Euskadi, la misma sorpresa de siempre

Elecciones vascas

Euskadi, la misma sorpresa de siempre

    Iñigo Urkullu, lehendakari

    El PNV mantiene su hegemonía sin pagar factura por gobernar ni por la irrupción de Podemos. Las elecciones vascas y gallegas han medido el estado de ánimo en el que se encuentra la población de estas regiones respecto a la política. Es cierto que la mayoría de los vascos y gallegos han votado en clave territorial y no tanto en España, pero la baja participación es un indicativo de que la sociedad comienza a dar señales de hastío y desafección. Si uno cierra los ojos y recuerda la agitación con la que se vivió la campaña electoral del 20-D creería que en vez de 9 meses hubieran pasado 9 años.
     
    Los resultados de estos comicios desvelan un aumento de apoyo en los partidos conservadores y un abandono de la ‘ilusión’ por el cambio.
     
    En Euskadi, desde luego, han dejado dos cosas claras: Una, que el resultado de las elecciones generales en Euskadi nunca son extrapolables a los comicios de la Comunidad Autónoma Vasca, y dos, que el Partido Nacionalista Vasco ha ganado las elecciones. Salvo las de 1986, que ganó el PSE, los nacionalistas han salido victoriosos en todas y cada una de las convocatorias electorales.
     
    Por un tiempo, hace unos meses, se especuló que Podemos podría competir de igual a igual con el partido hegemónico, pero esta noche queda demostrado que derrocar al PNV de su trono requiere circunstancias ‘extraordinarias’. Como la ilegalización de la izquierda abertzale (2009, Patxi López) y un pacto entre PP y PSOE.
     
    El resultado refuerza también a EH Bildu, que ha ‘recuperado’ la segunda posición que parecía haber perdido en detrimento de Podemos. La izquierda abertzale ha realizado una muy buena campaña electoral sin la necesidad de recurrir a Otegi y su proyecto sale “reforzado” obteniendo el segundo registro más alto de su historia.
     
    Podemos, en cambio, ha realizado una campaña parecida a la que hizo en Cataluña el año pasado. Plana, sin grandes propuestas y sin capacidad de ilusionar – ¿la división interna habrá tenido algo que ver? – al votante. No obstante, no hay que olvidar que se trata de su primera participación y llegar al parlamento de esa forma es algo más que meritorio.
     
    El PSE iguala su mínimo histórico. En una legislatura ha perdido prácticamente la mitad del apoyo, y desde el 2009 (25 escaños) dos tercios. Sin embargo, a pesar de la pérdida de relevancia, es capaz de mantener su poder de influencia. El PNV necesitará pactar para gobernar, y el PSE, su socio preferencial, podrá ponerse exigente para hacerlo.
     
    El PP queda relegado a la quinta posición del parlamento vasco, y la imagen de Alfonso Alonso se debilita. No serán determinantes.
     
    Un dato: La suma de los principales partidos de España, el PP y el PSOE, se queda en 18 escaños. Casi los mismos que EH Bildu.
     
    PNV
     
    El Partido Nacionalista Vasco acaba las elecciones en mejor situación que cuando empezó. En una holgada primera posición que si bien no garantiza gobernar – nunca ha habido mayorías absolutas en Euskadi – acerca a Iñigo Urkullu a reeditar su cargo como lehendakari. La ciencia política tiene en el PNV al mejor alumno en estrategia. Si hay un partido con habilidad política ese es el vasco, que en poco más de una década ha pasado del ‘Plan Ibarretxe’ a la moderación de Urkullu sin tener que pasar por casilla de salida. Entonces basó su hegemonía en el votante independentista, mientras que en esta ocasión ha sido el electorado ‘unionista’ quien ha apoyado al PNV, además de la inexpugnable Vizcaya.
     
    Ateniéndose a los datos del CIS, el 30% de los votantes del PP, el 20% del PSOE y el 27% de los que votaron a Ciudadanos en las pasadas elecciones generales han depositado en la urna la papeleta del PNV. Eso refleja que muchos de los votantes ‘unionistas’ no han dado credibilidad a los cantos de sirena de sus líderes, que han asegurado durante la campaña que votar a Urkullu era votar ‘el camino catalán’. Esos votantes han creído antes el mensaje ‘status quo’ peneuvista que el de sus partidos de referencia.
     
    El PNV se ha limitado a realizar una campaña suave, arrastrado por el viento a favor de unas encuestas que ya auguraban el éxito. Los que en un inicio pretendieron polarizar la campaña con el partido de Urkullu rápidamente chocaron contra un muro infranqueable – el PNV ha ganado todas las elecciones salvo las de 1986 – y con mayor o menor descaro han aceptado que el principal objetivo es poder ser relevante en el Parlamento.
     
