¿Hay un clima de violencia en Barcelona como afirma Fernández Díaz?

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¿Hay un clima de violencia en Barcelona como afirma Fernández Díaz?

Guerra de banderas en el Ayuntamiento de Barcelona

Los no independentistas opinan sobre la situación política de Cataluña. El pasado jueves, durante la celebración de la fiesta de La Mercè, el jefe de filas del grupo municipal de ERC, Alfred Bosch, y su homólogo del PP, Alberto Fernández Díaz, colgaban la senyera estelada y la bandera de España, respectivamente, del balcón del Ayuntamiento de Barcelona. Ese suceso que quiso instrumentalizar el evento ha sido catalogado como la “Guerra de las banderas”, y al ministro del interior, Jorge Fernández Díaz, le recuerda a los “años del plomo” de ETA en el País Vasco.

Es evidente que si uno pasea por Barcelona notará que el debate político existe. Basta con mirar las fachadas de los edificios para ver la cantidad de esteladas que de ellas tienden. Sin embargo, eso nada tiene que ver, afortunadamente, con el clima que se vivió durante aquellos años en el País Vasco.

Es posible que el ministro se refiera a la realidad de los pueblos, que como en cualquier lugar, dista mucho de la de las ciudades. Desde luego en Barcelona, tras hablar con varias personas contrarias a la independencia, uno siente que esa instrumentalización y esa “guerra”, interesa más a los políticos que a la gente.

Hablamos sobre la “Guerra de las banderas” y el proceso soberanista con personas no independentistas.

Pacto fiscal, Referéndum y “la pela”

“Creo que es una estrategia de ambos, de Artur Mas y Mariano Rajoy, de esconder su errores. Lo importante aquí, para mí, es la crisis social, no la identitaria. ¿Para qué voy a querer un país nuevo cuyo gobernante (Mas) apoyó las mismas medidas que el gobernante (Rajoy) del país antigüo?”, pregunta Pau mientras apura el café. Este joven barcelonés acusa a los líderes de Junts pel Sí de sumarse a la masa social para seguir en el poder. “A ellos no les interesa la independencia, les interesa el dinero”, sentencia.

Pau y Maribell coinciden en que no creen que vaya a suceder nada a partir del 27-S. Sin embargo difieren en el por qué. Mientras Pau considera que es todo un “farol”, Maribell opina que el domingo “se impondrá la cordura del pueblo catalán”. Es funcionaria y asegura estar harta de que “Artur Mas diga quién es buen catalán y quién no”. Afirma que no tiene ningún problema con los independentistas. “La mayoría de mi familia es independentista, muchos de mis amigos también…y nos llevamos estupendamente”. Sin embargo, acusa a Mas y a Oriol Junqueras de no decir las “cosas malas” de la independencia porque saben, dice, que es un suicidio. “¿Qué pasa, que no hay peros en la independencia?”.

David, un cicloturista nacido en Jerez afirma que con un pacto fiscal acabaría todo, “sólo les interesa la pela”, asegura. Por eso considera que lo único que puede ocurrir es el inicio de una negociación entre el Estado y las Comunidades Autónomas. Como varios con los que hemos hablado, estaría a favor de una consulta por el derecho a decidir. “No tengo ningún problema, soy demócrata, así que pasase lo que pasase lo aceptaría” Aun así, cree que saldría “no”. David apoya el culotte sobre el sillín, se ajusta el casco y confiesa para acabar: “Lo que menos me gusta es la división que tratan de crear. Yo soy español, y no tengo ningún problema con los catalanes, ni con los independentistas. Sólo con sus políticos”.

Albert, por su parte, se llama como su líder político favorito, Rivera. Albert, desconozco si Rivera lo hace, fuma a las puertas de su trabajo mientras lamenta que la campaña electoral sea “emocional y no racional”. “Es una oportunidad perdida, y ya van unas cuantas. España, con Cataluña dentro, podría ser el puente entre América Latina y Europa. Pero nada, aquí seguimos construyendo barreras, raro me parece que todavía nadie haya propuesto un reino de taifas”, ironiza.

Él, como otros que nos han atendido, se muestra a favor de un nuevo pacto fiscal, y en contra de una consulta por el derecho a decidir. “La ley lo dice claro. Sería absurdo que un país permitiera su propia destrucción”; “Votamos a unos políticos para que resuelvan los problemas, no para que se los pasen a la gente”; “¿Debemos votar también en referéndum si queremos determinadas obras municipales?”, cuestiona mientras apaga el cigarro. Antes de entrar a la oficina, Albert condena las actitudes de algunos políticos que, según él, solo buscan la confrontación. “Para algunos, los no independentistas somos el Diablo” concluye.

Rosa, sevillana afincada en Barcelona desde que tenía 7 años, siente “más pena que rabia” por lo que ocurre. Camina junto a su amiga Carme que llama “cínicos” a quienes abanderan ahora el movimiento independentista. “¿Por qué piden ahora algo (el pacto fiscal) que en su día rechazaron?” en referencia al concierto económico que Adolfo Suárez ofreció a Cataluña en 1978 y que el Govern rechazó. Son varias las personas que mencionan aquel suceso para justificar que a Junts pel Si lo “único” que les interesa es el dinero, y mantenerse en la cúspide política.

La mañana se hace tarde, las esteladas adornan las fachadas y el clima parecido al País Vasco, cuando estaba ETA operativa, no aparece. El mejor ejemplo es la naturalidad con la que muchos, en plena calle transitada, han criticado sin complejos el proceso soberanista. Algo impensable en la Euskadi de los “años del plomo”.

Es posible que la realidad varíe en los pueblos, pero al plato (o al vaso), lo que es del plato. Y en Barcelona no hay, de momento, ninguno roto.

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