Esas rayas blancas en el cielo

Desde el Malecón

Esas rayas blancas en el cielo

Buscamos en algún momento del puñetero día, un espacio donde intentar encontrar sosiego y salud mental.

El cielo de La Habana

El cielo de La Habana

Cosas de viejos, que no lo dude nadie, que si ya pasa de los 70 no tardará un segundo en dar el visto bueno. 

En la medida que nos van cayendo los años encima aumentan la nostalgia, caprichos y berrinches. Todo esto, tras incluir las zancadillas de la memoria con esos retozos del Alzheimer.

Como que aún tenemos conciencia de ello, buscamos en algún momento del puñetero día, un espacio donde intentar encontrar sosiego y salud mental. O mejor, tranquilidad, ese estado casi inalcanzable hoy por hoy.

Así es que poco antes de las ocho de la noche, entre las 19:45 y 20:00 horas, para recordar viejos tiempos, cuando ya casi se apaga luz solar, por una esquina del balcón disfruto de unos preciosos atardeceres. No sostengo que sean los más bellos del mundo, pero sí entre ellos.

Cada uno de ellos diferente, con tonalidades jamás alcanzadas por el mejor pincel. Y de tanto mirar, justo a esas horas, tres líneas blancas cruzando el horizonte hacia el oeste o en sentido contrario y no por bondades de la madre naturaleza, sino por obra y gracia del propio hombre.

Son estelas que dejan los aviones al cruzar por ese corredor aéreo de la isla. Líneas divisorias que, aunque no desees recordarlo, te indican que más al este tienes un hijo hacia el oeste, otro, que más arriba tienes un hermano y que un poco más debajo de la tercera línea, una buena parte de la familia en Guatemala…

Y tú, solito en la isla, por decisión personal e irreversible, en ese imaginario viaje de visitas, en el balcón, imaginándote cosas en cada atardecer, enviando al corazón buenos recuerdos para llevártelos a la cama y despertar a la mañana siguiente con la ingrata sorpresa de que por ese mismo sitio de contemplación, escaló un raterito vulgar y cargó con las dos toallas que tenías tendidas para demostrarte que la vida sigue su agitado curso…

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