El experimento de los tipos negativos transforma los mercados

Especial 25 aniversario

El experimento de los tipos negativos transforma los mercados

Símbolo de porcentaje

A lo largo de la historia, la tesis predominante era que los bancos centrales no podían mover los tipos de interés por debajo de cero. La crisis financiera que estalló en 2007, llevando a las principales economías del mundo a entrar en recesión, ha obligado a los bancos centrales a replantearse sus políticas monetarias. En el escenario ‘post-crisis’, de bajo crecimiento y aún más baja inflación, los tipos de interés negativos -NRIP o negative interest rate policy en inglés- se han convertido junto a las compras masivas de bonos en el último esfuerzo (¿a la desesperada?) para dar aire a la economía.
 
A lo largo de la historia, la tesis predominante era que los bancos centrales no podían mover los tipos de interés por debajo de cero. Después de todo, ¿por qué alguien pagaría para depositar dinero en un banco o por prestar dinero a otro? Además, existía el temor a una fuga de depósitos provocada por estas políticas, que llevase a los clientes de los bancos a acumular efectivo.
 
De hecho, los economistas habían estudiado propuestas más o menos ingeniosas para que los bancos centrales mantuviesen su poder de fuego sin tener que entrar en este escenario. En el siglo XIX, Silvio Gesell propuso un impuesto sobre la retención de efectivo. Más recientemente, en 2009 Greg Mankiw llegó a sugerir un sistema de lotería para escoger al azar números de serie en billetes de banco y declararlos nulos, haciendo más arriesgado aferrarse al efectivo.
 
Sin embargo, cuando los bancos centrales comenzaron a bajar los tipos por debajo de cero sin adoptar medidas adicionales para aumentar el coste del efectivo, todo cambió. El pionero en estas polémicas tasas negativas fue el Riksbank de Suecia, que ya en 2009 decidió situar sus tipos de referencia en el -0,25%. Su último movimiento, en febrero de este mismo año, fue situar esta tasa en el -0,50% (frente al anterior -0,35%) ante el “debilitamiento de la confianza” en lograr su objetivo de inflación, que al igual que el del BCE es del 2%. “El consejo ejecutivo todavía cuenta con un alto grado de disposición para hacer su política monetaria aún más expansiva, incluso fuera de las reuniones ordinarias”, avisó además la institución.
 
Con bastante más peso específico, un camino similar comenzó el Banco de Japón (BoJ) este mismo año, al situar por sorpresa en enero los tipos en el -0,10%. Nueve meses después, las señales apuntan no sólo a que el BoJ no dará marcha atrás a esta política, sino incluso a que podría agudizarla en sus próximas reuniones. “Estamos preparados para flexibilizar la política de nuevo, incluyendo la reducción de los tipos de interés a corto plazo, si juzgamos que los beneficios son mayores que los costes”, apuntó Haruhiko Kuroda, gobernador de la institución, en una reciente comparecencia ante la Cámara Baja del Congreso nipón.
 
Por el momento, el Banco Central Europeo (BCE) tiene situados en el 0% sus tipos de referencia, pero los hombres de Draghi ya han coqueteado con los tipos negativos a través de la facilidad de depósito, a día de hoy en el -0,40%. Esta tasa implica que la institución cobra a los bancos comerciales por depositar dinero su en ‘hucha’, en un movimiento que tiene por finalidad que las entidades se animen a otorgar más crédito.
 
Así es como funciona, en principio. El banco central mantiene dinero para los bancos comerciales. Si la tasa de interés se reduce por debajo del cero, la institución cobra a los bancos comerciales por ello. Los bancos comerciales, por su parte, pueden reducir el tipo que cobran a sus clientes por la misma cantidad y recuperar su dinero.
 
Las entidades financieras, sin embargo, se lamentan de que estas políticas están erosionando su rentabilidad en un momento en el que además las autoridades están exigiendo mayores esfuerzos de capital. De hecho, según alertan los analistas de Morgan Stanley, existe el riesgo de que “acaben creando otros riesgos sistémicos”.
 
Para Morgan Stanley, la NRIP supone un “experimento peligroso” ya que es una política que puede erosionar las ganancias de los bancos entre un 5% y un 10% y poner en riesgo el crédito a través de las fronteras de la eurozona.
 
En igualdad de condiciones, los tipos de interés negativos suponen un problema mayor para los bancos que tienen una importante proporción de deuda hipotecaria con intereses variables, mientras que en el caso de una subida repentina en los intereses, las entidades penalizadas son las que apuestan por el tipo fijo. En ese sentido, además, la banca española podría ser junto a la italiana una de las más afectadas por estas políticas.
 
Ahorrar a la japonesa y subastas en negativo
 
Este insólito panorama instaurado por los grandes bancos centrales del mundo ha tenido consecuencias directas en la economía cotidiana. Las dificultades de muchas entidades para mantener sus márgenes de negocios han llevado a algunas pioneras a plantear tipos negativos para sus depósitos de efectivo. Una decisión que a su vez ha llevado a un creciente número de ciudadanos a ahorrar a la japonesa, esto es en cajas fuertes en el propio domicilio. Una nueva versión de los dineros de la abuela debajo del colchón que se extiende a pasos agigantados por Europa y que tiene en Alemania su epicentro en el continente.
 
