¿Por qué la estrategia europea contra Daesh no va en la dirección correcta?

Estado Islámico

¿Por qué la estrategia europea contra Daesh no va en la dirección correcta?

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Varios analistas apuntan las claves por las que un refuerzo de los servicios de inteligencia podría haber evitado los últimos atentados. El impacto de los atentados de París del pasado fin de semana ha sido devastador. No solo por el número de víctimas o el enorme impacto emocional en la opinión pública europea, sino porque, como ha señalado el «think tank» de inteligencia y defensa estadounidense Stratford, ha podido suponer un catalizador de cambios en la geopolítica global. O al menos en la europea.

Así, en los últimos días se ha hablado de posibilidades que darían al traste con la Unión Europea tal y cómo la conocemos, como la expulsión de España, Grecia e Italia del actual Tratado de Schengen, o que los atentados podrían ser ese «cisne negro» que catapultase a Marine Le Pen a la Presidencia francesa. De momento, el presidente francés, François Hollande, ha declarado que su país está «en guerra», ha impulsado una serie de bombardeos sobre el territorio controlado por Daesh en Siria y ya ha pedido la solidaridad de sus socios. Recortes de las libertades civiles también se divisan en el horizonte.

Sin embargo, los hechos no demuestran que ni la estrategia seguida hasta ahora, ni la que ha comenzado a pergeñarse como reacción, sea la más acertada. O al menos no la que podría haber evitado los últimos atentados en suelo europeo. Segúnha revelado el New York Times, tan sólo ocho días antes de que Ibrahim Abdeslam se inmolase en los atentados terroristas de París había sido investigado por la difusión de «sustancias ilegales» en un bar de su propiedad, que fue clausurado por «comprometer la seguridad y tranquilidad públicas». No obstante, los servicios de seguridad no fueron capaces de establecer conexiones con su actividad salafista. Todo ello, pese a que los atentados fueron planificados a unos escasos 150 metros de la estación de policía del barrio de Molenbeek en Bruselas.

Otro ejemplo aún mayor de la incapacidad de los servicios de seguridad e inteligencia europeos de gestionar adecuadamente la información que ha ido cayendo en sus manos es el del todavía fugado Salah Abdeslam, hermano de Ibrahim, quien pese a tener un historial criminal que le vinculaba al crimen organizado, fue capaz de alquilar el coche usado para transportar a los asesinos de la sala de conciertos Bataclan porque no existía una orden de arresto asociada a su expediente. Es más, también según desvela el NYT, incluso el día después de los atentados, pudo pasar un control de tráfico en el que su nombre fue comprobado porque todavía no había sido vinculado a los ataques.

Pero todavía hay más. El considerado cerebro de la operación terrorista, Abdelhamid Abaaoud, fue capaz de entrar y salir de Bélgica en repetidas ocasiones sin ser arrestado por las autoridades, pese a que era sabido que había aparecido en varios vídeos de reclutamiento salafista. Abaaoud incluso se jactó en Dabiq, la revista publicada por el propio Daesh, de que una vez fue retenido por un oficial de policía, pero este le dejo marchar porque no vio el parecido con las fotos que habían sido publicadas de él.

Y es que como ha señalado el ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, «si Abaaoud ha sido capaz de viajar de Siria a Francia, eso significa que hay fallos en el sistema europeo». Más aún si se tiene en cuenta que el ministro de Interior francés, Bernard Cazeneuve, ha revelado que Abaaoud estuvo involucrado en cuatro de los seis intentos de Daesh de atentar en suelo francés que se sucedieron entre la primavera y el pasado viernes. Además, no sólo él, al menos seis de los terroristas de París habrían pasado por Siria para unirse a las fuerzas yihadistas.

De esta forma, las medidas que se revelarían como más efectivas a la hora de evitar atentados como el de la última semana son aquellas que apuntarían a resolver la falta de coordinación entre los servicios policiales y de inteligencia europeos, así como a su incapacidad de seguir la pista a los yihadistas de regreso en Europa reforzando los efectivos y capacidad de análisis de las agencias.

Una línea a la que también apunta el experto en seguridad y defensa del Financial Times, Sam Jones, quien además de incidir en el «enorme fallo de seguridad» que supone para Europa no ser capaz de detectar que los yihadistas vuelven a su territorio, cree que incrementar el presupuesto en inteligencia como si habría hecho Reino Unido podría suponer un auténtico factor diferencial.

En este sentido, es el líder de los liberales europeos, Guy Verhofstadt, quien ha desvelado un dato clave: los servicios franceses de seguridad tienen tan sólo a 3.000 personas trabajando en labores de contraespionaje para vigilar a 5.000 supuestos terroristas cuando para mantener bajo vigilancia completa a un sospechoso se necesita una media de 25 personas. Y eso, pese a que según Jones, el experto del FT, Francia es de los países europeos que más presupuesto destinan a inteligencia.

Además Verhofstadt también apunta a la necesidad de que los servicios de seguridad europeos trabajen juntos «de una manera mucho más cercana» y de una agencia europea de servicios de inteligencia.

Algo en lo que coincide otro de los expertos citado por el NYT, François Heisbourg, quien señala que «cada vez que hay un ataque, descubrimos que los ejecutores eran conocidos por las autoridades». Así por ejemplo, los dos hermanos que cometieron los asesinatos de «Charlie Hebdo» en París habían estado bajo vigilancia policial, pero se dejó que la «supervisión» telefónica a sus líneas expirase simplemente por falta de recursos.

Del mismo modo, las conexiones de otro de los asesinos de la pasada semana, Ismaël Omar Mostefaï, con Abdelhamid Abaaoud habían sido relevados a través de un interrogatorio a un ciudadano francés que había regresado de Siria. Es más, que el propio Mostefai había «viajado» a Siria a través de las fronteras turcas también había sido comunicado a Francia por las autoridades de aquel país hasta en dos ocasiones, sin que por elo se le realizase seguimiento.

Unos hechos que demostrarían la calidad de los servicios de inteligencia europeos a la hora de obtener información, pero también su carencia de medios para actuar sobre ella. Quizá por este motivo, poniendo la venda, en este caso, mucho después de la herida, el comisario europeo de economía y finanzas, Pierre Moscovici, declaró este martes que la «seguridad de los ciudadanos es una prioridad absoluta y que la Comisión Europea será totalmente comprensiva», esta vez sí, con el desvío de los planes presupuestarios de uno de los países miembro. Unos planes con los que hasta la fecha las autoridades europeas habían mostrado cero flexibilidad.

Se puede hablar, por tanto, de un cierto cambio en políticos e instituciones del «stablishment» europeo como Verhofstadt o la Dirección General de Economía y Finanzas de la Comisión Europea, que en los últimos años han abanderado las políticas de austeridad, ahora que parecen haberle visto las orejas al lobo. No obstante, este cambio podría haber llegado demasiado tarde. O al menos ha reducido considerablemente el margen de reacción. En este sentido, las palabras de Sam Jones en el análisis del Financial Times revelan un dato inquietante: los yihadistas que antes viajaban a Afganistán para luchar con Al-Qaeda necesitaban en torno a 10 años para estar en condiciones de regresar a Europa a realizar un atentado. Ahora, con Daesh y en Siria, el periodo es de poco más de 1 año .

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