    Un parlamento dividido por cinco fuerzas con capacidad de decisión e influencia. El sentido y la memoria invita a creer que el PNV intentará comenzar la legislatura y la investidura en solitario, como ya hizo en 2012.
     
    La imposibilidad del hipotético pacto que en algún momento se sugirió (Podemos-EH Bildu) prevé un futuro donde el PNV gobierne en solitario buscando apoyos puntuales a un lado y al otro de la cámara. Si en algún momento la legislatura se pone tiesa, como sucedió al final de la anterior, los nacionalistas vascos buscarán formalizar un pacto de gobierno. Previsiblemente con el PSE, con quien ya tiene un pacto de estabilidad en ayuntamientos y diputaciones.

    Su principal leit motiv será el autogobierno, y no la independencia. Sobre todo porque la mayoría de sus votantes no lo son.
     
    EH Bildu
     
    La izquierda abertzale necesitaba como agua de mayo un buen resultado en estas elecciones. Y a pesar de haber perdido escaños, lo ha conseguido. “El proyecto de EH Bildu sale fortalecido”, asegura el político Iker Casanova. Las duras derrotas que le infligió Podemos en las elecciones generales, a pesar de que no son extrapolables a las autonómicas, auguraban un cambio de tendencia en la sociedad vasca. Parecía como si muchos votantes de EH Bildu, perdidos ante la ausencia de significantes y significados, habían trasladado su ilusión a la formación morada. Sin embargo, la movilización de su base social, y la eficaz, e incluso arriesgada, campaña electoral ha mantenido a la izquierda abertzale en segunda posición.
     
    Sería incomprensible entender este buen resultado sin la influencia que ha podido tener en él Arnaldo Otegi, y su inhabilitación. Sin embargo, señalarle como razón principal de los resultados sería errar considerablemente el tino. Si de algo sirvió electoralmente la inhabilitación de Otegi fue para que el inicio de campaña no pillara en frío a EH Bildu, que aprovechó la dinámica para movilizar desde el principio a sus bases. A partir de ahí, poco o nada se ha escuchado a los líderes abertzales hablar sobre Otegi.
     
    Lo que más han repetido esos líderes ha sido la propuesta enviada al PNV y Podemos de crear un gobierno tripartito entre las principales fuerzas del parlamento. Una apuesta por el derecho a decidir arriesgada, pues a priori nunca es buena idea invitar a la mesa al partido gobernante contra el que ‘compites’ electoralmente. No obstante, más que penalizar, los votantes parecen haber han apoyado una propuesta que nació de los datos cruzados del CIS, que apuntaban que los indecisos han estado dudando entre PNV y Podemos, y entre EH Bildu y Podemos.
     
    EH Bildu insistirá sobre esa opción durante el futuro próximo, pero tiene todos los visos de que no vaya a ocurrir. Ni a PNV, apoyado por muchos ‘unionistas’, ni a Podemos, con unas previsibles terceras elecciones a la vuelta, les interesa emprender un camino recto hacia la independencia.
     
    Los resultados de EH Bildu en las pasadas elecciones autonómicas (21 escaños) no son extrapolables al actual contexto, por eso, a pesar de perder apoyos, no se puede hablar de derrota. En 2012 no existía una izquierda, ni independentista ni ‘unionista’ capaz de articular un mensaje, y la izquierda abertzale aglutinó el voto de muchos que hoy lo han hecho por Podemos.
     
    Elkarrekin Podemos
     
    Conseguir 11 escaños de 75 la primera vez que te presentas a unas elecciones son números que no deberían suponer reproches. Sin embargo, las altas expectativas de ayer generan hoy una sensación de insatisfacción comparable a la que sintieron los votantes de Unidos Podemos en las pasadas elecciones generales. En cualquier caso, en esta ocasión las encuestas sí que han acertado, en líneas generales, el resultado final, y las sensaciones no son tan traumáticas. Nadie esperaba asaltar el cielo vasco.
     
    El resultado agridulce de Podemos es fruto de una campaña bastante mejorable, de una candidata que no ha conseguido transmitir ninguna idea concreta, y de la fuerza social de los partidos donde en anteriores elecciones había ‘pescado’.
     
