El inicio de la era Trump: una incógnita en la Casa Blanca

Especial 25 aniversario

El inicio de la era Trump: una incógnita en la Casa Blanca

Donald Trump, presidente electo de EEUU

El triunfo de Trump divide a los estadounidenses pero, ¿qué ha pasado por el camino para que el republicano sea el nuevo inquilino del Despacho Oval? “¿Cuál es el parásito más resistente?”, se preguntaba en la película Origen Dominick Cobb –interpretado por Leonardo DiCaprio -. Fácil, para él: “Una idea. Una idea es resistente y contagiosa. Cuando una idea se instala en el cerebro es prácticamente imposible erradicarla”. De esta manera, el director Christopher Nolan, en 2010, abría su primera escena de una de sus obras maestras. Seis años después, lo que seguramente no imaginaría la compleja mente de Nolan sería que otra de estas revolucionarias imágenes se agarrase, por lo menos el 8 de noviembre, en la mente de millones de estadounidenses: “Make America Great Again”.
 
Hacer a América grande de nuevo. Ese es el mensaje que ha llevado a Donald Trump a la Casa Blanca. Las manos a la cabeza de más de medio mundo no tardaron en aparecer al poco de conocer los resultados electorales donde el republicano tumbaba a Hillary Clinton. Pero, ¿cómo ha llegado Trump, un líder tan fuera de lo común con un discurso racista y misógino, al mayor éxito posible? ¿Qué ha pasado para que EEUU se decantase por una opción como esta? Son múltiples los análisis que se han realizado y pocos los pronósticos que apuntaban a Trump como nuevo inquilino del Despacho Oval.
 
Entre los factores comunes que se pueden encontrar para explicar el ‘fenómeno Trump’: la clase trabajadora blanca le ha erigido como nuevo salvador por su discurso ‘antiestablishment’, el voto negro y latino no ha sido tan castigador como se esperaba y el apoyo patriota le ha catapultado al éxito. Aun así, hay un recorrido (quizá echar la vista atrás hasta 1992 cuando se fundó El Boletín sea excesivo) de la política norteamericana que sirve de ingrediente para la emulsión de victorias como estas donde la política exterior y la política interna (en la que las pantallas de Wall Street son parte fundamental) estadounidense son dos de los monstruos que han llevado a este escenario.
 
El 11-S en 2001 supuso el inicio de lo que George Bush llamó “War on terror”. La Guerra de Irak en 2003 rescató el espíritu bélico de EEUU que quedó minimizado desde que en 1991 finalizase la Guerra del Golfo –aunque el intervencionismo estadounidense se extendió durante los últimos años del siglo XXI por medio de la OTAN en lugares como Yugoslavia-. Un conflicto que derivó en la promesa electoral de Barack Obama de retirar las tropas norteamericanas del país asiático. Finalmente, Obama triunfó y fue uno de los acontecimientos históricos de los últimos 25 años: un hombre negro presidiendo la nación más importante del mundo.
 
Y sin Obama no se puede entender a Donald Trump. A nivel de su política exterior, el mejor resumen lo realiza el experto en terrorismo y política internacional Fernando Reinares: “Existe continuidad entre el contraterrorismo de Obama y el de Bush”. A pesar de que, como recuerda Reinares, “se ha evitado la ejecución de un nuevo gran atentado en el país” y se abatió a Osama Bin Laden en 2011, también se han disparado los ataques indiscriminados de drones con los que ha atacado a un total de siete países: Libia, Afganistán, Somalia, Yemen, Irak, Siria y Pakistán. Tras ocho años, Obama ha pasado de ser el presidente del Nobel de la Paz al presidente de EEUU que más tiempo ha estado en guerra, como recopiló The New York Times.
 
De esta manera, aunque el discurso de Trump vaya dirigido a intensificar los bombardeos contra el Dáesh y su imprevisión aterra en Washington, el republicano ya ha dado algunas pinceladas de cuál sería su política exterior, en contraposición con Obama: “Nunca volveremos a someter a este país, a este pueblo, a los cantos de sirena del globalismo. Soy escéptico respecto a uniones internacionales que nos atan y que nos destruyen, y no permitiré que EEUU entre nunca en ningún acuerdo que reduzca nuestra capacidad para decidir en nuestros propios asuntos”.
 
