Hollande rompe la hegemonía alemana en la UE

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Hollande rompe la hegemonía alemana en la UE

Cuando el 6 de mayo François Hollande fue elegido presidente de Francia hubo algunos que entonces trazaron no pocos paralelismos con la llegada al poder de Barack Obama en el año 2008. Tanto Hollande como Obama pertenecen a fuerzas progresistas, y tanto Hollande como Obama prometieron cambiar algunas cosas. Muchos confiaron, tras conocer el resultado de los comicios, en el mandatario galo para que escenificase una ruptura con las políticas de austeridad impulsadas desde Alemania. Y así parece haber sido. Parcialmente al menos.

Él lo avisó tres días antes de las elecciones, en la ciudad sureña de Toulouse, durante el transcurso de su último mítin en campaña: “Mi victoria será una esperanza para Europa”. Por aquel entonces, Europa arrastraba ya unos 403.000 millones de euros en ayudas destinadas a los países en dificultades (y en concreto a Grecia -240.000 millones-; Irlanda -85.000 millones-; y Portugal -78.000 millones-). En el horizonte, mientras tanto, aparecían Italia y España con los respectivos bonos a diez años ofreciendo a los inversores unas rentabilidades de entre el 5% y el 6% en los mercados secundarios de la deuda. El panorama era, para muchos, aterrador. La confianza salía de Europa a marchas realmente forzadas.

Hollande hizo campaña contra Angela Merkel, que era la aliada de su rival, Nicolas Sarkozy, y el mayor enemigo del llamado socialismo europeo. Sus medidas de austeridad, argumentan diversos expertos, han disparado el paro en muchos países y, por si esto fuera poco, han generado la caída de diversos gobiernos de índole progresista. A saber: el de José Sócrates en Portugal, el de José Luis Rodríguez Zapatero en España y el de Yorgos Papandreu en Grecia. Aunque no sólo: Silvio Berlusconi, en Italia, tuvo que ceder su puesto a un tecnócrata. Así pues, Hollande se erigía tras vencer en París como una verdadera alternativa. Y lo más importante: una alternativa poderosa, pues está al mando de la segunda potencia del Viejo Continente.

Desde entonces, cumbre tras cumbre, reunión tras reunión, el líder galo ha mantenido un discurso en el cual se antepone el crecimiento económico a los recortes, que si bien considera necesarios, no así prioritarios. De momento ha logrado que Merkel ya no imponga sus opiniones por la ley del talonario, y en los últimos meses tanto España como Italia han visto reducirse la presión de los mercados. En parte por las intervenciones del Banco Central Europeo (BCE), pero también por la diversidad que ha alcanzado el discurso político en la región.

En el pensamiento del francés muchos no sólo ven un toque de solidaridad europea al viejo estilo de la teoría republicana gala. También ven temor. Hollande llegó al poder unos meses después de que una de las grandes agencias de calificación, Standard & Poor’s, rebajase su máxima calificación. Precisamente, hace tan sólo unos días, la otra gran calificadora estadounidense, Moody’s, hizo lo propio. Y Fitch Ratings -controlada por el multimillonario francés Marc Ladreit de Lacharrière, amigo de Sarkozy- advirtió que en 2013 adoptaría una decisión similar.

Así pues Hollande no sólo supone la esperanza de la periferia europea para frenar la austeridad extrema que se exige desde Berlín a cambio de poner en marcha los mecanismos de rescate. También supone una esperanza para la propia Francia. Son ya legión los especuladores financieros que han vaticinado que, antes o después, París será oficialmente alineada por los mercados junto a Roma, Madrid, Lisboa, Dublín y la ya del todo maldita Atenas. Sobre todo, si nada en Europa cambia.

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