La banca española afronta la unión bancaria tras la desaparición de las cajas

Especial 25 aniversario

La banca española afronta la unión bancaria tras la desaparición de las cajas

Banco de España

Los primeros bancos paneuropeos podrían ser una realidad en la próxima década si la ansiada unión bancaria logra llegar a buen puerto. Mucho ha cambiado el sector bancario desde principios de los 90, cuando la banca pública controlaba todavía un 15% de los activos y las hoy desaparecidas cajas de ahorros iniciaban su expansión fuera de sus territorios de origen. La única constante en estos 25 años ha sido el continuo proceso de concentración, que ahora se prepara para dar su próximo salto: de la escala nacional a la escala europea. Si las proyecciones se cumplen, en la próxima década veremos los primeros bancos paneuropeos bajo el cobijo de la unión bancaria.
 
En un mercado todavía sacudido por la guerra del pasivo que desató el Santander a finales de los 80 con su ‘supercuenta’, el sector bancario español se metió de lleno en los 90 en un proceso de concentración que todavía no ha terminado. En 1992 el mayor banco del país era el recién nacido Banco Central Hispano, pero eso era sólo el primer paso. Dos años después, en 1994, el Santander se hacía con el intervenido Banesto en subasta y se confirmaba como uno de los principales actores del panorama, papel que reforzaría cinco años más tarde con su fusión precisamente con el Central Hispano.
 
Antes, en 1991 se había creado la Corporación Bancaria de España -que operaba bajo el nombre de Argentaria-, un holding bancario público que pretendía alentar el proceso de concentración bancaria de cara a la libre competencia de la UE. Su privatización concluyó en 1998 y sólo un año después se fusionaba con BBV, dando origen al actual BBVA.
 
Adiós a las cajas de ahorros
 
Al margen de algunos movimientos como la creación de Unicaja a partir de la fusión de varias cajas andaluzas, esta reorganización de la banca pasó de largo para las cajas de ahorros, que no comenzaron su propio proceso de consolidación hasta hace unos años, tras el detonante que supuso la crisis financiera originada en 2007. Pese a unos primeros intentos de mantener la estructura de las entidades pero otorgarles un mayor tamaño para que pudieran acceder a la financiación de los mercados, pronto se hizo patente que era necesaria una ‘cirugía’ drástica que les permitiera competir de igual a igual con los bancos.
 
El resultado fue por un lado una nueva Ley de Cajas puesta en marcha por el ministro Luis de Guindos, que en la práctica supuso la desaparición de las cajas de ahorros -al margen de las pequeñas Caixa Ontinyent y Caixa Pollença- y su conversión en fundaciones bancarias, accionistas de los bancos a los que traspasaron su negocio; y por el otro un rescate público de más de 50.000 millones de euros a costa de los contribuyentes de los que todavía es una incógnita saber cuánto se podrá recuperar y que se tradujo en la desaparición de muchas entidades, absorbidas por bancos más fuertes.
 
Así las cosas, Banco Santander, BBVA, Popular, Sabadell, CaixaBank y la rescatada Bankia se han convertido en los principales actores del sector bancario español de cara a la próxima ronda de fusiones que se augura, y que por primera vez podría dar resultado a entidades paneuropeas, toda vez que las fronteras han comenzado a caer con la puesta en marcha de la unión bancaria.
 
Hacia la unión bancaria
 
La misma crisis financiera que en 2007 supuso el principio del fin de las cajas, también dejó claro que era necesario armonizar la regulación y la supervisión bancarias en la UE y la eurozona, y poner fin al ‘círculo vicioso’ entre la deuda soberana y los bancos que socavó la estabilidad financiera de los Estado miembros.
 
La principal respuesta de la Unión fue crear dos nuevas instituciones, convertidas en elementos clave de la denominada unión bancaria. El primero de ellos es el Mecanismo Único de Supervisión (MUS), que asigna la función de supervisor bancario directo al Banco Central Europeo (BCE) a fin de garantizar que los mayores bancos europeos estén sometidos a una “supervisión independiente y con normas comunes”.
 
Estrenado en 2014, el BCE supervisa a través del MUS a los 129 bancos más importantes de la eurozona, que tienen alrededor del 82% de todos los activos bancarios de la región. Sólo en España son 14 las entidades bajo su foco. En primer lugar, los cuatro grandes -Banco Santander, BBVA, Bankia y CaixaBank- están bajo su supervisión directa, mientras que en un segundo grupo aparecen Banco Popular, Bankinter, Banco Sabadell, Liberbank, Cajamar, BMN, Abanca, Kutxabank, Unicaja e Ibercaja.
Los bancos más pequeños son supervisados por las autoridades nacionales como el Banco de España, en coordinación con el BCE. En toda Europa son unas 3.500 entidades y en España 81, la mayoría, cooperativas de crédito.
 
El segundo elemento clave es el Mecanismo Único de Resolución (MUR), puesto en marcha este mismo a 2016 y responsable de la preparación para las posibles quiebras, con objeto de garantizar que la situación puede resolverse de una manera ordenada con costes mínimos para los contribuyentes. Precisamente la voluntad de ahorrar a los contribuyentes el coste de futuros rescates comportó un cambio en la normativa hacia lo que se ha dado en denominar ‘bail in’, conforme al cual serán los accionistas y los acreedores de los bancos quienes financien principalmente las resoluciones. En su primer año ya ha provocado algún que otro dolor de cabeza, como en el caso del italiano Monte dei Paschi -el banco más antiguo del mundo-, ante la negativa del Gobierno italiano a que los bonistas ‘junior’ participasen de un eventual rescate.
 
No obstante, cuando no haya más remedio, también puede obtenerse financiación para un rescate, aunque sólo de manera complementaria, del Fondo Único de Resolución (FUR), creado recientemente y financiado por el sector bancario, si bien no alcanzará su objetivo de financiación hasta 2023. Los miembros de la zona del euro forman parte automáticamente de la unión bancaria, mientras que para otros Estados miembros la adhesión es voluntaria.
 
El que debe ser el tercer pilar de la unión bancaria no es otro que el Sistema Europeo de Garantía de Depósitos (SEGD), similar a los que ya funcionan en cada uno de los países miembro. Hace ahora un año, en noviembre de 2015, Bruselas lanzó una hoja de ruta para que en 2024 los bancos de la zona euro contribuyan a un fondo común que compense, con un máximo de 100.000 euros, a los depositantes que se vean afectados por la quiebra de su banco.
 
Sin embargo, las negociaciones para lograr esta hucha común se prometen difíciles ante las reticencias de Alemania, que incluso ha llegado a advertir de que está dispuesta a llevar la propuesta al Tribunal de Justicia Europeo si se aprueba sin su consentimiento. De que las negociaciones lleguen a buen puerto dependerá en buena medida el éxito de la ansiada unión bancaria.

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