Un mensaje que ya ha dirigido a la OTAN, en la que el gasto norteamericano está en duda, y a Vladimir Putin con el que busca una buena relación. Como analiza Carlota García Encina, investigadora del Real Instituto Elcano, Trump identifica cinco debilidades de la política exterior: “(1) los recursos están sobrecargados; (2) los aliados no pagan su parte en la proporción justa; (3) los países amigos empiezan a mirar a otros en busca de ayuda; (4) los rivales no respectan a EEUU; y (5) EEUU no tiene unos objetivos claros”.
 
Y en esa política exterior de los últimos años, sumada a la aparición del Dáesh -al que Trump culpa de su aparición a Barack Obama y a Hillary Clinton-, está gran parte del discurso racista que ha protagonizado el republicano en su campaña. “Hasta que logremos determinar y comprender este problema y la peligrosa amenaza que plantea, nuestro país no puede ser víctima de horrendos ataques de gente que solo cree en la yihad”, sentenció a finales de 2015 después de reclamar que no entrase ningún musulmán a EEUU. De la política exterior, trajo un mensaje para su política interior que le ha llevado a la Casa Blanca.
 
El discurso hacia los musulmanes se puede reproducir para los mexicanos y su también actitud agresiva contra el Gobierno chino al que acusa de boicotear los planes comerciales de EEUU. Algo que dirige a su vez a su negativa a los tratados de libre comercio. “Después de visitar el cinturón industrial (Rust Belt de EEUU) en la última semana, he visto los terribles efectos secundarios del NAFTA (el acuerdo de libre comercio entre Canadá, EEUU y México). ¡Hay que renegociar los acuerdos comerciales!”, criticó en un tuit, a tres días de las elecciones presidenciales, su hijo Donald Trump Jr.
Zona Rust Belt de EEUU. Imagen: Unitedstateshistorylsa
Zona Rust Belt en la victoria de Obama en 2008. Imagen: ElPaís.com
Zona Rust Belt con la reelección de Obama en 2012, los demócratas ya perdieron Indiana. Imagen: ElPaís.com
Un tuit que sirve de resumen al discurso que el nuevo presidente mezcla entre la política exterior que ha continuado Obama y que ha afectado a la política interior que aún sufre los coletazos de la crisis de 2008. Es más, esa zona del Rust Belt (junto a Florida) ha sido determinante para catapultar a Trump a la presidencia: consiguió el voto trabajador deprimido, el de los multimillonarios y, sobre todo, le robó ese cinturón industrial a los demócratas.
Trump arrasa en el Rust Belt que se tiñe de rojo. Imagen: ElPaís.com
Clinton habría ganado las elecciones recuperando Michigan, Wisconsin, Ohio y Pennsylvania, perdiendo incluso Florida e Indiana. Imagen: ElPaís.com



La desigualdad en la era Obama ha tocado cifras que no se recordaban desde los años 30 (en el primer mandato del demócrata la desigualdad cerró en el 22% sumado a que uno de cada siete americanos vive en condiciones de pobreza y que el 40% de los pobres está trabajando). Unos números que han servido de munición para Trump que ha sabido vender en un mensaje para el cinturón industrial. De esta manera, la clase trabajadora blanca ha salido en trompa a votar a Trump gracias a su discurso ‘antiestablishment’ como culpable de los problemas de los estadounidenses, así como la liberalización y los tratados de libre comercio (y siempre con el componente racista en la mente).
 
De hecho, Michael Moore incluyó estas razones en su predicción sobre la victoria del republicano: “Durante las primarias de Michigan, Trump amenazó a la empresa Ford Motor con que si seguían adelante con el cierre de la fábrica que tenían previsto y se trasladaban a México, pondría un impuesto del 35% a todos los coches construidos en México que se enviaran a EEUU. Música para los oídos de la clase trabajadora de Michigan. Y cuando lanzó otra amenaza a Apple y dijo que les obligaría a dejar de fabricar iPhones en China y a fabricarlos en EEUU todos quedaron embelesados y Trump se llevó una gran victoria que debería haber sido para el gobernador de al lado, John Kasich”.
 
Así, tal y como analiza García Encina desde el Real Instituto Elcano, Trump ha mandado una idea directa a la mente de millones de estadounidenses: “Ha ofrecido la imagen de una fortaleza para el país, separada de los peligros transnacionales de todo tipo con muros contra las exportaciones extranjeras, contra los terroristas musulmanes y contra los inmigrantes hispanos, y transmitiendo la sensación de que de una manera u otra todo está conectado con los efectos negativos de la globalización”.

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