La deriva del PSOE: del liderazgo de Felipe a acabar en manos de una gestora

Especial 25 aniversario

La deriva del PSOE: del liderazgo de Felipe a acabar en manos de una gestora

Pedro Sánchez, exsecretario general del PSOE

El PSOE afronta su futuro inmerso en una profunda división: está en manos de una gestora, carece de secretario general y no hay fecha para la celebración de un congreso extraordinario.  España, 1992. El país vibraba con los Juegos Olímpicos de Barcelona, ya fuese con la flecha lanzada por Antonio Rebollo o con el ‘Amigos para Siempre’ de Los Manolos. A pesar de ello todos los partidos tenían la vista puesta en las elecciones generales que se iban a celebrar un año después. Unos comicios, los de 1993, en los que Felipe González se impuso por segunda vez a José María Aznar, aunque perdió la mayoría absoluta y necesitó a los nacionalistas para gobernar. Esta legislatura sería la última de los socialistas en el poder hasta la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero en 2004. En esos años el PSOE vivió una profunda crisis hasta que logró volver a La Moncloa. Y es que la división en las filas socialistas no es algo nuevo.
 
Los casos de corrupción y los GAL, entre otras cosas, pasaron factura al partido, que perdió el apoyo popular. El descontento con los socialistas era absoluto y eso se puso de manifiesto en las generales de 1996, en las que Aznar arrebató la Presidencia a Felipe González. Nadie esperaba que la situación fuera a peor, pero las ‘desgracias’ nunca vienen solas. Y en junio de 1997, en el XXXIV Congreso del PSOE, saltó la sorpresa. González anunciaba a los suyos que abandonaba la Secretaría General. No había marcha atrás.
 
El Partido Socialista se quedó en shock. ¿La solución? Elegir a Joaquín Almunia como nuevo líder de la formación del puño y la rosa. Su primera decisión fue toda una revolución: convocar unas primarias para elegir al candidato a la Presidencia del Gobierno. Algo que le salió ‘caro’, ya que acabó perdiendo. Los militantes apostaron por José Borrell a pesar del apoyo que el aparato socialista había dado a Almunia. Si el PSOE ahora es incapaz de zanjar su división interna, hace dos décadas menos aún.
 
Doce meses después Borrell renunció a la candidatura del PSOE a la Presidencia del Gobierno y Almunia se convirtió en el cabeza de cartel del partido. El resultado supuso la aplastante victoria del PP de José María Aznar en las elecciones del 2000 y la consiguiente dimisión del socialista.
 
La travesía por el desierto que inició el PSOE tras el adiós de González terminó en 2004 cuando José Luis Rodríguez Zapatero fue nombrado presidente del Gobierno días después de los atentados del 11M. Los socialistas dieron la sorpresa y ganaron con holgura a los populares. Era la quinta victoria electoral tras ocho años en la oposición y un arduo proceso de renovación. Fueron años dorados para la formación del puño y la rosa con medidas como la retirada de tropas de Irak, la ley de matrimonio homosexual o la ley de dependencia, pero llegó la crisis económica y con ella los recortes y ajustes en materias como el mercado laboral. La reforma de la Constitución pactada ente Zapatero y Mariano Rajoy fue la puntilla. Los ciudadanos, incluidos los votantes del PSOE, dieron la espalda al partido. Conocedor de ello Zapatero adelantó las elecciones y renunció a volver a ser el candidato a la Moncloa en los comicios de 2011 abriendo de nuevo el melón sucesorio. Aunque antes tuvo lugar esta cita en las urnas. Unas elecciones en la que Alfredo Pérez Rubalcaba fue elegido cabeza de cartel, con la consiguiente derrota ante el PP y el desplome del partido hasta los 110 escaños. El peor resultado de su historia, hasta ese momento.
 
Rubalcaba lideró la ‘papeleta’ electoral después de que Carme Chacón renunciarse entre lágrimas a presentarse a las primarias. Una disputa que sí se produjo un par de meses después en el Congreso del PSOE de Sevilla, en el que el primero se hizo con el liderazgo socialista por 22 votos de diferencia sobre la dirigente catalana.
 
La derrota en las elecciones europeas de 2014 supuso el fin de la ‘era Rubalcaba’ y la llegada de Pedro Sánchez, que se impuso en unas primarias a Eduardo Madina. El reto del nuevo secretario general no era fácil: recuperar la unidad del partido y hacer frente a la indignación ciudadana que se aglutinó en torno a lo que se ha llamado el 15M. La desafección en la calle con los partidos ‘tradicionales’ derivó en la aparición de nuevas formaciones, como Podemos, que amenazaron y amenazan el poder del PSOE.
 
La estrategia de Sánchez ante esto fue clara. Los socialistas desplegaron toda su artillería contra los de Pablo Iglesias, a los que tachaban de populistas o de extrema izquierda con el único objetivo de tratar de seguir teniendo la hegemonía del centro izquierda. Pero las urnas volvieron a hablar. En mayo de 2015 hubo elecciones autonómicas y locales y las candidaturas de Podemos lograron rotundos éxitos en ciudades como Madrid o Barcelona.
 
Este fue el preludio de una serie de batacazos electorales en las consiguientes generales. El primero, el 20 de diciembre de 2015. Pedro Sánchez hizo bueno a Rubalcaba al llevar al partido a los 90 escaños. Nunca antes el PSOE había logrado un resultado similar. Esto provocó un alud de críticas contra el líder socialista, al que querían fuera de la Secretaría General. Casi todas estas críticas tenían un mismo origen: Andalucía. Susana Díaz y sus afines empezaban a mover ficha. A pesar de ello, Pedro Sánchez rozó la Presidencia del Gobierno.
 
