posibilidad de exportarla a territorios donde los conflictos parecen destinados también a eternizarse secularmente.

* Chema Cruz es periodista y consultor en el campo de las relaciones internacionales y la cooperación. Puedes seguirle en twitter @ChemaCruzR

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