    Si Podemos se debate entre sonar a Coldplay o a Bruce Springsteen, la campaña de Podemos Euskadi ha sonado más bien a canción mediocre de los 40 principales. En el lugar del Rock Radical Vasco. Sin mensaje, sin ritmo y sin rostro. No es cierto que Pili Zabala sea una desconocida, pues no lo es. Su labor en defensa de los derechos humanos y su historia personal era de sobra conocida, pero la intención de convertirla en un ‘efecto Carmena’ ha caído por todos lados. Principalmente porque Urkullu no es Esperanza Aguirre, pero también porque las elecciones vascas presentan más opciones políticas que las establecidas en Madrid.
     
    La elección ‘a dedo’ de Zabala buscaba aglutinar y mantener el voto – izquierda abertzale – que Podemos había conseguido en las generales, pero su campaña ‘amable’ lo ha impedido. La candidata ha sido incapaz, por personalidad, de movilizar a las masas. En un tono plano y agradable ha transmitido mensajes vacuos donde el votante ha quedado huérfano de ideas concretas. La idea tan repetida en Podemos de que ‘la gente’ decida es interesante cuando de algún modo muestras tus preferencias. Sin embargo poco se sabe de lo que quiere la formación morada en Euskadi.
     
    El derecho a decidir basado en el pacto de claridad de Canadá, más autogobierno, y una sociedad más igualitaria. Eso es lo que queda, pero en un lugar donde los votantes son conscientes de la diferencia existente entre la situación económica vasca y española, ese mensaje no es fácil de difundir. Por lo que una campaña a ritmo de Springsteen tampoco aseguraba un mejor resultado que el habido.
     
    Lo que haga Podemos durante la legislatura es una incógnita, pero tratándose de un lugar donde los acuerdos entre fuerzas distintas fluyen, no es descartable que encuentre puentes de unión con el PNV, con EH Bildu y PSE. En absoluto sucederá un pacto de gobierno junto al PNV.
     
    PSE
     
    Idoia Mendia ha hecho lo que ha podido, pero el contexto no era el mejor para el Partido Socialista. Cualquiera que hubiera tenido ese cometido habría llevado el barco al mismo puerto que lo ha llevado Mendia. O incluso peor. Quién lo diría, cuando hace cinco años el PSE gobernaba en Euskadi con 25 escaños. Sin embargo, la gestión de la crisis, la pérdida de identidad y la irrupción de Podemos ha debilitado a un partido que observa con relativo éxito haber mejorado las expectativas.
     
    Los socialistas han realizado una campaña agresiva contra el PNV, su socio natural en Euskadi, y con quien ha gobernado la mayor parte de la historia de este territorio. Mendia ha tomado la bandera del euskera como arma arrojadiza, acusando de ‘sectarismo’ al gobierno de Urkullu, que exige el dominio del idioma oficial como condición indispensable para trabajar en las administraciones públicas.
     
    No obstante, muchos de los votantes del PSE, y de los otros partidos, no se han creído esta campaña, ya que los socialistas y nacionalistas mantienen a día de hoy el pacto de estabilidad-gobernabilidad en las instituciones.
     
    La lectura de algunos militantes socialistas es que el PSE intenta de esta forma endurecer su postura ante una hipotética negociación de gobierno con el PNV. Diferenciarse con los nacionalistas para no acabar como muletas, cual Izquierda Unida con el PSOE. Pero la negociación no la niega nadie, ni los socialistas ni los nacionalistas. Conviene recordar que Urkullu empezó sólo la legislatura para acabarla junto al PSOE para evitar unas elecciones anticipadas.
     
    Partido Popular
     
    El Partido Popular obtiene el resultado que esperaba, pero que no prefería. Y lo hace con la indiferencia que ha caracterizado su campaña, que ha estado con la vista puesta en Madrid. La moderación del PNV, que ha pregonado por todos y cada uno de los medios nacionales en los que ha intervenido, ha dejado al PP en fuera de juego, que no ha sido capaz de proponer nada diferente.
     
    Los populares se crecen con la polarización y el mensaje económico. Sin embargo, en Euskadi no ha habido confrontación con nacionalistas ni datos económicos que reprochar. Sobre todo si el que lo pronuncia es Alfonso Alonso, candidato del PP y antiguo miembro del Ejecutivo de Mariano Rajoy. Las acusaciones de Alonso a Urkullu de realizar una mala política económica durante la legislatura vasca ha llegado a provocar el sonrojo de muchos de sus votantes, que han sido convencidos por la moderación del PNV. Consideran que los nacionalistas son el mejor antídoto contra Elkarrekin Podemos y EH Bildu.
     
    La intención del PP era condicionar no tanto la investidura de Urkullu, ya que previsiblemente su voto no será decisivo, sino su gobierno. Pero el resultado otorga al PSE esa preferencia y el voto de los de Alonso no será determinante.

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