Un año de Gobierno socialista en Portugal o cómo han conseguido que las ‘vacas vuelen’

Portugal

Un año de Gobierno socialista en Portugal o cómo han conseguido que las ‘vacas vuelen’

Antonio Costa, primer ministro de Portugal

La unión entre socialistas, comunistas e izquierdistas mejora los datos económicos y sociales de un país que los apoya. “Aquello que parece lo más improbable, como que las vacas vuelen, puede llegar a no ser verdad y las vacas puedan volar”. Así respondió Antonio Costa, primer ministro portugués, a la pregunta “¿cómo se explica que Portugal haya mejorado en prácticamente todos los aspectos?”.
 
Para entender el asombro del periodista que realizó la cuestión habría que remontarse ahora justo un año, cuando el socialista Antonio Costa se investía como primer ministro de Portugal. Lo hacía después de semanas de negociaciones y con el apoyo del Bloque de Esquerda – partido aliado de Podemos – y el Partido Comunista. Dos partidos que siempre han mostrado reticencia el uno con el otro.
 
Sin embargo, en esta ocasión, hicieron de tripas corazón para desbancar a la derecha del Gobierno con tres condiciones muy claras: Garantizar la devolución de los salarios suprimidos a los funcionarios, ahondar en la defensa de los derechos sociales y mejorar el salario mínimo interprofesional.
 
Condiciones satisfechas por el Gobierno de Antonio Costa a pesar de que en un inicio las expectativas no eran en absoluto alagüeñas. Era un interrogante saber cómo Costa iba a lidiar al mismo tiempo con las exigencias de Bruselas y las voluntades del Bloco de Esquerda y el Partido Comunista. El país se encontraba axfisiado económicamente, bajo la amenaza de sanciones, y con dos partidos que apostaban por aumentar el gasto público.
 
El expresidente luso, Anibal Cavaco Silva, procedente del PSD (‘el PP portugués’), consideraba que la solución de izquierdas iba a ser “claramente inconsistente” y “podría tener consecuencias financieras, económicas y sociales más graves”.
 
Sin embargo, tanto los comunistas como los izquierdistas aceptaron un juego que hasta ahora siempre habían rechazado: aceptar las exigencias de Bruselas y las reglas de consolidación presupuestaria.
 
En cualquier caso, ajustarse a esas presiones no ha sido óbice para que el Ejecutivo de Antonio Costa llevase a cabo medidas como restablecer gran parte de los servicios sociales suprimidos, el salario extra de los funcionarios, la supresión de las tasas judiciales para las víctimas de la violencia de género o el aumento en los presupuestos educativos y sanitarios.
 
Medidas que tampoco han impedido mejorar la macroeconomía portuguesa, que ha crecido al 0,8% en el tercer trimestre de este año (la tasa más alta de la eurozona, según Eurostat) y ha reducido su déficit al 2,7%.
 
A pesar de que la deuda y la prima de riesgo han sentido durante este año una tendencia alcista, el temor inicial de Bruselas al gobierno de izquierdas ha desaparecido, e incluso Pierre Moscovici, Comisario Europeo de Asuntos Económicos, considera a Portugal como “el mejor alumno de Europa”.
 
Costa roza la mayoría absoluta
 
El Diario de Noticias portugués publicó hace unos días una encuesta que revelaba que la sensación de éxito gubernamental está extendida entre la población. El 63% de los encuestados considera que la actuación del Ejecutivo de Costa está siendo buena o muy buena, al mismo tiempo que un 71% de la población cree que la legislatura llegará al 2019, año en el que, a priori, se celebraría las elecciones generales.
 
La encuesta también indica que en estos momentos, de celebrarse esas elecciones, el Partido Socialista (PS) de Antonio Costa bordearía la mayoría absoluta. Una excepción entre la socialdemocracia europea. “Quizá porque sus hechos son los más parecidos al origen socialista”, asegura un votante del PS.
 
Para obtener ese apoyo, el Gobierno ha tenido que desarrollar políticas de mayor inclusión social sin tener que dejar temblando la hucha. Estas han sido algunas de ellas.
 
La reducción del IVA de la restauración ha descendido del 23% al 13%, provocando una sustanciosa mejoría en los datos de empleo. Del 12,6% de desempleados con el que empezó al 10,5% de ahora. Y se prevé que para febrero de 2017 la tasa apenas roce el 10%.
 
Esos datos también se deben al crecimiento de las exportaciones (6%), que han permitido a Portugal respirar con mayor comodidad. Además, el aumento del poder adquisitivo de las familias.
 
La recuperación de los sueldos de los funcionarios públicos, cortados en 2011, han sido restaurados, el salario mínimo se ha subido de 505 euros a 530, con la previsión de aumentarlo a 557 en el 2017, las pensiones han incrementado su valor y el Estado ha aplicado la Tarifa Social de energía a 700.000 familias desfavorecidas. Estas políticas, entre otras, han provocado que las familias tuvieran más dinero en sus bolsillos con el que ‘reactivar’ el consumo interno.
 
Por otro lado, los presupuestos en Sanidad y Educación han incrementado en más de 250 millones de euros cada uno. El de Cultura, en 30 millones y el de Ciencia y Tecnología en 75. De hecho, el Ejecutivo ha aprobado que durante el 2017 los libros de textos serán gratis para todos los alumnos de primer ciclo. Además, el Gobierno de Antonio Costa también ha recuperado el control de la aerolínea estatal TAP y ha cancelado la privatización del servicio de transporte público de Lisboa y Oporto.
 
No es oro todo lo que reluce
 
A pesar de la aceptación popular, no todo el periodo de Gobierno de Antonio Costa merece recibir loas. Al menos en lo que respecta a varios indicativos macroeconómicos, que determinan, por ejemplo, que Portugal ha visto caer las inversiones extranjeras en su territorio. La incertidumbre ha provocado que las inversiones hayan decaído a niveles de 2013.
 
Además, la prima de riesgo ha subido de 184 puntos en diciembre de 2015 a los 338 puntos de ahora. Ese incremento, junto al aumento de la deuda pública, situada en el 133,1% del PIB, ha alimentado las especulaciones sobre que Portugal quizá se vea obligada a pedir un nuevo rescate. Algo que han desmentido, categóricamente, desde el Ejecutivo de Costa.
 
En cualquier caso, esos datos y que el crecimiento del PIB del país (1,2%) no sea todo lo bueno que en un principio parecía (1,8%) iba a ser, han cimentado algunas dudas en un país cuya población festeja que más allá de la macro, la microeconomía parece estar de su lado.

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