Blue Jasmine

La butaca

Blue Jasmine

Blue Jasmine

Woody Allen El fin de semana pasado aterrizó con éxito en la cartelera española la propuesta anual de Woody Allen, ‘Blue Jasmine’, que se alzó con el número uno de la taquilla destronando al ‘blockbuster’ de la temporada, ‘Thor: El mundo oscuro’. Había ganas del último trabajo del incansable realizador, después de la grandísima acogida de crítica y público que cosechó en EEUU.

En esta ocasión, el director ha vuelto a su país después de un periplo por Europa, pero ha dejado a un lado su Nueva York natal para trasladar la narración a San Francisco. La ciudad del Golden Gate recibe a Jasmine French, una mujer que disfrutaba de una vida de lujo entre las altas esferas neoyorquinas hasta que su marido es detenido por construir su fortuna estafando a los demás.

Su mundo se derrumba de un día para otro y se ve obligada a recurrir a su hermana, con la que no guarda una relación muy estrecha y que vive de una forma más modesta. En San Francisco, deberá afrontar una nueva situación que no logra aceptar e intentar salir adelante, para lo que sigue una dieta de antidepresivos y alcohol.

El personaje recuerda a Ruth Madoff, la esposa del inversor Bernard Madoff, que protagonizó uno de los mayores escándalos de fraude. Mujeres víctimas y a la vez cómplices de la crisis financiera.

Así, el director estadounidense abandona las comedias románticas a las que nos tenía acostumbrados últimamente para regresar a su lado más dramático y satírico. Eso sí, siempre con el tono de humor y las situaciones absurdas capitaneadas por personajes neuróticos que caracterizan todas su obras.

El engranaje se construye con un montaje paralelo entre la nueva realidad de la protagonista y su vida anterior rodeada de lujos con su marido Hal. También compara a Jasmine, antes conocida como Janet, con su hermana, Ginger, que representa todo aquello de lo que ha querido huir. Jasmine cree que su hermana se ha conformado en la vida con un trabajo vulgar y una colección de amantes que no están a su altura.

De esta manera, Allen teje una ácida y llevadera crítica a la alta sociedad cuyo encanto radica, como es habitual en su trabajo, en la profundidad de los personajes, en sus espléndidos diálogos y en la interpretación de la nueva musa del director, Cate Blanchett. Tras las buenas impresiones causadas entre el público, la actriz parece llamada a repetir con el neoyorquino.

Una revisión de ‘Un tranvía llamado deseo’ que demuestra que, a pesar de las críticas a sus últimas cintas, el realizador estadounidense sigue en forma.

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