El Gobierno de Micheletti aprovecha la inacción de la comunidad internacional

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El Gobierno de Micheletti aprovecha la inacción de la comunidad internacional

En Honduras, la Honduras de los hondureños, la vida sigue. Esto es al menos lo que explican las múltiples fuentes con las que ha hablado Americaeconomica.com. Mientras la comunidad internacional se limita a declaraciones diarias de sus miembros, con las sucesivas visitas de Zelaya a varios países y con acciones de escasa repercusión, Micheletti aprovecha para allanar el camino de cara a las elecciones de noviembre.

Honduras está siendo, salvo en contadas excepciones en las que, como con los aviones accidentados o los perpetuos tifones asiáticos, ha sido relegado a un segundo plano, el tema más seguido del verano. Aun hoy sigue, pese a las vacaciones estivales de buena parte de la clase política del hemisferio norte o justamente por eso, generando una ingente cantidad de noticias diarias.

Las elecciones. Por el contrario, parece que los hondureños van, poco a poco, pasando página. Esa es al menos la sensación que queda al conversar con algunos de ellos, que han vivido en sus propias carnes los momentos más críticos del golpe de Estado. Pese a la necesidad de mantener un ojo puesto en las noticias que llegan desde el exterior, prioritariamente aquellas que llevan la marca del Departamento de Estado estadounidense, muchos ya tienen en mente las elecciones que se deben celebrar dentro de dos meses.

Y es que esas elecciones, que se convocaron en el mes de mayo, 2 meses antes del golpe de Estado, parecen una salida al conflicto que muchos hondureños verían con buenos ojos, incluso algunos de los que mantienen su petición de retorno de Zelaya. La comunidad internacional, sus miembros latinoamericanos de izquierda sobre todo, han mostrado, en cambio, una actitud muy diferente respecto a esas elecciones.

Con el argumento de que el golpe de Estado, como así ha sido, ha trastocado el buen desarrollo del proceso electoral, Rafael Correa, desde su pulpito de presidencia del Unasur, anunció que no se aceptará al presidente saliente de dichas elecciones. Una de las soluciones, que viene barajándose desde la presentación del plan de San José por parte del presidente costarricense Oscar Arias, sería el retorno de Zelaya a la presidencia por un periodo limitado.

Un ídolo político.Pero, aunque parezca extraño escucharlo después de sus suplicas a EEUU para que actúe con más contundencia, parece que, según las fuentes consultadas que poseen información de colaboradores muy cercanos de Manuel Zelaya, el presidente depuesto no estaría por la labor de participar en ese teatro. Zelaya, que se ha visto agasajado por los seguidores de la izquierda en todos y cada uno de los países a los que ha acudido, no quiere convertirse en un muerto político.

Más bien lo contrario. Según esas mismas informaciones, Manuel Zelaya preferiría convertirse en una especie de mártir, de ídolo político con presencia en los foros internacionales o, al estilo de Al Gore, sentar cátedra sobre democracia en conferencias bien remuneradas. Está en su derecho, por el contrario, actitudes como esta no hacen ningún bien a la política latinoamericana.

Como tampoco le haría ningún bien a esta política que todo se resolviese con unas elecciones sin la presencia de Zelaya en el país centroamericano, aunque solo fuera interpretando el teatro que propone el plan Arias. En cambio, dichas elecciones, con el hábil juego de ir retrasando las conversaciones con los miembros de la OEA, con la escenografía de unidad e inquebrantabilidad del gobierno de Micheletti, están cada vez más cerca.

Futuro incierto. Y las encuestas, ha sabiendas de que faltan, como decía, dos meses para su eventual celebración, dicen que las ganaría el candidato de la derecha, Porfirio Lobo. El aura de partido golpista que hasta ahora portaba el partido de Lobo, el partido Nacional, ha pasado, después de lo acontecido estos meses, al partido Liberal de Zelaya y Micheletti. De ahí que el candidato de dicho partido, Elvin Santos, haya ido perdiendo apoyos entre sus votantes habituales.

Aquí es donde, al socaire de la lucha activa que mantienen y que lleva a entre 5.000 y 10.000 manifestantes por semana a Tegucigalpa, aparece una alternativa que podría ser clave en el futuro Gobierno de Honduras. Pese a no poder presentarse como partido unificado, los partidos de izquierda y muchos miembros desilusionados del partido Liberal formarían un grupo parlamentario con capacidad de determinar las políticas del país.

La clave, por tanto, estará en saber si la determinación internacional llevará a Zelaya a Honduras aunque solo sea para dar validez a las elecciones. De ser así, la sociedad hondureña quedaría más o menos satisfecha y la comunidad internacional, con Obama al frente, lograría aportar un granito más a la sensación de que el modo de hacer política internacional está cambiando. Si Zelaya no vuelve, el proceso sin duda será más largo.

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