Rubalcaba

Crisis en el PSOE

Rubalcaba

La imagen conciliadora, pelín pastelera si me apuran, de Rubalcaba empieza a despertar añoranza. Ahora resulta que muchos españoles, mayormente de derechas – los de izquierda siguen sin dar el brazo a torcer – han descubierto que Rubalcaba (Alfredo Pérez) es inteligente, brillante, serio y… de fiar. Lo ha dicho él, en una frase que hará costumbre, los españoles sabemos enterrar muy bien. Y en su caso lo estamos haciendo estupendamente, con panegíricos y funerales de primera, me refiero al entierro político cuya precipitación tanto estimularon de maneras hasta suicidas para sus intereses ideológicos, partidistas y quizás etcétera sus adversarios y a veces hasta enemigos.

Estos años de “rajoynismo” fundamentalista con luces cortas Rubalcaba capitalizó la animadversión de los suyos porque quiso tomarse tiempo para empezar a batallar contra una política impulsada desde las instancias supranacionales e iniciada por el Gobierno que ejercía su propio partido — en el que, además, él mismo compartía responsabilidades — y, al mismo tiempo, la inquina de sus adversarios y a menudo enemigos, insisto, porque no se plegaba como un hooligan más del PP a los recortes inmisericordes y a las reformas sociales aconsejadas por sus apoyos económicos o eclesiásticos.

Pero no hay mal que cien años dure y en estos momentos de cambios y relevos, con el populismo de izquierdas empezando a volar alto – en otros países es de derechas pero aquí somos diferentes — y el independentismo amenazando con ‘ultimatuns’, la imagen conciliadora, pelín pastelera si me apuran, de Rubalcaba empieza a despertar añoranza. Y la importancia del PSOE para la estabilidad que a pesar de ETA se disfrutó estas décadas pasadas, empieza a ser valorada. Nada se valora más que lo que se pierde. El liderazgo de Rubalcaba fue liquidado muy rápido. Se le echará de menos, intuyo.

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