Médicos sin Fronteras, ecologistas, sindicalistas y Hillary Clinton se alían contra el TPP

Médicos sin Fronteras, ecologistas, sindicalistas y Hillary Clinton se alían contra el TPP

Hillary Clinton, exsecretaria de Estado de EEUU

Esta heterogénea alianza de intereses parece haber conseguido una victoria parcial y paralizado la aplicación del acuerdo. El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) alcanzó un hito este lunes al llegar al final de sus negociaciones. Se llegaba así a un acuerdo por el que, una vez ratificado, los 12 países firmantes (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Estados Unidos, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam) tendrían acceso preferencial a mercados al otro lado del Pacífico. Una circunstancia que, según los principales defensores del tratado, debería traducirse en un incremento de la actividad económica y en la creación de puestos de trabajo.

Pero además, este acuerdo constituye un paso clave en la estrategia geopolítica de uno de esos principales defensores: el presidente de los EEUU, Barack Obama. Se trataría de “pivotar” las relaciones exteriores de su país desde el eje Atlántico hacia la cada vez más en auge región de Asia-Pacífico. Un movimiento que situaría a EEUU en condiciones de mantener la hegemonía mundial durante las próximas décadas pese al progresivo desplazamiento del centro de la actividad económica hacia Asia.

Una valoración en absoluto exagerada ya que, si tan sólo se tiene en cuenta a las naciones -y no a bloques regionales como la UE-, el TTP incluye a dos de las tres mayores economías del mundo: Japón y EEUU. Mientras que el conjunto de 12 países representan en torno al 40% del PIB mundial. Otra cifra que da idea de la magnitud de este acuerdo es la de los 18.000 aranceles que, según estimaciones de la Casa Blanca, serían eliminados con su entrada en vigor. Una cifra que se refiere tan solo a las exportaciones estadounidenses.

Sin embargo, al igual que sucede con las negociaciones del TTIP entre EEUU y la UE, esta lectura no es compartida por amplios sectores de la sociedad civil. O al menos no es la predominante. Es el caso, por ejemplo, de organizaciones no gubernamentales como Médicos sin Fronteras. Y es que un punto clave de las negociaciones, quizá el de mayor controversia, ha sido el relativo a la propiedad intelectual. Más en concreto, a la protección de patentes de medicamentos biológicos.

Un aspecto en el que EEUU inició las negociaciones solicitando que, al menos durante 12 años, existiese un periodo de exclusividad para las empresas de los países firmantes en los 12 mercados respectivos. Una medida que en la práctica supondría la imposibilidad para los fabricantes de medicamentos genéricos de acceder a esos mercados, con el consiguiente reflejo en un mayor coste de las medicamentos para las poblaciones de dichos países.

Finalmente, el acuerdo alcanzado limitó ese periodo de exclusividad a cinco años, lo que está más próximo a las demandas de los países de ingresos medios. Pero que igualmente significaría que dichos países tendrían que esperar esos cinco años antes de que medicamentos más baratos pudiesen llegar a sus mercados. Una característica que ha despertado la indignación de las organizaciones de la sociedad civil relacionadas con este área y cuya principal voz ha sido quizá la de Médicos sin Fronteras.

La organización médica y humanitaria internacional emitió un comunicado el pasado día 5 en el que no dejaba lugar a la ambigüedad. En él, la responsable de la entidad en EEUU, Judit Rius Sanjuan, señalaba su «consternación» por un acuerdo al que definía como una rendición ante el gobierno de Obama y las multinacionales farmacéuticas “con el resultado de que el precio de los medicamentos se incrementará para millones de personas, se extenderán innecesariamente monopolios y se retrasa aún más la competencia a la baja que introduciría en los precios los medicamentos genéricos”.

Según Sanjuan, el TTP convierte a los pacientes de los países en desarrollo en los grandes perdedores del acuerdo. Es más, incluso ha llegado a afirmar en su comunicado que el TPP «quedará marcado como el peor acuerdo de comercio de la historia en lo que se refiere al acceso a medicación para los países en desarrollo, que serán forzados a cambiar sus leyes para incorporar protecciones de propiedad intelectual abusivas». Y aún iba más allá, emitiendo una advertencia: sus efectos negativos no se limitarán a los actuales 12 países firmante; sino que el TTP se convertirá en «un prototipo peligroso para futuros acuerdos».

También los grupos ecologistas han tenido palabras duras para el acuerdo al afirmar que supondría un factor adicional que incrementaría el cambio climático ya que, por ejemplo, facilitará las exportaciones de gas natural sin necesidad de pasar por las regulaciones de exportación de hidrocarburos. Además, en su opinión, establece incentivos para que las grandes empresas contaminantes desafiasen las salvaguardas medioambientales marcadas por las legislaciones de los países firmantes a través del mecanismo de resolución de disputas que habilita en los tribunales privados. Es decir, una característica común al TTIP y que también aquí es una de las principales áreas de discrepancia.

Igualmente, los sindicatos estadounidenses no se han quedado atrás al afirmar que la ratificación del acuerdo, contrariamente a lo que pregona, causaría el efecto de destrucción de puestos de trabajo. En su opinión, la externalización, debido al menor coste de la mano de obra en terceros países, volvería a hacerse notar en EEUU, justo cuando algunas multinacionales norteamericana estaban emprendiendo el camino de vuelta en lo que se conoce como onshoring.

Al respecto, aunque los defensores del TTP arguyen que uno de sus requisitos es establecer leyes de salario mínimo, la activista y economista estadounidense Thea Lee señala que “bajo el acuerdo un país puede establecer este salario mínimo en un céntimo la hora, y decir que cumple con lo establecido”.

Sin embargo, todos estos grupos han encontrado un aliado inesperado. O una aliada, mejor dicho. Se trata de la aún favorita a hacerse con la próxima presidencia de EEUU. La candidata demócrata Hillary Clinton, quien en su etapa de Secretaria de Estado definió las negociaciones en curso para este acuerdo como el “estándar de oro en acuerdos comerciales” y que ahora se ha manifestado en contra. Un movimiento que el consenso de los analistas coincide en definir como una jugada táctica para contrarrestar el auge de su rival en las encuestas de cara a las primarias demócratas: el izquierdista Bernie Sanders. Sin embargo, táctico o no, este cambio de posición tendría una importancia mayor de la que inicialmente podría parecer. Tanto es así que podría ser el factor decisivo que cambiase la correlación de fuerzas e impidiese la entrada en vigor del tratado.

Richard Trumka, el presidente de la principal asociación de trabajadores estadounidenses, al menos así lo cree. De esta forma, si hasta la fecha ya se contaba con que Obama iba a tener serias dificultades para la necesaria ratificación del acuerdo debido a la oposición de las principales figuras republicanas en el Senado, en el que cuentan con mayoría; las declaraciones de Clinton parecen ser la tumba definitiva para el acuerdo. Al menos, en lo que se refiere a esta legislatura.

Si una vez pasadas las elecciones del año que viene esta extraña alianza de intereses se mantiene, es algo que está por ver. Pero lo que parece ya seguro es que al menos hasta entonces la estrategia de Obama de giro hacia Asia tendrá que esperar y todas las miradas se dirigirán en lo que le resta de mandato de nuevo hacia Europa. Próxima parada: TTIP.

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