El rey Felipe VI le propuso como candidato a la investidura después de que Mariano Rajoy rechazase presentarse por falta de apoyos. Y Sánchez se presentó. Lo hizo con un acuerdo con Ciudadanos bajo el brazo. A pesar de ello la falta de entendimiento con Podemos hacía presagiar que el socialista fracasaría. Fue la primera vez en la historia de la democracia que el candidato a la Presidencia del Gobierno fracasaba y no conseguía la confianza del Congreso.
 
Esta situación derivó en unos nuevos comicios el 26 de junio en los que el PSOE  cosechó un nuevo récord perdiendo aún más apoyos y quedándose en 85 diputados. La guerra interna llegó a su clímax. El partido estaba dividido en dos: por un lado, Sánchez y sus afines; por otro, los críticos aglutinados en la figura de Susana Díaz, cuya voz sonaba cada vez más fuerza.
 
Esta fractura se escenificó perfectamente en el dilema sobre qué hacer en caso de que Mariano Rajoy se presentara a la investidura. Mientras que Sánchez defendía el ‘no es no’ y rechazaba facilitar un gobierno del PP, un sector del partido apostaba por la abstención. El enfrentamiento por este tema llegó al esperpento a finales de septiembre, cuando Antonio Pradas se presentó en la sede del partido en la madrileña calle Ferraz para anunciar la dimisión en bloque de 17 miembros de la Ejecutiva Federal. Esta acción, según el socialista andaluz, significaba que el partido pasaba a estar dirigido por una gestora y Pedro Sánchez tenía que dimitir. Entre estos 17 miembros se encontraban la propia presidenta del PSOE, Micaela Navarro, así como Carme Chacón, Ximo Puig, Emiliano García-Page y Tomás Gómez.
 
La tensión era absoluta. Nunca antes se había visto una situación similar. El PSOE se estaba ‘matando’ a sí mismo. Y llegó el 1 de octubre y la celebración del Comité Federal. La batalla entre ambos sectores monopolizó una reunión que arrancó a primera hora de la mañana y se alargó hasta bien entrada la noche y en la que hubo de todo: negociaciones, urnas, gritos y hasta una manifestación de votantes socialistas a las puertas de Ferraz. Al final, estos críticos se salieron con la suya y Pedro Sánchez presentó su dimisión como secretario general. Esa misma noche una gestora presidida por Javier Fernández tomó las riendas del partido.
 
Sánchez ya estaba fuera del poder, pero ¿qué pasaba con la investidura? Tres semanas después, los socialistas volvieron a verse en otro Comité Federal en el que dieron luz verde a la abstención con 139 votos a favor y 96 en contra. Esta decisión se materializó en la segunda votación de la investidura de la que salió triunfante Mariano Rajoy. El líder del PP logró continuar al frente del Gobierno gracias a la decisión del PSOE. Un total de 68 diputados socialistas acataron la decisión aprobada en el Comité Federal frente a 15 díscolos que se mantuvieron en el ‘no’ defendido por Sánchez meses atrás. Precisamente, este último no votó.
 
Apenas unas horas antes de que arrancase la investidura convocó a los medios a una comparecencia sin preguntas en el Congreso para anunciar que dejaba el escaño. Entre lágrimas ponía punto y final a su etapa como diputado, pero prometió dar la batalla de nuevo por el liderazgo del partido. Para ello, desveló su intención de salir a la carretera para recorrer toda España y conocer de primera mano la opinión de los militantes. Unos militantes que buscan poner en jaque a la gestora con la creación de plataformas o una recogida de firmas para forzar la convocatoria urgente de un congreso extraordinario y de unas primarias. Algo que rechaza el órgano que preside Javier Fernández, que prefiere retrasar este cónclave hasta el verano del año que viene.
 
En esta tesis la gestora contaría con el beneplácito de Susana Díaz, que apuesta por dilatar este congreso para que la figura de Sánchez vaya diluyéndose.
 
Todo esto hace presagiar una nueva pelea interna. Y es que el PSOE no tiene en estos momentos ni secretario general ni posible candidato en caso de que Rajoy decida convocar nuevas elecciones si no es capaz de sacar adelante los Presupuestos.
 
González, ayer y hoy

Este repaso por los últimos 25 años del Partido Socialista ha arrancado con Felipe González y acabará con Felipe González. El expresidente del Gobierno se ha convertido en uno de los principales hostigadores de Pedro Sánchez en los últimos meses. Cada vez que aparecía o concedía una entrevista le dedicaba una crítica. “Me siento frustrado, como si me hubieran engañado”, afirmó a finales de septiembre González en una entrevista en la SER, donde desveló que Sánchez “me explicó que pasaba a la oposición, que no intentaría ningún gobierno alternativo y que votaría contra la investidura del Gobierno del PP, pero que en segunda votación pasarían a la abstención para no impedir la formación de gobierno”.
 
Incluso, llegó a dudar en una entrevista en la revista francesa ‘Politique Internationale’ de que Pedro Sánchez pueda hablar durante “más de media hora” sobre sus propuestas para España.
 
Entre ataque y ataque, Felipe González no ha dejado pasar la ocasión para dejarse ver con la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz. La misma que participó en el ‘desalojo’ de Sánchez. ¿Será ella la que tome las riendas del PSOE en el futuro? Lo único que está claro es que la batalla está servida.

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