La lucha de familias envenena las finanzas portuguesas

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La lucha de familias envenena las finanzas portuguesas

La lucha entre las principales familias financieras portuguesas podría haber sido una de las principales causas de que, finalmente, Lisboa haya pedido apoyo a Bruselas para salir del asedio de los mercados internacionales. Esta guerra, en la que se utilizan paladines políticos, salió a relucir con la nacionalización de un banco portugués en 2008 y finalmente se ha cobrado una víctima importante: el primer ministro José Sócrates, que dimitió el pasado 23 de marzo tras el veto del Parlamento luso a las medidas de austeridad que patrocinaban los socialistas, precisamente para evitar un rescate que el país espera ahora y del que quizá se beneficiarán algunos de los implicados en la batalla.

El Banco Portugués de Negocios (BNP) es un pequeño banco luso que fue nacionalizado en noviembre de 2008, en la estela de la quiebra de Lehman Brothers que se había producido dos meses antes en Wall Street, por el Ejecutivo que lidera el socialista Jose Sócrates. Las autoridades portuguesas alegaron que esta decisión se tomaba debido al riesgo de quiebra, tras encontrar un agujero financiero de 700 millones de euros en sus cuentas, lo que llevó ante la Justicia a sus máximos responsables.

Uno de estos responsables era el presidente de la entidad, en aquel entonces José de Oliveira e Costa, compañero en el Partido Social Demócrata (el PSD, que representa a la derecha moderada en el país, y que supone la principal fuerza opositora de los socialistas de Sócrates) de Anibal Cavaco Silva, presidente de la República desde principios de 2006 hasta el día de hoy.

Esta nacionalización dio a conocer, con el tiempo, que Cavaco Silva quizá recibió trato de favor durante la primera década del siglo XXI por parte del BNP que dirigía entonces su colega. Por lo visto la entidad permitió al que luego sería presidente de la República comprar acciones a un precio más bajo del establecido en 2001. Según informaron posteriormente los principales diarios portugueses, el político podía comprar títulos a un euro mientras su valor en el mercado era de entre 1,8 y 2,2 euros. Dos años después, en 2003, Cavaco Silva vendió su paquete a 2,4 euros por acción lo que reportó a su fortuna personal plusvalías del 140% sobre la inversión; hasta 147.500 euros.

La nacionalización del BNP fue duramente criticada por el PSD, que acusó a Sócrates de realizar una maniobra política. No obstante en los círculos financieros de Lisboa se otorgó el primer tanto del partido a los amigos del primer ministro.

Año y medio después tuvo lugar una reedición de estas hostilidades, esta vez relacionado con la oferta realizada por Telefónica a Portugal Telecom (PT) por un 50% de la teleoperadora brasileña Vivo. La polémica surgió cuando el gigante español presentó una buena cantidad sobre la mesa que dividió al accionario de PT -compuesto en buena parte por estas familias- y puso en riesgo la participación de la teleoperadora portuguesa en la más que rentable compañía brasileña.

Por eso, al ver que podía perder el control de la situación, Sócrates decidió intervenir haciendo uso de la llamada ‘opción de oro’. Esta herramienta permite al Ejecutivo luso vetar cualquier intento de adquisición si no le resulta conveniente.

Los socialistas fueron criticados por ello tanto en Bruselas como en Wall Street, donde la prensa financiera utilizó esta situación para atacar el intervencionismo político en los negocios. Y dentro del país, Sócrates había provocado un auténtico terremoto en las altas finanzas. Los Rocha Dos Santos, propietarios de Ongoing, apoyaron a Telefónica; Controliveste International Finance, controlada por la familia Oliveira, y Visabeira Group, de Fernando Campos y José Lopes Varela, querían rechazar la oferta.

Vivo fue finalmente vendida y esta vez, los círculos empresariales lusos, concedieron que la revancha se la habían adjudicado los colegas de Cavaco Silva, que finalmente parece haber vencido definitivamente a su contrincante tras forzar el Parlamento del país su dimisión el pasado marzo, al no consentir un nuevo paquete de austeridad para Portugal.

Sócrates, que ahora es primer ministro en funciones hasta que tengan lugar las elecciones generales el próximo 5 de junio, ha tenido que ceder a la presión de los bancos, especialmente del Espirito Santo y Banco BPI, que argumentaron no poder seguir comprando deuda portuguesa debido a su mala calificación.

Poco después de esta confesión -el pasado miércoles- el Gobierno luso solicitaba un rescate a Bruselas y, pocas horas después, las instituciones financieras del país enviaban notas a sus clientes comentando que parte de las ayudas internacionales irían a parar a sus propias arcas. La Bolsa de Lisboa premiaba este movimiento cerrando el jueves con ganancias del 5% para las dos entidades arriba mencionadas.

Ahora los ministros de Finanzas de la zona del euro estudian las ayudas que deben enviar a Lisboa. Las cifras oscilan entre los 80.000 millones de euros y los 90.000 millones de euros. Pero a cambio quieren que el próximo Gobierno que salga elegido apruebe las reformas que forzaron la dimisión de Sócrates. De lo contrario, puede que no haya trato, y a Portugal aún le faltan más de 2.000 millones de euros en el bolsillo para pagar las deudas que mantiene con los tenedores de bonos soberanos hasta junio.

Estas familias podrían estar mirando ahora a José Manuel Durao Barroso. El presidente de la Comisión Europea (CE) es compañero de filas de Cavaco Silva, y podría tener mucho que decir en las negociaciones que tengan lugar en Bruselas a partir de ahora.

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