Philomena

La butaca

Philomena

Philomena

Stephen Frears ‘Philomena’, el último trabajo del director británico Stephen Frears, consiguió colarse entre las nominadas a Mejor Película en la pasada edición de los Oscars, por encima de otros títulos destacados del año pasado como ‘Prisioneros’ o ‘Rush’. Sin embargo, como ocurrió con ‘El lobo de Wall Street’, ‘Nebraska’, ‘Capitán Phillips’ y una de las favoritas, ‘La gran estafa americana’, no se llevó a casa ninguna de las cuatro estatuillas a las que optaba.

La ‘Philomena’ que da título a la película es una anciana (Judi Dench) que decide buscar a su hijo Anthony cincuenta años después de que las monjas del convento donde tuvo recluida durante el embarazo le obligaran a entregarlo en adopción. A esta búsqueda se suma Martin Sixsmith (Steve Coogan), un periodista en horas bajas que accede a cambiar de registro para ayudar a la protagonista y dar un giro a su carrera.

Acompañamos así en este viaje tras el rastro de Anthony a dos personajes que no tienen nada que ver. El periodista, inmerso en un escándalo profesional, recuerda al Mikael Blomkvist de la saga ‘Millenium’, que también acepta a regañadientes un encargo que no tiene nada que ver con su trayectoria anterior tras un episodio polémico. Culto, ateo, estirado y ‘snob’, adolece de una fuerte falta de empatía y un tremendo cinismo. Todo lo contrario que la inocente señora que va a su lado, católica, simpática, poco instruida y sin ningún tipo de prejuicios ni reproches.

En el guión, basado en una historia real y escrito por el propio Coogan, no se toca únicamente el tema de los niños robados, es también un relato sobre la capacidad de perdonar. Ofrece además una reflexión sobre la fe, las religiones, la moral, el periodismo y los derechos de los homosexuales.

La cinta podría haberse convertido por tanto en un dramón de lágrima fácil, sin embargo, intenta huir de un excesivo melodrama apoyándose en el equilibrio y la contención. Sí que llama al sentimentalismo, pues el tema lo merece, pero lo rebaja con toques de humor e ironía.

Esta compensación se debe en gran parte también a la interpretación de los actores. Judi Dench, impecable y precisa, cautiva gracias al acierto de intentar expresar más con su mirada y sus ojos vidriosos que con una actuación ‘hipergestual’ y exagerada. Contrasta con un Steve Coogan, en un principio frío, que se muestra a lo largo del relato cada vez más pasional.

Pero, aunque tanto el guión como las actuaciones son correctos, al film le falla algo. Se acaba convirtiendo en una película muy simple, demasiado acomodada; parece que lo único que busca es satisfacer a todo tipo de público, sin intentar ir más allá. Le falta pegada.

Estamos así ante un filme solvente y equilibrado en todos los niveles, la combinación entre el drama de la historia y el contraste entre los dos personajes es entretenida, pero no logra impactar en el espectador como debería. No es un películón.

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