En el archipiélago asiático llevan largos meses, años más bien, guardando sus ahorros en cajas fuertes en casa para esquivar los tipos negativos impuestos por las políticas monetarias y económicas descritas más arribas y más recientemente conocidas en el mundo financiero como Abenomics, en honor a Shinzo Abe, el primer ministro japonés desde 2012. Desde que varias entidades germanas comenzaron a penalizar a sus clientes por capitales inmovilizados en sus arcas, son cada vez más los ciudadanos del país siguen la usanza nipona para regocijo de los fabricantes de estos dispositivos de seguridad.
 
La mayor fabricante de cajas fuertes del corazón financiero de la Europa continental, Burg-Waechter, ha visto crecer sus ventas un 25% en la primera mitad del año. Mientras tanto, Postbank, filial minorista de Deutsche Bank, han anunciado que cobrará 3,9 euros al mes a sus clientes de mayor envergadura que no superen los 3.000 euros de ingresos mensuales en cuenta. El banco cooperativo Raiffeisenbank Gmund, radicada en la ciudad bávara que le da apellido y de apenas 6.000 habitantes, tendrán que asumir costes del 0,4% si sus depósitos sobrepasan los 100.000 euros.
 
Estas iniciativas, insólitas hasta la fecha en estas latitudes en la que no hace tanto tiempo, apenas tres años, los bancos lidiaban la entonces encarnizada lucha de los superdepósitos a tipos de hasta el 8%, han llegado motivadas también por otro factor que ha erosionado las cifras operativas de la banca europea: la caída en picado de rentabilidad de los bonos soberanos europeos.
 
Las abultadas carteras de papeles de deuda pública que hasta hace poco venían engordando puntualmente las arcas fuertes de las entidades de crédito, y con más fuerza durante la todavía reciente crisis de deuda periférica en la Eurozona, han pasado a restar. Los bonos alemanes a diez años, referencia en el mercado secundario europeo de estos papeles soberanos, han llegado a cotizar en este último año al -0,20%, mientras que el Tesoro Público español ha llegado a colocar este mismo mes de noviembre letras a un año al -0,245%, récord histórico para esta referencia.
 
El respaldo comprador del BCE, que después de muchas reticencias ha terminado por imponer una política muy al uso de las que la Reserva Federal estadounidense llevaba años desplegando al otro lado del Atlántico, ha recortado de forma drástica los costes de financiación de los países de la Zona Euro y su área de influencia. Tanto es así que España se ha lanzado por primera vez en su historia a la emisión de bonos con vencimiento a 50 años, primeramente mediante subastas sindicadas con inversores seleccionados y más recientemente ya a mercado abierto.
 
Aluvión de deuda corporativa a bajo coste
 
Sin embargo, los Estados no han sido los únicos beneficiados en sus políticas de financiación. Las empresas también se han visto agraciadas por las políticas del BCE, que ha llegado a extender su programa de compras de deuda a títulos corporativos. Así, la relajación de tipos ha llegado también hasta estos papeles e incluso se ha contagiado fuera del área de la moneda común, pues la entidad emisora también ha abierto la puerta a salir de compras fuera de sus fronteras.
 
En su presupuesto de 80.000 millones de euros al mes pueden incluirse también títulos corporativos de deuda denominados en euros aun cuando su compañía emisora o la matriz de su grupo no tuviera su domicilio social en territorio de la moneda única europea. Esto es lo que ha provocado un aluvión de los conocidos como reverse yankees, bonos en euros emitidos por compañías estadounidenses. Ni colosos como McDonald’s se han resistido a tentar el apetito comprador de Mario Draghi.
 
Sin embargo, los efectos más notables se palpan sin ir tan lejos: las empresas españolas tienen una estructura financiera cada vez más ‘americanizada’. En un país en el que tradicionalmente el 80% del capital ha procedido del crédito bancario, un informe del Servicio de Estudios de Bolsas y Mercados Españoles (BME) ha sacado a la luz que las empresas no financieras del Ibex 35 ya obtienen un 58% de su financiación mediante bonos de renta fija. Y la tendencia va más allá de los pesos pesados de la Bolsa española.
 
Aunque el volumen y frecuencia emisora ha tocado en muchos casos cotas insólitas, un reciente informe de la consultora Bravo Capital señala que todavía 20% de las firmas no financieras del Ibex 35 no recurrió ni una sola vez al mercado de bonos en todo el año pasado. No obstante, huelga señalar que algunas de estas sociedades siguen una política de deuda cero en su balance financiero, como son los casos de Inditex y Mediaset España, la antigua Telecinco.
 
El efecto se traslada incluso a la pequeña y mediana empresa, pues el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF), plataforma diseñada y gestionada por BME para la emisión de deuda de pymes, ha registrado al cierre de octubre un volumen admitido a negociación que supera en un 167% la cifra del mismo punto del año anterior. Un récord insólito que sitúa esta partida en 1.868 millones de euros de nuevo saldo vivo.

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