Dream River

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Dream River

Disco Dream River, de Bill Callahan

El cantautor de Maryland, Bill Callahan no es un tipo para todos los públicos, aunque sus raíces fuertemente posicionadas en la música tradicional estadounidenses y su voz grave, con reminiscencias al tristemente desaparecido Johnny Cash (que falleció hace ya una década), puedan darle al oyente principiante alguna base para no sentirse completamente perdido en la magna y personalísima obra de este tipo tan peculiar

Callahan se sabe poseedor de una legión de aguerridos fans, con amplia representación en España y desde hace unos cuantos años se mantiene fiel a los argumentos de hondura, reflexión, minimalismo y transcendencia que elevaron a la categoría de obra maestra su disco de 2009 ‘Sometimes I wish we were an eagle’, que era también el segundo que firmaba con su nombre tras un largo periodo inicial en el que se escondía bajo el seudónimo de ‘Smog’.

Desde entonces, y tras conseguir el beneplácito de Pitchfork.com, ese gran oráculo ‘indie’ que reparte los correspondientes certificados de genialidad moderna, Callahan se ha mantenido casi en el mismo sitio, aunque siempre con alguna que otra variación que sus fieles atribuyen a los distintos estados de ánimo por los que pasa cuando encara la tarea de componer las canciones.

Ahora está enamorado y a punto de casarse y así explican algunos conocedores, el hecho de que este ‘Dream River’, su última entrega hasta ahora, sea un poco más luminoso y alegre que las anteriores referencias del genio. Sin pasarse por supuesto que no estamos ante la música ideal para animar una verbena popular.

Lo cierto es que ‘Dream River’ es un disco más que interesante al que merece la pena conceder unas cuantas escuchas. Sobre todo si la ‘víctima’ no se había adentrado antes en el peculiar universo de Callahan. Aquí se mantienen sus colaboradores esenciales, sobre todo a ese guitarrista mutliusos que es Matt Kinsey, sin el cual, el sonido del bardo de Maryland no sería lo que es.

Las novedades vienen por el acercamiento a estilos poco explorados hasta ahora por Callahan y su banda, como algunos toques fronterizos, casi emparentados con las bandas de mariachis que pueden encontrarse en ‘The Sing’, una canción inesperada cuya letra habla de un músico solitario apostado en la barra de un bar. O en el estribillo, casi tarareable de ‘Ride my arrow’ o en el ritmo, casi bailable de ‘Javelling unlanding’. Y también de ‘Small Planes’, una balada que, con un poco de esfuerzo por parte del locutor correspondiente, podría llegar a ser carne de radiofórmula…a finales de este siglo.

Hay también pinceladas de soul, de jazz, alguna guitarra con ‘bigsby’ que evoca el sonido ‘surf’ de los sesenta o referencias más cercanas como la del denostado Chris Isaak, a quien, sin embargo, muchos de los artistas de la música americana actual deben cuando menos, ese ambiente casi de ultratumba que consiguió en sus primeros trabajos junto al gran Link Wray.

Por lo demás, las ocho canciones de este ‘Dream River’ pueden ser una gran puerta de entrada al universo atormentado de Callahan, precisamente por la alegría de algunos arreglos que ayuda a entender mejor, el pesimismo endémico de este adicto al humor negro que parece haberse regenerado. Aunque, afortunadamente, no del todo.

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