Comunicación No Violenta: instrumento para el cambio social al promover bienestar emocional

Sociedad

Comunicación No Violenta: instrumento para el cambio social al promover bienestar emocional

pareja de enamorados

Hechos, sentimientos, necesidades y petición son las cuatro claves para hablar este lenguaje. No solo de efectividad -interpretación fiel por el receptor del mensaje emitido- vive la comunicación: se busca también la complacencia, y es aquí donde interviene la Comunicación No Violenta (CNV), cuyas herramientas esgrimidas son la empatía (toma de conciencia de necesidades propias y ajenas) y la ausencia de juicios. Pretende no solo resolver conflictos sin violencia ni coacción, sino propiciar una interacción con el otro fundamentada en el respeto y la escucha activa. Tener razón o ser feliz, esa es la cuestión… Lo mejor: defender los propios objetivos sin atacar los del interlocutor es posible

La CNV fue desarrollada por Marshall Rosenberg, psicólogo y mediador, al encontrar una correlación entre violencia y uso de un lenguaje repleto de juicios y evaluaciones, por lo que concluyó que la causa última de la violencia está en la manera de pensar, de comunicarnos y de gestionar las relaciones de poder.

No es raro distorsionar aquello que se pretende transmitir, ya que estamos condicionados por la historia vivida que, sin duda, afecta a las emociones, inducidas por un determinado hecho: el cerebro se programa, haciendo que si ‘A’ implica ‘B’, también ‘a’ se traducirá en ‘B’ aunque no sea equiparable. Además, no raras veces se ignoran los sentimientos y necesidades de la otra persona, intentando cambiar su comportamiento mediante castigo o recompensa, sin asumir la propia responsabilidad. Pero la realidad es cambiante y conviene huir de las clasificaciones estáticas nacidas del prejuicio: es más saludable conectar con la emoción y pedir al otro qué necesita para enriquecer su vida, sin juicios ni exigencias.

Elemental, ¿verdad? Pero no por ello aplicado. Lejos de teorizar, aquí se ofrecen las pautas que permitirán la expansión de esta potente metodología comunicativa porque, cuantos más individuos hablen el mismo lenguaje, más colectividad convivirá en armonía.

El proceso de la “expresión honesta” integra cuatro fases:

1. Observar sin evaluar el hecho que afecta al bienestar: de no ser así, se convertiría en crítica por suponer o deformar lo sucedido. Es diferente decir “Teresa ha intervenido tres veces sin tener el turno de palabra” (hecho objetivo), que “Teresa impide que participemos” (interpretación), o “Teresa siempre interrumpe” (generalización).

2. Identificar los sentimientos generados: ¿qué emociones afloran ante ese hecho? No son los demás quienes las originan, sino el pensamiento y la interpretación. Su expresión contribuirá a la conexión empática. Eso sí: ¡cuidado con los falsos sentimientos! Son aquellos en los que proyectamos la responsabilidad en el otro y, en vez de describir la propia emoción, esconden una evaluación de lo que han hecho los otros. Son, por ejemplo: abandonado, atacado, censurado, culpable, despreciado, engañado, excluido, humillado, ignorado, insultado, presionado, utilizado…

3. Reconocer las necesidades que han dado lugar a esos sentimientos: cuando no son agradables salta la alarma de no cubiertas y habrá que ocuparse de ello. Conviene evitar confundir necesidad y estrategia: sería un error pensar que el problema solo puede ser resuelto por alguien o de una cierta forma.

4. Hacer al otro una petición clara (concreta, realizable y negociable) y formulada en positivo, sintonizando con sus sentimientos y necesidades. Es importante matizar que si accede es porque lo desea, si no, sería exigencia y bloquearía la empatía. Dar a alguien la opción de que satisfaga una necesidad es hacerle un regalo: reconforta contribuir al bienestar de los demás.

Ejemplos de aplicación serían:
“Cuando ayer llegaste tarde me sentí triste y desilusionada porque necesito confianza y tranquilidad; ¿te importaría avisarme cuando surja un contratiempo?”.
“Cuando veo el fregadero con los cacharros del desayuno me siento sobrepasada porque necesito orden y limpieza. ¿Estarías dispuesto a lavarlos antes de irte?”

Por supuesto, también es aplicable al recibir un mensaje de la otra parte, convirtiéndose en escucha empática, pues equivale a prestar toda la atención sin juzgar, estando presente: habrá que identificar el hecho expuesto, sus sentimientos, necesidades y peticiones -sin crear opinión sobre sus palabras-. Imprescindible igualmente alejar las tentaciones habituales de aconsejar, restar importancia o aportar la propia experiencia, pues dificultaría la conexión emocional. Primero, escuchar (muestra comprensión); después, buscar solución al conflicto (estrategia conjunta).

En definitiva: la CNV aspira a tener relaciones afectivas conscientes al hacernos permeables a las necesidades de los otros, y anima a una interacción social basada en la cooperación. Es recomendable parafrasear el mensaje recibido para confirmar que coincide con el emitido, sustituir los juicios moralistas por la empatía, y expresar y recibir agradecimiento sincero (incluso a uno mismo: menos lamentos y más motivos de celebración…). La comunicación será más eficiente, se evitarán conflictos, los prejuicios no tendrán cabida y, en consecuencia, el desgaste personal se reducirá. Difundir esta fórmula implicará promover una sociedad pacífica, no autoritaria y donde tenga cabida una vida satisfactoria.

Más información